Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 24 de octubre de 2002
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Política

La comunidad discute su participación en el proceso electoral mexiquense de 2003

Un año después del decreto expropiatorio, Atenco evalúa el camino a seguir

Misa, marcha y comida para celebrar el inicio de su lucha Desconfianza por los partidos

MARIA RIVERA

A un año de que el gobierno federal diera a conocer el decreto expropiatorio para la construcción del nuevo aeropuerto de la ciudad de México, San Salvador Atenco, el pueblo que con su lucha logró detener el máximo proyecto económico del sexenio, tiene dos grandes tareas por delante: decidir su participación en el proceso electoral mexiquense que se realizará en marzo de 2003, y la conformación de un frente amplio de carácter popular, cuyo eje es la defensa de la soberanía y la lucha contra las privatizaciones.

El tema electoral, aunque los dirigentes pretenden minimizarlo, ronda la mente de los atenquenses. De alguna forma saben que es el plazo que les ofrece el gobierno para que regresen al carril del pacto federal y el respeto a las instituciones, tras 12 meses de autogobierno. Parte de la comunidad se pregunta por qué no proseguir con la autonomía, pero otra apela al realismo y se plantea por qué no participar con candidato propio.

Acostumbrados a tomar decisiones colectivamente, el próximo domingo definirán el punto. Lo que está en boca de todos son los coqueteos de los institutos políticos con el movimiento. La semana pasada PRI y PAN se acercaron para sondear los ánimos, con malos resultados. Claridosos, los campesinos les recordaron sus posturas ante el tema del aeropuerto y los echaron con cajas destempladas. "Apenas se puede creer que tengan la desvergüenza de venir por aquí", comentaba con asombro Felipe Alvarez, Finini, uno de los dirigentes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT).

El PRD, más cauteloso, se ha guardado de aparecer en público, pero se sabe que ha tenido algunos contactos, y se habla de que incluso podría ofrecer su registro para un candidato surgido de las filas del FPDT. Pero tampoco este partido -mayoritario en la región- tiene un panorama prometedor.

El problema es que esta gente es memoriosa y desconfiada. Recuerdan que durante su lucha contra el decreto expropiatorio los partidos los dejaron a la buena de Dios, así que la confianza en las instituciones no es una planta que crezca fuerte por estos rumbos, y el resultado de la asamblea dominical es de pronóstico reservado.

Propósito de crear un frente amplio nacional

Sin embargo, pese a la importancia del tema, lo que verdaderamente trae entusiasmados a los campesinos es su participación en la creación del Frente Amplio por los Derechos del Pueblo, en que también intervienen secciones de la CNTE, el SME, el Frente de Defensa Popular de Guerrero, CNPA, Frente Popular Francisco Villa, Red de la Sociedad Civil, SITUAM y UCEZ, entre otros. "šEso sí es importante! Una de las grandes lecciones que sacamos en este año de lucha es que formamos parte de un movimiento más amplio, que los campesinos aislados no vamos a poder cambiar las situaciones de injusticia que prevalecen en el país, que necesitamos unirnos con otras organizaciones", explica el dirigente Ignacio del Valle.

Entre los resolutivos del encuentro que se llevó a cabo este 22 de octubre, se refrendó la convicción de construir una instancia a escala nacional en torno de los siguientes ejes de lucha: la defensa de la soberanía, por los derechos sociales fundamentales, por los derechos humanos y contra la represión, por un mayor presupuesto para el gasto social y el campo, por la defensa del patrimonio cultural y el medio ambiente, y por el reconocimiento de los acuerdos de San Andrés.

Pero en medio del trabajo político, los atenquenses también se dieron tiempo para festejar su permanencia como pueblo. Tras la infaltable misa, donde dieron gracias a todas las instancias divinas que intervinieron para apoyarlos, pero especialmente a su santo patrono, San Salvadorcito, marcharon por sus tierras. En carros, a caballo o a pie los campesinos recorrieron sus parcelas, en muchos casos recién cosechadas, como si desearan corroborar que ahí siguen y nadie se las podrá quitar. Y también, como es costumbre por estos rumbos, donde no se mueven sin haber comido y bebido como Dios manda, hubo gran banquete en el combativo pueblo de Acuexcomac. Para concluir, celebraron un acto político cultural, en que se leyeron mensajes de los pueblos que integran el municipio.

šAtenco vive, la lucha sigue

Pero nadie piense que estos campesinos se han instalado en la autocomplacencia. Con la dignidad de los que ganan sus luchas con gran esfuerzo, se han dado a la tarea de hacer efectiva la nueva consigna que se escucha por el rumbo: šAtenco vive, la lucha sigue!

En medio de la celebración, se colaron los recuerdos. Los suspiros de alivio no estaban exentos de cierto aire de nostalgia por las jornadas de lucha vividas. Están orgullosos de sí mismos y de su historia, y se les nota.

Desde el primer momento en que se dio a conocer la decisión del gobierno federal de construir el nuevo aeropuerto en sus tierras, rememoraban, decidieron defenderlas. A primera hora del 22 de octubre del 2001 las campanas de la iglesia del Divino Salvador repicaron con el propósito de llamar a los habitantes del pueblo para informar sobre el peligro que se cernía sobre ellos.

Reunidos en la plaza principal supieron que desde un escritorio del gobierno federal, alguien indiferente a su historia había decidido, "por causa de utilidad pública", que 4 mil 500 hectáreas de sus tierras, distribuidas en 13 ejidos, terminarían coatenco_aniversario_km01nvertidas en edificios, plataformas, áreas operacionales de la nueva terminal aérea. Concreto y asfalto privatizado, ya que según declaraciones del secretario de Comunicaciones y Transportes, Pedro Cerisola Weber, las obras se financiarían, en su mayor parte, con capital privado, nacional y extranjero.

La consternación y el dolor duraron apenas un momento. Después llegó la ira. Armados con machetes, bombas molotov, varillas y palos, bloquearon por más de cinco horas la carretera federal Texcoco-Lechería, y ni los 500 granaderos del grupo Fuerza de Acción y Reacción Inmediata, de Seguridad Pública del estado de México, los hicieron retroceder.

Con el paso de las horas la impotencia puso nombre y rostro a los responsables de su desgracia. La ira se concentró contra las autoridades municipales priístas, con el presidente municipal Margarito Yáñez Ramos al frente. El alcalde tuvo que huir para salvar el pellejo aquella mañana. A lo largo del día la tensión se mantuvo en el rumbo, y no fue sino hasta la tarde que levantaron el bloqueo. Por la noche los campesinos se reunieron en asamblea para decidir el camino a tomar, pero de entrada cavaron zanjas en los principales accesos, con el fin de evitar el acceso de vehículos y maquinaria.

Con los días volvieron los ojos a los símbolos de sus antepasados, y emprendieron el camino, largo, desgastante, pero finalmente elegido, de la resistencia contra el poder federal.

Una historia centenaria

A partir de entonces la vida de Atenco se debatía en la plaza. Ahí, a manera de coro, se discutían los avatares del movimiento de resistencia y relaboraron su historia. Una de las figuras que regresaba una y otra vez, como símbolo de su lucha, era la de Nezahualcóyotl, rey de Texcoco. Somos un pueblo con raíces, repetían a quien quisiera escucharlos, porque si algo les caló de las declaraciones vertidas a raíz del decreto expropiatorio es que algún obtuso funcionario dijera que Atenco había surgido apenas décadas atrás, cuando recibieron los primeros títulos de propiedad ejidal.

Somos herederos de los primeros mexicanos, afirmaban con orgullo. Pero no todo era historia antigua. También recordaban que sus padres y sus abuelos fueron peones en la hacienda grande, ganando 12 centavos diarios por jornales de sol a sol a principios del siglo pasado, y habían sabido lo que eran las deudas infinitas en las tiendas de raya. Por eso, cuando estalló la Revolución se fueron a pelear con los zapatistas, para tener un pedazo de tierra, suyo, propio, donde nadie les dijera qué hacer o qué no.

Cuando terminó la Revolución las esperanzas se multiplicaron por el rumbo de Texcoco. El 22 de marzo de 1920, a 225 campesinos del rumbo se les dotó de 245 hectáreas para constituir el ejido de San Salvador Atenco. Esa era la buena nueva. La mala, la calidad de los terrenos. Sin embargo, áridos o lo que fuera, eran suyos, pensaron, así que trataron de encontrarles el modo, y con base en estiércol y ceniza del fogón los fueron volviendo fértiles.

Toda esa explicación estaba tras la frase contundente que una y otra vez repetían: "la tierra no se vende".

De pronto, se volvieron parte habitual de las primeras páginas de los diarios y de los principales noticiarios nocturnos, con su no rotundo al poder. Se declararon en rebeldía y lo dijeron con todas sus letras.

En las primeras manifestaciones que realizaron, a la desolación se sumaba la inexperiencia en los menesteres políticos. No sabían qué gritar o qué actitud tomar, y lo que predominaba era la impotencia. En las siguientes marchas, rodeados de policías y perros, llegó la humillación, pero también las primeras muestras de una recién nacida dignidad.

Católicos al fin, tampoco dejaron de recurrir a las instancias divinas cada vez que se presentaba la ocasión. Lo mismo pedían la ayuda de los probados santos de toda la vida, como San Isidro, que de los recién canonizados, como San Juan Diego. Ante la llegada del Papa gritaron: šDios no es patrimonio de los poderosos!, y sin más armas que los estandartes de la Guadalupana, San Salvador y San Francisco de Asís, se encaminaron por brechas y calles enlodadas de sus comunidades para exigir, por enésima vez, respeto por el territorio que les legaron sus antepasados.

Por eso la noche del primero de agosto, en que la Presidencia de la República decidió dar marcha atrás en su proyecto de construir en Texcoco el nuevo aeropuerto de la ciudad de México, se volcaron en las calles de su pueblo a festejar. No era una concesión graciosa, cada pedazo de tierra que retenían era fruto de una lucha, donde perdieron incluso a uno de sus compañeros: José Enrique Espinoza.

Este es el pueblo que tras décadas de olvido se ha autogobernado durante 12 meses. Este es el pueblo que no entiende qué hacen por estos rumbos los partidos políticos ausentes durante el año en que vivieron en peligro. Este es el pueblo dispuesto, junto a otras organizaciones sociales, a defender el patrimonio del país. Este es San Salvador Atenco, territorio en rebeldía.

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