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Nosotros ya no somos los mismos

A Meade lo embaucaron, sedujeron y al final lo bulearon // Mejor contratan a un head hunter que consultar a las bases // Más del oxímoron

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on Manuel Rodríguez Ajenjo: Después de leer varias veces su gratísimo correo, no puedo iniciar la columneta sino dándole las gracias por el acucioso informe sobre la real naturaleza del oxímoron. Con dos lectores como usted, en seis sexenios ya podría yo aspirar a la precisión en mis calificativos. Gracias por sus documentadas opiniones, y una modesta explicación de mi parte: para mí, esta figura del lenguaje surge, antes que nada, de una actitud lúdica, irónica: “¿No te das cuenta, Enrique, de que tus versos ardientes convierten en un iceberg mi corazón?” O, por el contrario, el romanticismo más empalagado: Tu lejanía, tu ausencia, Enrique, me tienen unida a ti como estampilla de correo. (Mérida antes del Internet). El oxímoron para mí es un desesperado esfuerzo por expresar la intensidad de un sentimiento, la diferencia insalvable entre dos ideas, concepciones, posicionamientos, la definitividad y contundencia de hechos y situaciones irreductibles al grado de que como argumento imbatible se recurre a una verdadera barbaridad, a lo que conocemos como contradictio in terminis: dos conceptos de significado opuesto. Sin embargo, no pienso que el objetivo sea generar un tercer concepto, al contrario, esa antinomia lo que hace es dejar evidente que la premisa es inobjetable, y para exhibirlo y hacerlo menciona una barrabasada, una sinrazón que, por serlo, le otorga a esa afirmación un poco más de credibilidad que a la indiscutida verdad histórica de Ayotzinapa.

En donde sí tenemos, don Manuel y este escribiente, una ligera diferencia, es cuando transcribe unos renglones de la columneta pasada, en la que cito a la señora Ruiz Massieu: Meade era candidato de lujo, pero el PRI no lo hizo suyo. Ante esta declaración, yo afirmé que doña Claudia había construido un oxímoron literario. Aquí interviene don Manuel y pregunta, ¿Qué, hay de otros? Y agrega: “Por más que busco, no encuentro, en la frase de doña Claudia, dónde están los dos conceptos contrapuestos…”

Contesto de atrás para adelante: don Manuel, permítame transmitirle mi personal apreciación. ¿Cómo pudo el PRI hacer su candidato a un ciudadano que hasta el momento jamás en sus 50 años se había interesado en ser miembro, adherente o simplemente simpatizante de esa organización, la de los revolucionarios de México? Es más, unos meses antes era un importante funcionario del gobierno federal panista encabezado por Felipe Calderón, cuyos principios y concepciones no sólo del país sino del mundo y de la vida toda, como que poco o nada podían tener que ver con las convicciones nacionalistas y de avanzada del nuevo gobierno encabezado por Peña Nieto, Videgaray, Ochoa Reza, del insaciable lector el niño/Nuño, secretario de Educación, el doctor en geotérmica y mecánica de suelos don Gerardo Ruiz Esparza and the goodfellas que lo han acompañado. No conozco más que otro caso semejante al suyo: Philippe Petit, el francés que el 7 de agosto de 1974 cruzó ocho veces el espacio entre las torres gemelas de Nueva York, a 417 metros del suelo. (Gordon-Lewitt fue el actor que bajo la dirección de James Marsh recreó la hazaña en la película Man of wire).

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▲ La postulación de Meade fue la comedia de las equivocaciones.Foto María Luisa Severiano

Lamentablemente, nadie de la nomenklatura dedicó un minuto a pensar en la vida y trayectoria de un ciudadano excepcional, al que se escogió como víctima propiciatoria para enfrentar, en un último y desesperado recurso, la más grave de las crisis políticas de los tiempos que corren.

A Meade lo embaucaron, lo sedujeron y... al final (con el perdón del conde de Musacchio, por la expresión que abomina), lo bulearon. Su postulación fue la comedia de las equivocaciones: primero, casi a escondidillas, se reformaron los estatutos del partido, a fin de que todos los ciudadanos (dije todos), al margen de la ridícula cláusula que exigía ser previamente miembro para ser candidato de ese partido, al que no pertenecía. Puesto que era un terrícola y la modernidad no acepta ya radicalismos –¡talibanes fundamentalistas pasó su tiempo!–, Meade podía ser candidato del primer partido que se lo ofreciera o del que menos incomodidad le representara. ¿Y la carrera de partido, la militancia comprometida y el haber ocupado un cargo de representación popular que exigía el PRI? ¡Antiguallas! Siempre es más eficaz, confiable y aséptico contratar a un reconocido head hunter internacional que consultar a las organizaciones, las bases, los militantes.

Maestro Rodríguez Ajenjo: el oxímoron nació como una de esas elucubraciones de los sacerdotes dedicados a complicar y elitizar el uso de uno de los elementos fundamentales de la especie, pero ahora los oxímoron los rebasaron y no son un sarcasmo, una estratagema literaria. Son manías, recursos de políticos, funcionarios, publicistas, mercadólogos, financieros, industriales, sacerdotes, usos y costumbres de la sociedad que integramos. Reflejos condicionados.

Yo pienso que probablemente José Antonio Meade pudo haber sido un buen presidente, o todo lo contrario, pero la raza pensó en esto último y, esta vez, ni los encuestólogos se equivocaron.

Twitter: @ortiztejeda