Opinión
Ver día anteriorMartes 11 de septiembre de 2018Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Ciudad perdida

Violencia en CU // Algo no cuadra

P

ara propios y extraños el asunto del ataque a los estudiantes en Ciudad Universitaria huele mal, muy mal.

En búsqueda de una explicación más o menos sensata, se habla, por ejemplo, de que hay quienes quieren crear un ambiente tenso, contrario a una transferencia del poder en paz; es decir, se trata de prender una mecha que lleve a un estallido tan fuerte que traspase el ámbito universitario y ponga en entredicho el proyecto de Morena.

Con algunos matices, la versión la han comprado muchos, pero parece tan obvia que pone en duda su propia razón; no obstante, esa es la más socorrida, aunque otros, muy pocos, hablan de algunos intereses diferentes y de otras circunstancias, donde los tiempos políticos de la UNAM son los que mandan.

Primero se debe dejar en claro que la Procuraduría General de la República no se hizo cargo del caso y el asunto levantó todo tipo de sospechas, porque el espacio físico de la UNAM se ha considerado, política y legalmente, como ámbito del fuero federal, donde los organismos de seguridad locales no intervienen. Ese punto debe ser muy bien explicado y conocido para poder entender los espacios de responsabilidad de cada dependencia.

Luego, la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México inició una investigación de oficio el mismo día de los hechos, es decir, el lunes de la semana pasada. Ese mismo día, personal jurídico de la UNAM interpuso una denuncia de hechos sin imputaciones, es decir, sin señalamientos, en esa dependencia local.

El dato salta porque los abogados de la casa de estudios saben a la perfección que la instancia capitalina no tiene, o no tenía, nada que hacer en el espacio federal; no obstante, fueron a la dependencia local y no a la federal, donde correspondía el asunto, dado que la agresión se dio en la explanada de la torre de Rectoría de la UNAM.

Para el miércoles 5, dadas todas las circunstancias que hemos tratado de explicar, la procuraduría de la ciudad entregó a la PGR el expediente que inició de oficio, con los datos que se consiguieron, por ejemplo, del transporte de los agresores que salió del estado de México y regresó a ese mismo lugar.

El viernes 7, la PGR explicó que no existían elementos para ¿atraer? el caso. Según la dependencia, no hay indicios de delincuencia organizada ni daño a las instalaciones –pese a los petardos– de la casa de estudios. En ningún momento se hace alusión a algún tipo de denuncia que hubiera hecho la UNAM. ¿Cuándo dejó de ser el espacio universitario ámbito federal? Nunca se explicó.

Ese mismo día, la Secretaría de Gobernación presentó a dos individuos que no llegaron a las instalaciones de la procu de la ciudad como detenidos, es decir, no existía una acusación formal contra ellos. Más tarde los dos fueron liberados, aunque siguen bajo las investigaciones del caso.

Y ahora es necesario preguntarse a la luz de los hechos: ¿qué es lo que pasó en la UNAM y cuáles serán sus consecuencias? Podría ser que se esté frente a otro intento de cancelar la autonomía de la UNAM y que ya no se le considere espacio federal, o también podría ser que alguien que no consigue convencer trate de alcanzar algunos puntos de popularidad, con base en un escándalo que se suponía controlado y que se salió de madre.

La Procuraduría General de Justicia local, que ya aceptó el caso, pese a todo, va muy avanzada en las investigaciones y hasta donde nos informan se está en la identificación de uno de los provocadores, que resulta ser el cabecilla del grupo, es decir, el que recibió la orden del ataque y el que reclutó a sus compinches, amén de las 15 órdenes para detener a los posibles causantes de la agresión. Vamos a ver qué pasa, pero el asunto huele muy mal.

De pasadita

En el órgano legislativo de la ciudad las cosas cada día son peores para quienes se van y para quienes llegan. Los que se van heredan, según nos cuentan, una administración de terror, y los que llegan, qué tristeza, no tienen ni la preparación ni la fuerza –pese al resultado electoral– para cambiar el sino del organismo. A fin de cuentas son los mismos actores en el mismo escenario y el resultado será el mismo. Ni modo electores, no hay de dónde.