Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 28 de junio de 2015 Num: 1060

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Décimas de la arenita
Ricardo Yáñez

En tren por el norte
de Tailandia

Xabier F. Coronado

Billie Holiday,
la cumbre y el abismo

Augusto Isla

Cómo resistir a las
fuerzas del olvido

John Berger

Leonardo Padura
y la generación
de Mario Conde

Gerardo Arreola

Leer

Columnas:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Germaine Gómez Haro
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Bienal de la Habana (II Y ÚLTIMA)

La Bienal de La Habana ha seguido dando de qué hablar a lo largo de sus cuatro semanas de intensa actividad. Como se mencionó en la entrega pasada (núm. 1058, 14/VI/2015), esta duodécima edición estuvo marcada por una atmósfera especialmente festiva que los visitantes percibimos y adjudicamos a los nuevos aires que el pueblo cubano parece estar respirando desde los cambios acaecidos a partir del pasado 17 de diciembre. El arte cubano ha estado siempre impregnado de una connotación política y social, en otras épocas muchas veces censurada, pero en los últimos tiempos claramente evidente, sobre todo en el contexto de las bienales. Llama mi atención que hasta hace pocos años el tema de la migración era una de las fuertes constantes en el trabajo de muchos artistas, a tal punto que se volvió un lugar común plasmar en pinturas, esculturas o instalaciones referencias a la imposibilidad del pueblo cubano de viajar libremente, o al hecho dramático de abandonar la Isla en balsas bajo el inminente peligro de perder la vida. Actualmente, se palpan otras tribulaciones en los jóvenes artistas que van en acuerdo con el momento que se vive y con las demandas que no han sido atendidas. Por ejemplo: en la magnífica muestra oficial de arte cubano titulada Zona franca que la Bienal presenta en la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña –integrada por 266 artistas de varias generaciones– se perciben denuncias a la censura de la libertad de expresión, a la necesidad de acceso a internet –todavía prohibido en la Isla a la mayor parte de la población– y el cuestionamiento de los jóvenes en cuanto al supuesto “romance” que se está viviendo entre Cuba y Estados Unidos desde el reinicio de las relaciones diplomáticas. Es refrescante ver el ingenio de los cubanos para hacer crítica política con humor negro y un espíritu mordaz, en obras estéticamente atractivas y en las más diversas resoluciones formales y técnicas. Una visita a la Universidad de las Artes (ISA) me permitió palpar el nivel de los jóvenes estudiantes de artes visuales que realizan toda suerte de propuestas desde un rigor académico asombroso. La crítica está presente en todo momento, y la esperanza del advenimiento de tiempos mejores se combina con el escepticismo y una cruda desconfianza: entre los claroscuros de su alma, la expresión de los artistas noveles oscila entre la ilusión y la desesperanza, entre el deseo y la frustración.


Proyecto Detrás del muro, Alexander Guerra

Uno de los mayores atractivos de la Bienal fue la presentación de performances e instalaciones en las calles y en espacios alternativos, como la muestra colectiva Montaña con esquina rota en una fábrica de bicicletas abandonada, o la “escultura sonora” Abatar en la antigua termoeléctrica de Tirapiedra, que consistió en un alucinante concierto de tambores batá. El proyecto Detrás del muro, del curador Juan Delgado, convirtió al malecón habanero en una extensa galería al arte libre, y el reconocido artista Andrés Leyva (Kcho) organizó el Museo Orgánico de Romerillo (MOR), un proyecto que busca la transformación del entorno social de este barrio marginado en el que meses atrás el artista inauguró el Estudio Romerillo. Laboratorio para el Arte; este espacio cuenta con una sala de exhibición, un taller de grabado y un nutrido programa de proyectos que entreveran la danza, el teatro y la música. Otro espacio recién inaugurado, que causó una gran sorpresa, es la Fábrica de Arte Cubano (FAC), un complejo cultural privado gestionado por el controvertido músico X Alfonso, integrado por galerías de arte y diseño (rubro que está creciendo en Cuba con resultados muy afortunados), salas de concierto, cine, cafetería y bar.

Ante la imposibilidad de reseñar en dos columnas una Bienal tan amplia, me he concentrado en mencionar sólo unos cuantos proyectos. La diversidad de la población cubana es el centro neurálgico de este magno evento, cuyo mayor logro es la creación de un espacio humano en el que el espectro de las realidades y los sueños se funde en una experiencia artística, antropológica y sociológica que no tiene parangón. El título de la Bienal –Entre la idea y la experiencia– propició prácticas que trascienden el individualismo y abren la brecha a la estética relacional que planteaba Nicolás Bourriaud. Los visitantes experimentamos en La Habana una cultura abierta y viva. La próxima Bienal se desarrollará en un contexto sociopolítico totalmente distinto. La aventura expansiva ya dio inicio.