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México SA

Nuevas refinerías, 40 años después // Importación de gasolina, a galope

A

ndrés Manuel lo prometió en campaña y lo cumplirá como presidente de la República: modernizar las seis destartaladas refinerías existentes en el país y construir dos nuevas para reducir, sustancialmente, la importación de combustibles y la sangría económica que ello representa.

Ayer, López Obrador refrendó su compromiso y explicó que en agosto próximo los mexicanos conocerán el plan respectivo, en el que se detallará cuándo comenzará la modernización y reconfiguración de las seis plantas existentes, y en qué estados de la República se construirán otras dos para aumentar la capacidad de procesamiento de petróleo crudo nacional. En ambos casos las obras se licitarán.

Sería la primera vez en casi cuatro décadas que el gobierno mexicano canaliza recursos para la construcción de una refinería. Las más jóvenes de ellas, perteneciente al sistema nacional de refinación (que está en el abandono, AMLO dixit), datan de 1979, cuando José López Portillo, entonces inquilino de Los Pinos, cortó el listón en las respectivas instalaciones de Cadereyta, Nuevo León, y Salina Cruz, Oaxaca.

Por aquellos años Petróleos Mexicanos presumía que con tales inauguraciones por primera vez se rebasó el millón de barriles diarios de crudo refinado, con lo que México se coloca dentro de los 12 más grandes refinadores mundiales.

Después de eso, ni un tornillo adicional. Lejos de ello, en 1991 el gobierno salinista clausuró la refinería de Azcapotzalco, en la Ciudad de México, que procesaba alrededor de 300 mil barriles por día, y nunca la sustituyó. En cambio, en 1993 Petróleos Mexicanos concretó una alianza con las trasnacional Shell para ser copropietario de la refinería de Deer Park, en Texas, Estados Unidos. Sin embargo, a partir de 2011 Pemex quedó en calidad de socio minoritario, no obstante ser el principal consumidor de los productos refinados de dicha planta, mismos que importa en cantidades crecientes.

La consigna de los seis gobiernos neoliberales fue ni una sola refinaría más, porque, según ellos, no es negocio y se derrocharían recursos públicos, mientras la importación de combustibles se incrementó de forma espeluznante, con el creciente peso económico que ello implica.

Como tantas otras mentiras, Felipe Calderón prometió (18 de marzo de 2008) construir una refinería (Tula resultó la sede ganadora), de la que no colocó ni una tuerca. Repitió la oferta cinco veces, sólo para que la administración de Peña Nieto la diera por muerta.

Lo anterior, con todo y que durante el calderonato fueron abundantes los excedentes petroleros (sólo superados por la administración Fox), con precios por arriba de los 100 dólares. Todos fueron dilapidados, mientras la importación de combustibles crecía a paso veloz, a la par del deterioro del sistema nacional de refinación.

La más reciente información de Pemex confirma esto último: en febrero de 2018 el sistema nacional de refinación produjo 142 mil barriles menos que un año antes (una caída de 46 por ciento), aunque si la referencia es a diciembre de 2013 entonces el desplome ha sido de 63 por ciento.

Pero no es negocio, según decían. Cierto: el negocio fue, es, para las refinerías extranjeras que cada día venden más combustibles a México, un país con todo para ser autosuficiente en la materia. A estas alturas, importamos más de la mitad de la gasolina y una tercera parte del diésel. Sólo para dar una idea, en el sexenio calderonista la importación de petrolíferos superó los 112 mil millones de dólares.

Entonces, después de casi 40 años y de gastar miles y miles de millones de dólares en importación de combustibles, por fin México construirá un par de refinerías.

Las rebanadas del pastel

Pues nada, que Marcelo Ebrard será el nuevo aprendiz en la Secretaría de Relaciones Exteriores, y suplirá a Luis Videgaray, otro novato en esas artes… Dinero aparte, si algo le sobra a Claudio X. González Laporte es cinismo.