Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 29 de enero de 2012 Num: 882

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El caballo de Turín: más allá del bien y el mal
Antonio Valle

Café y revolución
Montserrat Hawayek

Peña Nieto y el Golem
Eduardo Hurtado

La maldición de Babel: Pacheco, Borges, Reyes
y el Tuca Ferreti

José María Espinasa

Eros, Afrodita y el sentimiento amoroso
Xabier F. Coronado

EL SIGLO XIX, inicio
de la era mediática

Jaimeduardo García

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Alonso Arreola
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De hueseros

Horas vuelo para un mercenario. Como en la política, eso es el llamado “hueso” musical. “Chamba” frente a cualquier audiencia a cambio de dinero y sin un verdadero compromiso estético o cariñoso con la música. Huesero es quien atrapa esa oportunidad sin miramientos. Es el obrero de la guitarra, el bajo, la batería, el teclado o el micrófono –de cualquier instrumento o actividad humana– que, pudiendo hacerlo, renuncia sentimentalmente a lo que hace y participa en una simple transacción aprovechándose del mejor postor.

Lo sabe bien nuestro lector dominical:  “huesero” es un término peyorativo y se puede aplicar no sólo a tantos políticos e hijos del pop, sino a otros géneros más respetados. Hay hueseros en bandas de rock, jazz y salsa, en orquestas clásicas patrocinadas por gobiernos e instituciones; los hay en bares, cruceros, hoteles y en cualquier lugar que requiera música en vivo. Ahora que, para ser justos, debemos decir que todo huesero es un intérprete, pues replica una obra ajena, pero no todo intérprete es huesero. Hay incontables músicos que viven dignamente de tocar repertorios comerciales en condiciones como las anteriores, sin composiciones de su autoría, pero que no se comportan como hueseros. Digamos que son buenos y honestos burócratas.

Dicho lo anterior,  “inspirados” por el inicio de este horroroso año electoral, pensamos en una clasificación para los hueseros que hemos conocido. El primero sería el Huesero Pasajero. Hablamos del joven músico que por un tiempo –no más de cinco años, de preferencia– toca covers en clubes y eventos, pero que entiende, intuye y sabe que debe crear su propio discurso. Alguno lo logra pero la mayoría abandona la música en pos de “una verdadera profesión”.


Ilustración de Juan G. Puga

El Huesero Orgulloso. Este espécimen no presenta debates internos ni cree en la poesía. Lo suyo es simple: tocar lo que sea siempre y cuando se trate de “artistas de la tele” que le dejen dinero, pero sobre todo algo que presumir frente a sus colegas. Busca que lo patrocinen marcas de instrumentos, que se le muestre en pósters y que lo inviten a dar clases magistrales, aunque nunca haya desarrollado una voz propia, aunque lo suyo sea la pura y llana imitación.

El Huesero Frustrado. Este es un peligro para quienes lo rodean. Se especializa en destruir familias. Amanece pensando que ahora sí se va a poner a componer su disco, que ahora sí va a terminar su disco, que ahora sí va a promover su disco… pero cuando el día termina no hizo nada. Suele pasar las horas con socios musicales pero menospreciando lo que hacen, con aires de genio incomprendido, atado a ellos por la pura necesidad económica. Muy distinto al Huesero De Estudio, que por cierto está en extinción. Surgidos cuando los discos eran negocio, los “músicos de sesión” constituían una élite inalcanzable. Lo mismo grababan con Gloria Trevi que con Frank Zappa (Vinnie Colaiuta lo hizo con ambos). La ventaja que tienen es que se muestran raramente en público y nunca tocando porquería. Esa la graban en la intimidad, reciben un cheque por ello y luego rezan para que su nombre se pierda ilegible entre los créditos del álbum.

Claro, también está el Huesero Que No Sabe Que Es Huesero. Este es un ser excepcional. Jura que es un músico comprometido con sus proyectos artísticos, pero en realidad no tiene un vínculo pasional con lo que hace. No toca covers ni en bodas. Se presta a numerosos conjuntos de música original y jura estar en sintonía con los compañeros de cada grupo. A todos les dice lo que quieren oír, pero en el fondo lo único que desea es estar en casa viendo una película, contando el dinero para sus próximas vacaciones, revisando sus millas para el boleto gratis de avión.

Ejemplar común es el Huesero De Sí Mismo, que puede ser cínico o vivir en el autoengaño. Los hay en distintos niveles, aunque el requisito sea haber alcanzado notoriedad. Los Rolling Stones y U2 son ejemplos máximos. No importa lo nuevo que produzcan. Importa lo que ya hicieron, los hits que han de repetir ad nauseaum para mantener estatus, sin preparar versiones con credibilidad.

Finalmente, despidámonos con El Huesero Que En Realidad No Es Huesero. Este es un verdadero profesional y solemos confundirlo. Tiene clara su función en un proyecto y la ejecuta con respeto al compositor y a la música. Sabe entregarse, Alguien que pueda controlar su vanidad (no está mal que la tenga), que pueda controlar su ambición (no está mal que la tenga), que se preocupe por vivir bien (no está mal), pero que se sepa al servicio de algo más grande. Y no nos referimos a un proyecto de nación, sino a tocar el instrumento que hayamos elegido en la vida (si es que pudimos elegir) sin hipocresía.