Bailador y de trato fino

Tlaltizapán, Mor. "El general Emiliano Zapata fue de trato educado, cortés, incluso fino. Ciertamente era, como muchos de nuestros campesinos, un hombre muy desconfiado, introvertido, poco comunicativo, pero jamás actuaba en forma arbitraria ni mucho menos bárbara", asegura Ricardo Zúñiga Vázquez, responsable del Museo del Cuartel de Zapata desde hace 33 años.

Vestía bien y fino, dentro de sus posibilidades, cuando asistía a fiestas o hacía gestiones oficiales. Pantalón, chaquetilla y sombrero con galones de plata. El gazné lo usaba como prenda de lujo cuando iba a Cuernavaca o a México. Su vestimenta de campaña era diferente: calzón largo de manta, cotón, paliacate liado al cuello y sombrero de palma.

''Tenía mucho pegue con las mujeres''

Zúñiga -nieto, hijo y sobrino de zapatistas de Tlaltizapán- describe a Zapata como un hombre de 1.70 metros, moreno "tirando a claro o trigueño", bien parecido, de origen náhuatl tlahuica -lengua que dominaba-, tenía pinta de mestizo, carisma entre la gente de todos los niveles y mucho pegue con las mujeres, a las que era muy aficionado.

Su introversión terminaba con las mujeres, los niños y los ancianos, con quienes hablaba mucho y con gran ternura. Cuando una hembra le gustaba la cortejaba, le dedicaba música y bailaba. Conociéndole esta habilidad, al cuartel le llevaban muchachas, incluso los propios padres, para que se divirtiera con fandango, comida y relaciones íntimas. El general jamás tomó una mujer por la fuerza o haciendo valer su jerarquía militar y política, respetaba a la que no obtenía con galantería.

Sus canciones favoritas eran La Valentina, La Adelita, La Cucaracha y Las Mañanitas, pero lo mismo bailaba sones, minuetes y polkas que valses o contradanzas.

Su dieta regular consistía en memelas (tortillas gruesas y martajadas), frijoles, chile molcajeteado y carne de res asada. No comía cerdo. Tomaba cerveza de mecate y mezcal o aguardiente de caña, pero nunca para embriagarse. A sus soldados recomendaba echarse un chingadazo fuerte para que "no bebieran sangre fría" en las batallas.

Hombre de ideas, no intelectual

En su trato cotidiano con sus subordinados, relata Zúñiga Vázquez, el general hablaba como cualquier mexicano entre amigos; "con muchos chingaos, pendejos y cabrones, lenguaje de uso diario que sólo utilizaba para insultar cuando se enojaba en demasía, pues era de hablar tranquilo, buena palabra, no exaltado".

ƑY cómo era el líder político y jefe de la Revolución del Sur?, se pregunta a don Ricardo, cuyo tío abuelo político, José Rodríguez, El Ranchero -casado con una hermana de su abuelo Domingo Zúñiga-, fue uno de los hombres de mayor confianza de Zapata, y quien jaló a la revuelta a su cuñado y aun al hijo de éste, Antonio padre del entrevistado.

"Emiliano Zapata fue político y hombre de ideas. No un intelectual, pero sí pensante y reflexivo. No pretendía saber todo y siempre preguntaba o consultaba con su gente antes de tomar cualquier decisión".

"A pesar de su religiosidad cristiana, Zapata fue masón y espiritista. Días antes de que lo mataran en Chinameca tuvo comunicación con su hermano Eufemio, muerto en 1917, quien lo previno contra la celada de Guajardo. Pero don Emiliano, quien era exageradamente desconfiado, murió de un abuso de confianza", concluye Zúñiga.