Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 30 de noviembre de 2008 Num: 717

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Al Sur
JORGE VARGAS BOHORQUEZ

El verano
DÍNOS SIÓTIS

Pedro Henríquez Ureña, el militante
NÉSTOR E. RODRÍGUEZ

José Carlos Somoza: el estilo fluctuante
JORGE ALBERTO GUDIÑO

Carta desde (La) Resistencia
ESTHER ANDRADI

Los inmigrantes en la era Obama
RAÚL DORANTES Y FEBRONIO ZATARAIN

El alfaquí
PAUL BOWLES

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Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Poema


Directorio
Núm. anteriores
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Japi Honoo-ZoneZero, Renacimiento, Italia, 2003

Al Sur

Jorge Vargas Bohorquez

Para Eulalio Ferrer R.

I

Atrás he dejado la isla de los tres niños canoeros, sus infaltables perros en las pequeñas proas de sus naves soberanas, los susurrados juramentos de regresar un día con trompos y cometas; cada vez más lejos quedan las aguas del río verdísimo con su silencio de gentes en cada tramo, la dulce quemada de la luciérnaga en los labios de Ana, dormida y monosilábica en la memoria. Atrás ha quedado mi intraducible y fantasiosa justificación del adiós.

En un instante se impone la geografía bochornosa de esta ciudad vegetal; según sus indios, llevada hasta el golfo por el oleaje de las tortugas gigantes. Es de día, resuenan las campanas que llaman al tiempo y a la rueda de los miedos. Me dejo guiar por el muelle moreno y su tumulto de contrabandistas que reparten la seda, las armas y el porvenir, inútil sin su amuleto.

Mientras recorro la ciudad nueva y su marca de agua de siglos, oigo las voces de los que también bajaron en la barcaza. Comentan segurísimos entre sí, como si acabaran de heredar la memoria de la tierra, algunos aspectos sobre la naturaleza nocturna del indio filósofo, de la piedra resbaladiza y la calma de los ahogados. Confiesan que aquí nacieron y que así morirán.

II

Puede que nadie lo recuerde, pero hace tiempo traté de salvar a sus pueblos de las últimas profecías del arquitecto; entregué descendencias a cambio de madera para los balcones, las ramas nuevas y las fortalezas; sacrifiqué la fuerza a un extranjero enemigo que me recordó la dirección de la utópica cruz de Capricornio. Después de los años esto es lo que queda del sueño secular: el colibrí y la aurora se han ido desterrados al lugar de las parábolas. Ya ni siquiera hay testigos en la noche conservadora, apenas si algunos insectos descomunales en los faroles defectuosos, sueltan sus sombras sobre los zaguanes de las calles. Me recuerdan claramente el verdadero dispositivo de los días.

III

Me imagino la soledad del granizo atrapado en un bostezo de la ostra gigante, del buitre montubio arrojando al estero el cuerpo desplumado de la garza miraflorina. Imagino otras cosas....

Cuando al fin recupero silencio en la memoria, y presiento que puedo salir y volver según las estaciones, como el trompo y el cangrejo, la voz del arquitecto, como el ladrido omnisciente de los perros de los pueblos, me dice que ni enemigos ni muertos pueden dejar a su nación.