Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 28 de junio de 2015 Num: 1060

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Décimas de la arenita
Ricardo Yáñez

En tren por el norte
de Tailandia

Xabier F. Coronado

Billie Holiday,
la cumbre y el abismo

Augusto Isla

Cómo resistir a las
fuerzas del olvido

John Berger

Leonardo Padura
y la generación
de Mario Conde

Gerardo Arreola

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Columnas:
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Leonardo Padura y la
generación de Mario Conde


Leonardo Padura en la Semana de Autor que le dedicó la Casa de las Américas, en noviembre de 2012. Atrás, el Árbol de la Vida de Metepec, que regaló a esa institución Luis Echeverría. Foto: Gerardo Arreola

Gerardo Arreola

Después de recibir la sorpresa del Princesa de Asturias, Leonardo Padura (La Habana, 1955) tuvo un premio adicional, insólito en el medio literario: la felicitación masiva de escritores. En este caso los firmantes son, como él, cubanos y más o menos entrados en la sexta década. En una carta que se apresuraron a redactar el mismo día en que se conoció la decisión del jurado, los amigos y colegas del autor le dijeron: “Has dicho hoy mismo que ‘este premio es un triunfo de la literatura cubana’. Compartimos ese sentido de pertenencia. La cultura cubana, de la que eres parte, debe hacer suyo este Premio y celebrarlo por todo lo alto. Con él también has honrado a nuestra generación y nos has dado una enorme alegría a todos.”

Firmaron inicialmente Senel Paz, Arturo Arango, Marilyn Bobes, Francisco López Sacha, Miguel Mejides, Margarita Mateo, Hugo Luis Sánchez, Reynaldo Montero, Jorge Fornet, Laidi Fernández de Juan y Norberto Codina. Pero al día siguiente la lista de suscriptores tuvo que ampliarse, tras el reclamo de algunos que compartían el mensaje y no supieron a tiempo de la iniciativa. Así se sumaron Alex Fleites, Víctor Rodríguez Núñez, Desiderio Navarro, Abilio Estévez, José Pérez Olivares, Rafael Hernández, Edel Morales, Luis Manuel García y Manuel Grillo, además de los mexicanos Hernán Lara Zavala y Andrés Ordóñez, el uruguayo Fernando Butazzoni, el uruguayo Horacio Verzy y el brasileño Doc Comparato.

Padura dice que ha ido sumando años al mismo tiempo que su personaje, el detective y escritor frustrado Mario Conde. O quizás sea al revés. El caso es que la generación de Padura-Conde inspira la obra del autor y al mismo tiempo se ve retratada en ella. Son los niños que empezaron a leer y a escribir cuando el conflicto con Estados Unidos escaló hasta la amenaza nuclear; los adolescentes que aclamaron los jonrones de Agustín Marquetti, oyeron furtivamente a Los Beatles y vieron el éxodo de adultos hacia  la zafra de los diez millones de toneladas; los jóvenes que fueron o estuvieron muy cerca de los que fueron a Angola; los hombres y mujeres que entre apagones cruzaron ciudades en bicicleta, con la permanente interrogante de qué comer.

En la edad adulta, la generación de Conde-Padura pasó abruptamente del mejor nivel de vida que hayan alcanzado los cubanos después de la Revolución de 1959 a la crisis más profunda que se haya vivido en el siglo XX en la Isla. De ese período especial de los años noventa transitaron a un ciclo de modestas reformas económicas y al crecimiento de las desigualdades. Este es el hilo que recorre la mayor parte de la obra de las últimas dos décadas del novelista.

En La novela de mi vida (2001), Padura emprende su gran asalto a la noción de cubanidad, a partir de la vida del poeta trasterrado José María Heredia. Una de las subtramas de La novela... es el reencuentro en La Habana de un puñado de amigos de la edad que tendría Conde en la época de la crisis. Reunidos en una azotea, en medio de las añosas y destartaladas construcciones del barrio de Centro Habana, los antiguos socios se redescubren, se confiesan lo inconfesable y miran de frente a su generación. Con rudeza confirman que no se puede describir a Cuba a estas alturas con las anteojeras de los años setenta. La realidad es muy distinta y los lleva a preguntarse qué fue lo que en verdad valió la pena de su pasado. Padura suele decir que el drama de su generación recorre su obra.

Esta parte de la novela se volvió el guión de la película Regreso a Ítaca, ejecutado a cuatro manos por Padura y el realizador francés Laurent Cantet. La cinta estaba invitada oficialmente al Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de diciembre de 2014, pero luego fue excluida sin explicación. En una carta abierta, un grupo de cineastas reprochó la “imposición” que obligó a la dirección del Festival a retirar el filme.

El desenlace del episodio agrega un juego de paradojas de las que aún ha de atestiguar la generación de Mario Conde. Regreso a Ítaca sólo se pudo estrenar en La Habana meses después, en una sala repleta que ovacionó la película, durante un ciclo de cine... francés. Y su distribución masiva corre a cargo del “paquete semanal”, el popular medio de difusión audiovisual que, de manera semiclandestina y a bordo de memorias flash, pasa de mano en mano entre los cubanos.