Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 1 de febrero de 2003
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Cultura
REPORTAJE /MILENARIA TRADICION POPULAR

Algunos modelos ya no son tradicionales, sino inventados

Los padrinazgos para ''vestir al Niño Dios'' tienden a desaparecer

Ropas y accesorios desde el tamaño de una uña hasta de medio metro o más. Todo para, durante un año, caracterizar al Niño Dios como ''Santo Niño de Atocha" o, como ahora, ''Santo Niño Juan Diego"

ARTURO JIMENEZ

Una tradición popular que se remonta a la Europa de hace más de 15 siglos -en los tiempos de un cristianismo que se institucionalizaba como religión- y que llegó a México durante la Colonia, es recreada cada año en prácticamente todo el país.

''Vestir al Niño Dios", se dice en referencia a esta celebración que culmina el 2 de febrero, Día de La Candelaria, y cuya víspera llena mercados y tianguis de imaginería y de un abigarramiento de formas y colores que parece no tener fin:

Telas, capas, trajes, encajes, sillas, tronos, piañas, coronas, resplandores, báculos, cetros, lazos, cuernos, monedas, arpas, camellos, caballos, palomas, alas, flores, zapatos, huaraches, calaveras, huajes. Además de ojos, pestañas, yeso, pintura y la habilidad de los maestros artesanos para reparar las figuras ya deterioradas.

Gran vendimia

Ropas y accesorios desde el tamaño de una uña hasta de medio metro o más. Todo con el fin de, durante un año, caracterizar al Niño Dios de pasta, yeso, fibra de vidrio o madera, como ''Santo Niño de Praga", ''Santo Niño de Atocha", ''Santo Niño Martín Caballero" o, ahora de moda, ''Santo Niño Juan Diego", hasta completar unos 40 ''modelos".

Es una vendimia que, desde principios de diciembre hasta las primeras horas del 2 de febrero, nutre esa tradición, pero también abastece de materia a las infinitas formas de la espiritualidad popular y de la fe católica, además de dar salida a los productos de una pequeña pero pujante industria, que podría llamarse ''la industria del Niño Dios".

Sin embargo, la tradición de vestir al Niño Dios comienza en realidad desde el 24 de diciembre, con la celebración de su nacimiento; continúa el 6 de enero con la rosca de Reyes, que dentro del pan esconde muñecos-niño, como se hizo con Jesús bebé para salvarlo de la muerte a manos de los soldados de Herodes. Y concluye el 2 de febrero, cuando la figura, ya vestida, es llevada a bendecir.

Son 40 días, es decir, el tiempo que la Virgen María debió guardar tras el nacimiento de su hijo, pues según la tradición judía era una etapa en que a las mujeres se les consideraba ''impuras" y debían permanecer en su casa.

El 2 de febrero, María debió asistir al templo para su purificación y a la vez presentar a su hijo Jesús, según la costumbre. Así, la fiesta de La Candelaria, que se refiere a las velas encendidas y otros elementos de purificación, es una fiesta de la Virgen María.

En un tiempo el Niño Dios era levantado y vestido durante tres años por los padrinos que sacaban el muñeco en la rosca de Reyes. Tras llevarlo a bendecir el 2 de febrero, todos se reunían a comer tamales y beber atole.

Los padrinazgos tienden a desaparecer y muchas familias visten, ellas mismas, a sus niños más allá del tradicional ciclo de tres años, pero las tamalizas del Día de La Candelaria aún siguen.

El centro neurálgico nacional durante los dos meses que preceden al 2 de febrero se ubica en el viejo Centro Histórico de la ciudad de México, en la Plaza Roldán y algunas de sus calles cercanas, donde se venden vestidos, accesorios y se restauran figuras del Niño Dios.

Universos ambulantes

Mujeres y hombres de todas las edades, la mayoría de escasos recursos económicos, invaden con sus pequeños Jesús en brazos las tiendas al mayoreo y menudeo, así como los estrechos pasillos que forman las decenas de puestos ambulantes que venden por docena o por unidad.

Ahí pueden encontrarse desde algunos talleres de reparación en yeso, donde las figuras recuperan dedos, manos, brazos, piernas, ojos, pestañas y lozanía, hasta una gran cantidad de puestos de venta: unos pocos de Niños Dioses y otros, la gran mayoría, de ropa y accesorios.

''¡Pásele señora, pásele joven! ¿Cómo quiere que le vistamos a su Niño Dios? ¿De San Juditas, del Niño Pa de Xochimilco, del Niño del Amor?"

-Algunos modelos ya no son de la tradición, sino inventados, como el Niño del Amor -dice Virginia Trejo Heredia- quien, como su mamá, tiene un puesto de venta.

Nada cambia, sin embargo, porque en esta zona de la ciudad cada local o puesto ambulante sea, en sí y al mismo tiempo, un singular universo físico y metafísico.

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