Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 28 de junio de 2015 Num: 1060

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Décimas de la arenita
Ricardo Yáñez

En tren por el norte
de Tailandia

Xabier F. Coronado

Billie Holiday,
la cumbre y el abismo

Augusto Isla

Cómo resistir a las
fuerzas del olvido

John Berger

Leonardo Padura
y la generación
de Mario Conde

Gerardo Arreola

Leer

Columnas:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 

Jorge Moch
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El fosco horizonte de tv Azteca

La televisora del Ajusco, como se conoce la que desde su turbia privatización ha sido copia barata, si tal cosa cabe, de la jurásica Televisa, trata de disimular que es barco que ya hizo agua y se podría estar yendo a pique. Financieramente está hundida: su deuda rebasa los doce mil quinientos millones de pesos y apenas reportó ochenta y tres de utilidad el año pasado. Sus activos bursátiles se han desplomado cuarenta por ciento, según versiones periodísticas, al grado de que los indicadores de bolsa que siguen agencias como Bloomberg desaconsejan adquirir títulos de la empresa en proporción de tres a uno.

Son muchas las causas de que TV Azteca sea como televisora sinónimo de mediocridad y como negocio, según parece, de fracaso insalvable. La arrogancia del dueño, Ricardo Salinas Pliego; su política absurda de rechazar ciertas temáticas narrativas, sobre todo policíacas como el narcotráfico, y pretender que si no existen en la tele desaparecen de la vida real, pero además con un sello de hipocresía en una televisora que produce programas de calidad ínfima en que se cosifica a la mujer como objeto sexual en multitud de montajes corrientes que adicionalmente no son ideas de un comité creativo propio, sino refritos o vulgares copias de otras producciones que, a menudo, como es el caso de los que copia malamente de Televisa, son a su vez pobre remedo de programas extranjeros. Si las finanzas de la televisora de Ricardo Salinas son un desastre, la creatividad de sus productores es inexistente. En sus primeros años parecía otra cosa. Incluso realizó producciones, al alimón con Argos, que elevaron el común denominador artístico, de suyo deplorable, de un género como la telenovela. Pero posteriores golpes de timón apostaron a lo mismo que Televisa: la tugurización del pópulo. Y están, además, la televisión de paga y la aparición de televisión por internet, que está pegando duro a los medios convencionales.

Muy mal debe andar la cosa cuando los programas insignia de una televisora son copias de mala calidad o media docena de subnormales aireando chismes de una farándula compuesta por analfabetas funcionales, que se mantiene en el gusto de una audiencia modelada en la ignorancia y la estupidez porque platican, como si la charla fuera apasionante, de la novia del futbolista que se encamó con otro; del cuerpazo de la socialité de moda que omiten mencionar que se hizo famosa rodando una película porno, o del pseudoartista, a veces un actorcillo de manidas telenovelas, a veces un dizque cantante de géneros de arrabal, que admite públicamente su homosexualidad. Programas pirata, chismes morbosos de alcoba, argumentos de dramones baratos y, encima, crisis económica: lo único que le queda al dueño de TV Azteca como pretexto para que su bodrio exista es la rebanada de poder político que le reditúe ganancias de otro tipo. Su hija Ninfa, por lo pronto, está en la nómina congresal de una de las peores franquicias del gangsterismo político en México, como senadora del PVEM. ¿Se mantiene, trastabillando, de pie la televisora por la manipulación informativa y tendenciosa de sus presuntos noticieros? Quizá. Solamente como instrumento de cabildeo político puede ser “útil” una empresa de telecomunicaciones que pierde dinero a montones.

La competencia con Televisa (que en términos de calidad no es en nada mejor) está perdida desde hace mucho. TV Azteca “cacha” apenas poco más del veinte por ciento del nicho de mercado de anunciantes en televisión abierta en México, mientras el consorcio del yúnior Azcárraga controla algo así como el ochenta y tres por ciento. La mayor parte de la publicidad, que supondría el verdadero negocio de una televisora, es de autoconsumo entre las otras empresas de que es dueño el mismo Salinas, como las tiendas Elektra o Banco Azteca.

Es cosa sabida que las televisoras tienen una especie de derecho de picaporte en las oficinas de gobierno en México. ¿Justifica entonces la deferencia del gobierno perder dinero? ¿O estamos cerca de ver la venta o la disgregación de los activos de la televisora? Por lo pronto las señales son claras. Ha cancelado las “exclusividades” de muchos de sus “artistas”, es decir, el dinero que les paga mientras no están activos en un programa, con tal de que no se vayan a la competencia y a regañadientes (e interponiendo demandas ridículas contra empresas de medición de audiencia que no le favorecen) ha tenido que reajustar sus tarifas publicitarias. Pero de todos modos pierde. Y como dice el refrán, no hay mal que dure cien años… ni tarugo que los aguante.