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Ver día anteriorDomingo 4 de noviembre de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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A la mitad del foro

El reloj del señor Madero

M

ientras Felipe Calderón cuenta las horas que le quedan para inaugurar obras y presumir logros, Gustavo Madero, líder del PAN, del partido del fugaz poder, alza la voz para afirmar que se han aliado con el PRD para combatir el retorno del autoritarismo. El del PRI, desde luego. El del partido huérfano que se manumitió tras 12 años de leal oposición a su majestad presidencial. Se le atrasó el reloj al señor Madero. Al cuarto para las 12 anuncia que nunca dejó de ser calabaza la carroza de la alternancia, que pasaron de noche y no se dieron cuenta que cambiaron los pesos y contrapesos del poder.

Ya buscaban acomodo para el tramo sexenal los deslumbrantes aliados de don Gustavo: adiós, Andrés Manuel; tú, a sumar feligreses; nosotros, a capitalizar cargos y recursos monetarios adquiridos al sumarnos a tu candidatura. Ni siquiera se puede acusar a Jesús Zambrano y tocayos de ingratitud. El de Tabasco decidió seguir los pasos de los profetas que en el mundo han sido: mal haya quien ponga en duda la victoria que se les arrebató; siempre habrá nuevos prosélitos en el combate imaginario contra el PRI que ejerce el poder hasta cuando se lo han quitado; contra el poder que se refleja atrás del espejo, portento de dualidad constante, gobierno-oposición, mal-bien, vicio-virtud. Por eso gritaban los jóvenes: ¡Si hay imposición, habrá revolución!

En la hora 11, Marcelo Ebrard y Felipe Calderón viajan juntos en el Metro. Usted primero, señor Presidente. Lo invito, diría el aspirante madrugador que se hizo a un lado en 2012 y espera despertar en 2018 con el vocerío popular que lo proclamará presidente; oirá al mariscal Camacho gritar la inmortal aclamación del sargento Pío Marcha: ¡Viva Marcelo Primero! Y Agustín de Iturbide volverá a su sitio exclusivo en la memoria de la derecha. Y en busca del tiempo perdido, Gustavo Madero apretará el paso como el conejo blanco para no llegar tarde a la cena de la liebre y el sombrerero loco. Felipe Calderón evocaba las páginas de otro cuento: la transición en calabaza, o la ilusión viaja en Metro.

Habrá reforma laboral. Izquierda y derecha unidas para combatir al sindicalismo corporativo. Cuando Manuel Bartlett despertó, todavía estaba ahí. En el Senado de la República; hoy defensor de la bandería del PT. Y como tal, declara que ese partido no se suma a la santa alianza; que la exigencia de cuentas claras en las cuotas sindicales y la elección democrática por voto directo y secreto de los líderes, así como el método plebiscitario en la contratación colectiva, son simples tácticas para imponer una reforma que niega derechos laborales, precariza el salario, impone el outsourcing, deja de tutelar los derechos del trabajador para ponerse al servicio de los patrones.

Digamos que se trata de una reforma patronal. Todo sea por la anhelada competitividad. Aunque olviden que esta empieza en los mandos directivos o es simulación a la manera de la austeridad impuesta para resolver recesiones que no son consecuencia de crisis fiscales. Pero eso es materia para los tecnócratas que durante tres décadas han aplicado la misma receta.

Ha llegado la hora de la segunda alternancia, dicen solemnemente los arúspices que, a tono con la locura del caos anarquizante, falsifican la historia para que nada empañe la opacidad de la desmemoria. Los de izquierda y derecha acudieron a la cita con el vencedor. Los gobernadores Graco Ramírez, Arturo Núñez, Ángel Aguirre, Gabino Cue y Miguel Mancera, jefe de Gobierno electo del Distrito Federal, se reunieron con Enrique Peña Nieto, a quien acompañaron Eruviel Ávila y Miguel Ángel Osorio Chong. El de Morelos aseguró que acudirían al Congreso de la Unión, a la toma de posesión del presidente constitucional: la legalidad no es negociable.

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El presidente nacional del PAN, Gustavo Madero, anunció hace unos días que su partido se alió con el PRD para combatir el retorno del autoritarismoFoto Carlos Ramos Mamahua

Sembró dudas la ausencia del gobernador de Sinaloa, del afamado Malova. Ni modo de atribuirla al mediocre desempeño de su gobierno. Y menos todavía a un inesperado impulso de lealtad a los principios, o a la ideología de la izquierda que lo hizo gobernador. Hace unos días, los medios reprodujeron imágenes de Enrique Peña Nieto flanqueado por dos sinaloenses: David López, de casa, allegado al presidente electo, vocero y conducto político; y el Malova, ausente en el primer encuentro, sonriente en éste. No se trató de una audiencia privada, sino de la reparación de aquella ausencia. Juan S. Millán, ex gobernador y jefe, protector de Mario López, es político experimentado y hábil. Tal vez la sonrisa de David López llamaba a recordar aquello de en el mar hay una palma con las ramas hasta el suelo, donde van a refugiarse los que no tienen consuelo...

Faltan 26 días para que uno suba a la calabaza y el otro asuma el Supremo Poder Ejecutivo de la Unión. Ya empezó la mudanza. El 2 de diciembre no habrá clarines ni resonar de tambores al paso del michoacano. Los sicofantes anticipan que irá a la cátedra, al ostracismo intelectual, a tomar distancia de la violencia que impera en el país. Alguien afirma que no se divulgará la dirección de su nueva residencia ...por motivos de seguridad. Lástima. Dejar de ser mandatario es volver a ser ciudadano: ser de los que mandan.

No volverá el personal del Estado Mayor Presidencial a enseñorearse de la sede del Congreso. Pero todo parece indicar que la protesta del titular del Poder Ejecutivo volverá a ser acto republicano, ante los diputados y senadores, en el Congreso de la Unión. Jesús Murillo Karam preside la sesión. Hay acuerdo de todos los partidos, pero siempre hace falta dominio del reglamento y de la lógica parlamentaria, para evitar brotes de exhibicionismo, la confusión del debate con la manifestación callejera de protesta. El de Hidalgo sabe. Los líderes del PRI supieron ser oposición. El PAN volverá a serlo. La izquierda controlará a los del infantilismo democrático, porque sólo así podrá dejar de serlo.

Pasado mañana, martes, los ciudadanos de Estados Unidos irán a las urnas para votar en la elección de presidente; elección indirecta: de electores que representan a los estados y al número de votantes de cada entidad. Viejo, complicado sistema. Y hoy como nunca importa que funcione bien. La contienda de Barack Obama y Mitt Romney, candidatos del Partido Demócrata y el Partido Republicano, es la confrontación de visiones y razones de Estado opuestas y contrapuestas: con Obama, rectoría económica, seguridad y bienestar social, servicios públicos de salud, oportunidades para todos; impuestos en los que paguen más quienes más ganan. Con Romney, conservadurismo extremo de poco gobierno; dejar hacer, dejar pasar; mercado libre de regulación y mando efectivo en manos de los empresarios, los dueños del dinero. Gana Obama o perdemos todos.

Los que llegan con Enrique Peña Nieto: Luis Videgaray, Miguel Ángel Osorio Chong, Emilio Lozoya Austin y el resto de la generación de la eficacia por encima de la ideología, tienen que atender al rumbo del viento del norte. Llegan con el país al borde del abismo. Ni andar de sonámbulos ni marcha de tontos. Hablar de cambio sin fijar rumbo, forma y tiempo equivale al sonido y la furia, al balbuceo de un idiota.