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De los tres, el ex canciller era el más reconocido como hombre cercano a Fidel Castro

Carlos Lage, Pérez Roque y Otto Rivero; de líderes juveniles al primer círculo de poder
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En imágenes de archivo, Carlos Lage Dávila, médico pediatra que tenía 39 años cuando en 1990 llegó a la Secretaría del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, y Felipe Pérez Roque, designado como ministro de Relaciones Exteiores el 27 de mayo de 1999Foto Ap
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 3 de marzo de 2009, p. 27

La Habana, 2 de marzo. Tres de los altos funcionarios destituidos hoy tienen en común haber saltado de las dirigencias juveniles al primer círculo de poder, de la mano de Fidel Castro.

Carlos Lage Dávila, el más experimentado de los tres, era un médico pediatra y tenía apenas 39 años cuando en 1990 llegó a la Secretaría del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, que devino cuarto de situaciones de la política económica. Apenas había caído el Muro de Berlín, se perfilaba el derrumbe soviético y Cuba estaba al borde de su mayor crisis en la historia reciente.

Al ser nombrado canciller hace una década, el ingeniero electrónico Felipe Pérez Roque se convirtió en el ministro más joven del gobierno cubano y en el primer funcionario de ese nivel que nació después del triunfo de la revolución de 1959.

El economista Otto Rivero dejó la dirigencia de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) en 2004, cuando tenía 36 años, para protagonizar un ascenso sin precedente a la vicepresidencia del Consejo de Ministros y ocuparse ahí de un programa de obras sociales, que también en forma desacostumbrada se volvió una institución en sí misma.

Mientras no haya precisiones, los tres mantienen sus asientos en otras instancias de poder: Lage, como vicepresidente del Consejo de Estado y miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba (PCC); Pérez Roque y Rivero, como integrantes del Comité Central partidario y el excanciller, además, como integrante del Consejo de Estado.

La presencia simultánea de Lage en el Consejo de Estado, el Buró Político y el Consejo de Ministros, unida a su experiencia durante la crisis de los 90, lo ubicaban dentro de los civiles como un primus inter pares en la dirigencia cubana.

Llegó al poderoso Buró Político en 1991. Reconocido por su austeridad y su capacidad de trabajo, fue uno de los dirigentes que iba en bicicleta a la oficina, en el arranque de la crisis de la década pasada.

Tripuló la estrategia de sobrevivencia en los 90 (turismo, inversión extranjera, libre cambio de moneda, descentralización, mecanismos de mercado, microempresa privada). Tras la reanimación, al cambio de siglo, se mantuvo al frente, primero moderando más aún la apertura y luego, en el periodo 2004-2006, operando en reversa, ahora hacia la inversión selectiva, el control parcial de cambios, la revaluación de la moneda local convertible y el retorno a la centralización.

En casi dos décadas fue el ejecutor de decisiones estratégicas en la economía cubana, lo mismo en los momentos más críticos como en el derrumbe de la década pasada y la sequía de principios de la actual, que en las negociaciones que trajeron capital fresco, la alianza con Venezuela o la reconversión de la industria energética.

Fue líder en las escuelas por las que pasó desde la secundaria, y llegó a la presidencia de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), una posición que ha representado durante décadas un paso decisivo en el ascenso político en la isla. Diputado desde 1976, viajó en los 80 a Etiopía como jefe del equipo médico que asistió a las tropas cubanas desplegadas en ese país. A su regreso estudió en la escuela del PCC y en el periodo 1982-86 encabezó la UJC.

A los 35 años, en 1986, fue llamado por Fidel Castro a integrar el minigabinete presidencial, conocido como Equipo de Coordinación y Apoyo del Comandante en Jefe, en el que conoció los pormenores de la gestión de gobierno y de la economía. Al mismo tiempo ingresó al Consejo de Estado, del cual fue elegido como uno de sus vicepresidentes en 1993.

Desde 2001, cuando Fidel Castro empezó a reducir sus viajes al extranjero, Lage se convirtió en el líder cubano de mayor presencia en cumbres de jefes de Estado y otros compromisos presidenciales de alto nivel.

De estos tres ex funcionarios, Pérez Roque era el más explícitamente reconocido como hombre de Fidel. Su designación como ministro de Relaciones Exteriores, el 27 de mayo de 1999, fue explicada así: Está familiarizado como pocos con las ideas y el pensamiento de Fidel. Es conocido por todos los líderes y cuadros del país. A juicio del compañero Fidel, por la experiencia y los conocimientos que ha acumulado, su madurez, su integridad personal, su carácter, hábitos de estudio y análisis, búsqueda constante y procesamiento de la información requerida ante cada problema y su capacidad de elaborar y exponer criterios propios, a pesar de su edad, 34 años, es el cuadro idóneo para desempeñar esa tarea.

Con 21 años ya era diputado, siendo aún líder estudiantil. Encabezó la FEU, estuvo en la dirigencia de la UJC, llegó al Equipo de Coordinación y Apoyo en los 90 y se convirtió en el secretario particular de Fidel, para ingresar después al Comité Central y al Consejo de Estado.

Pérez Roque ejecutó la política exterior con un perfil beligerante, en una época en la que el gobierno llegó a tener varios frentes de conflicto a la vez, mayormente marcada por el choque con la administración de George W. Bush.

Con el nombramiento de Otto Rivero como subjefe del gobierno para la atención a las inversiones de la Batalla de Ideas y otras tareas de la revolución, Fidel Castro elevó al rango de institución a esa campaña que cumplía objetivos de política social y de propaganda.

Rivero había sido el primer secretario de la UJC desde 1997 y su ascenso directo a vicepresidente del gobierno no tenía precedente en las promociones de ex dirigentes juveniles. Otros líderes de la rama juvenil del PCC ocuparon altos cargos tras dejar la agrupación, pero sólo Lage llegó a la primera línea y no lo hizo directamente.

Ya desde la UJC Rivero dirigía proyectos de la Batalla de Ideas, como reparación de escuelas y clínicas; asistencia a sectores marginados; sondeos de opinión, formación de trabajadores sociales para ejecutar esos planes y cursos para habilitar a egresados de bachillerato como maestros de primaria y secundaria, entre otros programas.