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México D.F. Martes 9 de diciembre de 2003

Como un cruce cubano entre Thelonius Monk y Félix El Gato, lo definió Ry Cooder

Falleció Rubén González, pianista del Buena Vista Social Club

"Estaba consciente. Me hablaba con la vista; me decía que le pidiera a Dios que se lo acabara de llevar", expresa su esposa Apasionado de la forma, solía repetir su gusto por la armonía

GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL

La Habana, 8 de diciembre. Rubén González pasó su último día de vida tranquilo, alegre, sereno. Tumbado en la cama, atormentado por una artrosis que le caminaba por todo el cuerpo, sólo hablaba con los ojos y con su mirada brillante pedía que todo terminara.

Al mediodía de este lunes vino la crisis que acabó, a los 85 años, con la vida de quien Ry Cooder describió como el pianista más grande que hubiera conocido, "un cruce cubano entre Thelonius Monk y Félix El Gato".

"El estaba consciente. Me hablaba con la vista; me decía con los ojos que le pidiera a Dios que se lo acabara de llevar", dice su esposa Eneida a La Jornada. "Pero yo no le tocaba el tema, le pasaba la mano por la cabeza y le decía: te vas a aliviar, ya vas a ver."

El año está pasando una fúnebre revista en la música popular cubana. Después de Celia Cruz y Compay Segundo, muere Rubén González, uno de los emblemas de Buena Vista Social Club y protagonista, como Francisco Repilado, Ibrahim Ferrer o Jesús Guajiro Mirabal, entre otros, de un repunte artístico que los sacó de la jubilación y los llevó al estrellato mundial, de la mano de Ry Cooder y de millones de seguidores que han convertido al regreso de la trova tradicional en un fenómeno de masas.

Hacía dos años que Rubén estaba totalmente inactivo, pero desde 2000 casi no salía de su casa. El último año fue fatal. La enfermedad se aceleró y le produjo efectos colaterales, cuenta Eneida.

Rubén nació en Santa Clara, una ciudad ubicada en el centro de la isla, en 1919. Como buen músico empezó a tocar muy joven, a los 15 años y más tarde inició los estudios de medicina.

Pero el tiempo y las amistades lo convencieron de que era más fuerte su flanco artístico que el científico. Siguió unido al teclado y se vinculó con bandas típicas, como la Orquesta Paulina, el Conjunto Camayo y Las Estrellas Negras. Era la época en que no había figuras ni grandes circuitos comerciales, sino placer por el oficio, empleo y bohemia.

Dominio de los géneros populares

El pianista se fue distinguiendo por su dominio de los géneros populares y ganó fama con sus solos en el danzón, la guaracha y el chachachá y por su forma elegante, caballerosa, de ejecutar. Se fue a La Habana, trabajó en bares y hoteles y llegó a las filas de la Orquesta América y a la de Enrique Jorrín. Cuando sintió encima el cansancio de la vida, y ya la artrosis lo atenazaba, cerró la tapa del instrumento y se marchó a su casa, donde vivió con sus recuerdos durante más de tres décadas.

Pero en 1997, como todo el grupo de veteranos, respondió a la última llamada. Hizo reverdecer la tradición sonera y vendió decenas de miles de discos. Grabó con el grupo Buena Vista Social Club (Grammy 1997) y A toda Cuba le gusta. Luego, sus propios álbumes, Presentando a Rubén González y Chanchullo y acompañó al cantante de la visera blanca en Ibrahim Ferrer.

En el documental de Wim Wenders, que consagra al Buena Vista, Rubén desliza con parsimonia un danzón, mientras un grupo de niñas ensaya sus rutinas danzarias. "Continuamente tengo que pellizcarme", dijo una vez, evocando su éxito postrero. Apasionado de la forma, cuando hablaba de su estilo solía repetir su gusto por la armonía: "Me gusta hacer armonías que sean ricas, no complicadas, pero plenas".

Junto con Ibrahim y Omara Portuondo, el año pasado recibió la Orden Félix Varela, la máxima distinción cubana para los creadores, "por la carrera de toda una vida"

Compartió sus últimos años de vida y de fama con otros célebres del Buena Vista, como Ibrahim y el trombonista Jesús Aguaje Ramos, el más fiel, el más cercano de los amigos, el más frecuente en las visitas a su casa, ya cuando Rubén sólo hablaba con los ojos.

El cadáver de Rubén González era trasladado esta noche a la funeraria del barrio del Vedado, donde se esperaba la llegada de Rubén, el hijo que trabaja como pianista en Mérida.

Pésame de Discos CoraSon

Discos CoraSon, disquera mexicana en la que grababa Rubén González, lamentó por medio de un comunicado el deceso del pianista. Eduardo Llerenas, productor y dueño del sello, afirmó: "Sobra hablar del talento y virtuosismo de Rubén; lo recuerdo como un viejo juguetón, siempre dispuesto a burlarse y gozar de la vida como un niño".

Aunque para gran parte del mundo fuera de Cuba, fue Buena Vista Social Club la que lanzó a don Rubén a la fama en 1997, en México era muy conocido y apreciado como pianista, y más tarde como director de la Orquesta Jorrín, señala el documento.

Rubén González, aunque no se consideraba compositor, grabó varias de sus obras, incluyendo La lluvia, en su cidí Chanchullo, y Melodía del río, Tumbao y Como siento yo.

En los últimos años de su vida, Rubén González se presentó varias veces en México: en 1998 fue el primer artista del elenco de Buena Vista que estuvo en este país y regresó al año siguiente como solista con su orquesta. Como estrella invitado de los Afro Cuban All Stars inauguró el Festival Cervantino y llenó el Zócalo en 1999 y tocó con Buena Vista Social Club en el Auditorio Nacional en 2001 y 2002.

A don Rubén le sobreviven su esposa, cinco hijos (incluyendo a Rubencito González, quien radica en México) y 11 nietos. Su nuera, Gabriela Jerez, habló de él desde su casa en Mérida. Dijo: "Fue un gran hombre, un gran músico y un gran amigo".

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