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México D.F. Jueves 27 de noviembre de 2003

Fernando León de Aranoa

Mientras duermo

Esta es la primera vez que presento una película desde tan lejos: El fuego la palabra. Lo más seguro es que en este momento, mientras les hablo a ustedes, yo esté durmiendo a causa de la diferencia horaria y a causa, sobre todo, del sueño, que es por lo que uno duerme en realidad. Esta es también la primera vez que presento una película mientras duermo. Desde muy pequeño he hablado en sueños, pero nunca a tanta gente ni a través de un océano, por eso se me antoja que esta experiencia tiene además algo de pionera. Y aunque no lo crean, tiene también su lógica. Las películas tienen mucho de sueño, así que tal vez durmiendo sea la mejor manera de presentarlas.

Esta que vieron ahora es además un sueño que relata otro sueño, el de que todo pueda ser para todos un día, ese por el que luchan desde hace ya tantos años las mujeres y los hombres verdaderos, ese al que prestan a diario brazos, corazón y palabra, y que tanto tiene de esperanza. La esperanza es en realidad un subgénero de los sueños, tal vez el más apreciado, y disculpen si me pongo un poco onírico, pero como ya les dije antes, estoy durmiendo. Y este sueño suyo pronto cumple 20 años.

"ƑPueden cumplir años los sueños?", se preguntará alguien entre el público. Pues ya ven que sí, y aunque su sueño ya nació hermoso, con la edad se puso aún más bonito porque ganó ligereza y humor a la vez que profundidad, que aunque parezca una contradicción, en realidad lo es. Y 20 años, que en general es una buena edad para cualquier cosa, lo es todavía más para un sueño como el suyo. Porque es una edad para dejarlo caminar, ya maduro, pero también lo es para cuidarlo, ya saben cómo andan de peligrosas las calles, no se puede dejar a los sueños caminar por ahí solos: seguro que están al corriente de la facilidad con la que se los secuestran a uno hoy día. "ƑQué se les regala a los sueños por su cumpleaños?", se preguntará alguien también, seguramente el mismo de antes, porque lo de hacerse preguntas es como todo, le coge uno el gusto y ya no quiere parar. Le contestamos y luego me lo sacan de la sala, antes de que se pregunte por tercera vez y ahí ya nos coja sin la respuesta a mano.

A este sueño suyo, por ejemplo, hoy le regalaron una película, la película de estos 20 años. Y llegado este momento permítanme que hable un poco de cine, que a fin de cuentas es para lo que me llamaron.

El cine recoge a menudo lo excepcional. Por eso nuestras filmaciones familiares reflejan casi siempre las celebraciones, los abrazos y los besos, las tartas, los viajes, los zoológicos, todo aquello que se sale de la norma. Con esta película que vieron ahora se cumple esa regla. Habla de personas y sucesos que se salen de la norma.

Pero ya que estoy hablando una película que no hice, desde el otro lado del mar y mientras duermo, déjenme que ya lo acabe de hacer todo mal y les presente, no lo que vieron, sino aquello que no vieron en ella: todos los esfuerzos silenciosos que nadie registró con una cámara, sus momentos más callados, las ausencias, los temores y las dudas, las certezas y el valor de todas las personas que con su esfuerzo cotidiano y silencioso, con su dolor también, han construido el zapatismo, ese sueño suyo que pronto cumple los 20 años más hermosos. Esa otra película, la que nunca veremos, se proyecta cada día en la pantalla de nuestro corazón y para verla sólo hace falta tener los ojos bien abiertos.

Me alargaría un poco más, pero compréndanlo ustedes, estoy durmiendo. Por eso es que quiero despedirme, agradeciendo a quien me prestó hoy su voz tan valioso préstamo, fuera mujer u hombre, pidiéndole también disculpas si algo de lo que dije le pareció inconveniente. A todos ustedes que me escucharon con tanta atención e interés (al menos así me aseguraron los compañeros de Rebeldía que sucedería), quiero felicitarles por ser espectadores y protagonistas a la vez de esta película que justo ahora termino. Por el mero hecho de estar ahí sentados, tienen un pie a cada lado de la pantalla, y eso les honra.

Por mi parte, aunque lejano y durmiente, sepan que soy presentador orgulloso de esta película. Les felicito por haberla visto. Yo mientras, trataré de soñarla.

Texto enviado por el guionista y director de cine español Fernando León de Aranoa para la presentación del video El fuego la plabra

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