Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 26 de septiembre de 2010 Num: 812

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Pedro Infante y el revolucionario romántico
MIRIAM JIMÉNEZ

Los dioses de Berlín Alexanderplatz
LOREL HERNÁNDEZ

La visita cariñosa de la Patria
ALEJANDRO ARTEAGA

La literatura del narcotráfico
ORLANDO ORTIZ

Los papeles del narco
JORGE MOCH

El Museo del Gordo y el Flaco
RICARDO BADA

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Columnas:
Galería
ADRIANA DEL MORAL

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


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Escena de Berlin Alexanderplatz, versión para televisión. R.W. Fassbinder

Los dioses de Berlín Alexanderplatz

Lorel Hernández

Alfred Döblin evocó una imagen tremenda para su personaje más famoso: “Franz Biberkopf va a la caza de lo ‘bueno’, una caza con ojos cerrados, pero monta un caballo que galopa. ¿Cuándo se partirán el cuello corcel y jinete? Al final ambos se partirán el cuello.” Sobre la cabeza de Biberkopf pende la fatalidad y bajo sus pies se edifica la gran ciudad berlinesa de los años veinte. Se trata de los dioses que Döblin invocó en su célebre novela Berlín Alexanderplatz. La historia de Franz Biberkopf: el de la construcción y el de la destrucción.

La novela se narra en presente, ubicando la acción en la realidad inmediata del año 1928, y cuenta la historia de un hombre que acaba de salir de la cárcel después de purgar una condena de cuatro años por haber asesinado a su amante, a quien prostituía. Biberkopf pretende ser un hombre de bien, sin embargo su destino se encamina justamente en el lado opuesto. Su primer intento por llevar una vida honrada lo lleva a ser vendedor de periódicos; es entonces cuando el destino anuncia los golpes contra su personaje y advierte que el siguiente siempre será peor. El primero se le asesta cuando un amigo lo engaña y Biberkopf se refugia en la soledad, el mundo interior, nutriéndose de la vida que circula rápida e incesante en la gran ciudad. Más adelante se involucra con una banda de mafiosos y en un asalto pierde un brazo es el segundo golpe. Tras una lenta recuperación, decide volver a aquella vida de ratero y sin darse cuenta se convierte nuevamente en chulo, esta vez de una jovencita que lo tiene fascinado.

La mayor parte de la historia transcurre en los barrios proletarios del Berlín oriental, donde impera la vida criminal y la pobreza. De tal suerte se puede ver a asaltantes y obreros discutir en una taberna sobre lo caro de la vida, el trabajo mal pagado y extenuante en las fábricas, la tensa situación política a finales de los años veinte, la ideología nazi, la discusión comunista y anarquista.

Walter Muschg, en el epílogo de la reedición alemana de 1955, denomina a la novela como la obra más madura del futurismo berlinés, temática y estilísticamente, pues representa la vida moderna a través de una mezcla caótica de acontecimientos simultáneos, como lo son el ruido de la calle, las masas en plazas y avenidas, el zumbido de las máquinas; todo englobado en una realidad dinámica de fuerzas en acción, en la que los individuos no son más que átomos. Las descripciones de la ciudad se ofrecen mediante la biología, la sociología, canciones populares o artículos de periódicos nacionalistas, y consiguen armonizar mediante una refinada técnica de montaje cinematográfico. Así, es posible apreciar los frecuentes cambios de plano o encuadre, movimiento acelerado y cámara lenta o fragmentación en escenas breves. De suerte que, el movimiento de la vida de Berlín está conformado por una descarga de hechos brutos en gran cantidad, que muestran diversos retazos de la realidad concreta: recortes de informes bursátiles, canciones de opereta, publicaciones oficiales, carteles callejeros, coplas populares, boletines meteorológicos, estadísticas de la salud de los berlineses, artículos sensacionalistas, procesos judiciales. Asociaciones que logran crear un efecto de distanciamiento brechtiano. La ciudad también se conoce a partir de un narrador omnisciente que no sólo conoce los pensamientos de sus personajes, sino también los datos personales de gente a bordo de un tranvía, los procesos digestivos de un hombre que come en un restaurante y el futuro de algún personaje casual. De esta excesiva mezcla resultan imágenes grotescas e irónicas, siempre con un delatado humor negro.

En una conferencia pronunciada en Zürich, en 1932, Döblin habló de los aspectos fundamentales que nutrieron su novela: su experiencia como médico en un centro de observación de delincuentes y el Berlín oriental. Comenta: “Aquí veía a una clase de hombres interesante, sobre todo auténtica, aún no descrita… la he observado de la única forma verdadera, viviendo, tratando y sufriendo con ellos. Vi aquí la paz, vi ocasionalmente la guerra, y estuve luego otra vez entre ellos en el levantamiento espartaquista de 1919, en la inflación y la época que le siguió.” La sensibilidad con que Döblin interpretó la vida de los bajos fondos de la sociedad berlinesa, le permitió profundizar en la creación de su personaje principal, combinando de manera completamente armónica la objetividad de la descripción naturalista con un intenso subjetivismo.

La interiorización en Biberkopf alcanza matices deslumbrantes hacia el final de la novela, que está recreado por una especie de psicologismo surrealista y un despliegue metafísico delirante. Biberkopf es internado en un hospital psiquiátrico cuando su amante, a quien prostituía, es asesinada. Se ha derrumbado con su corcel. Se abandona al dolor. Es entonces cuando la muerte le habla, lo atormenta, le muestra sus errores, pero él no comprende su falta, ni la razón de su castigo. Sólo al final reconoce que el hombre no sólo debe ser consciente de su existencia, sino que debe aprender de ella, aceptar su compañía, pues no representa un final, ni un momento único en la vida, es más bien una presencia constante. La muerte enseña a Biberkopf que “el mundo necesita a otros tipos que no sean como tú, más inteligentes y menos insolentes, que vean cómo son las cosas, no de azúcar, sino de azúcar y mierda.” Se trata de los dos dioses que Döblin ha invocado, aquellos que han sido simbolizados mediante la simultáneas construcción de la Alexanderplatz y destrucción de Franz Biberkopf. Döblin afirmaba que sus obras habían sido precedidas de una fundamentación intelectual en un sentido filosófico, metafísico. Su concepción del mundo como un mundo de dos dioses. Es un mundo de construcción y destrucción simultáneas. Acaso ese mundo es Berlín.