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Reportaje Especial

2022-12-12 07:29

La "fiebre del limón" remplaza a las fincas cafetaleras

Grabado de Mauricio Gómez Morín, incluido en la colección de carteles sobre el café orgánico

Coatepec, Ver., Acausa de la baja rentabilidad del café, avanza “la fiebre del limón”. Fincas cafetaleras –cuya característica principal es la sombra biodiversa: plátanos, mangos, cedros… en un mismo terreno– han sido remplazadas por filas de limoneros. Un estudio publicado por el Instituto de Ecología (Inecol) exhibe que las regiones cafetaleras perdieron un promedio de 12.36 por ciento de su cobertura arbórea en 25 años.

El proyecto TEEB Café México, realizado por el Inecol en colaboración con otras nueve organizaciones y universidades, da seguimiento a las 11 regiones cafetaleras representativas para el cultivo de café en Chiapas, Veracruz, Oaxaca y Puebla y exhibe que, de todas, el problema está más extendido en Coatepec y Huatusco, en Veracruz, donde la cobertura arbórea en las fincas se redujo, respectivamente, 20.3 y 24.5 por ciento entre 1995 y 2020.

El avance de los monocultivos en las regiones cafetaleras “deriva de que el precio del café no es rentable, no es atractivo”. Entonces se sustituye por aguacate, limón, “incluso en algunos casos están metiendo berries y eso implica la destrucción del ecosistema cafetalero”, dice en entrevista José Gervasio Partida Sedas, profesor investigador del Centro Regional Universitario de Oriente (CRUO), perteneciente a la Universidad Autónoma Chapingo.

En Coatepec y municipios aledaños unos lo dicen sin rodeo, “hay que cultivar lo que compren (…) ya casi todos siembran limón”, resume Juan de Dios Marín, habitante de Teocelo. Como él, hay campesinos que han apostado sus tierras por el cultivo del cítrico y los que ya eran tradición en la región para el autoconsumo, el maíz y el frijol. Otros no se fían del temperamento en los mercados:

“El limón se siente bonito. He visto que las personas se alegran, se ayudan mucho cuando vale. Ha valido hasta mil pesos la tara, 800… mil 200 pesos. Eso cuando vale, cuando no vale, cuando da el bajón (puede caer hasta 85 por ciento en tres días), ¿qué le haces a esa fruta? La tienes que vender, aunque sea barata. El café no”, explica Armanda Melchor García, habitante de Limones en el municipio de Cosautlán.

Esa “gran diferencia” entre ambos cultivos es compartida por Enrique Cid Cortés, productor de Teocelo, quien cultiva ambos, pero “le voy más al café que al limón”. En el caso de la fruta se llega a tirar cuando no vale; en cambio “el café, aunque no vale, pero lo guarda uno y si uno tiene recursos y lo puede secar, molerlo y venderlo en polvo, en polvo vale. En polvo vale muchísimo”.

Algunos productores no pueden costear la espera, el día a día empuja a buscar alternativas frente a la incertidumbre de los precios y prefieren desterrar sus arábicas para cultivar el cítrico. “Está la fiebre del limón en esta zona, entonces la gente está tumbando su finca para sembrar limón”, describe Valente García, hijo de Armanda Melchor.

Jornaleros del Soconusco en una finca cafetalera. Foto Fabrizio León Diez

En Naolinco, de donde es Darío Cadena Alarcón, no sólo avanza la fiebre del limón, también lo hacen la del maracuyá y la ganadería. “Ahí muchas fincas ya las tumbaron (…) ya han devastado una cantidad de árboles de sombra”. “Yo creo que en un futuro no muy lejano esto va a ocasionar muchos problemas, sobre todo en el agua”. El motivo de la deforestación regresa a los precios. “Si el café no vale, ¿qué cosa vamos a hacer?”, encara.

Las fincas cafetaleras de la variedad de sombra, la arábica, son jardines botánicos en apenas unos metros: carambolo, plátano, maracuyá, palmera, mango tocotín, cilantro cimarrón, naranjo, mandarino, lichi, huanacaxtle, zapote negro, orquídeas, níspero, nopal, papayo, capulín… se suman entre plantas nativas e introducidas, frutales y maderables.

Conservar esa diversidad se ha vuelto una manda para Valente García, quien ha virado a un manejo agroecológico de su finca. “La roya detonó muchas cosas”, bajaron los precios y gran parte del problema es que las tierras fueron degradadas por tanto agroquímico, agrotóxicos, relata.

“Lo importante era rescatar el suelo porque de ahí viene todo. Me interesó implementar lo agroecológico, algo más saludable, y quitarme el signo de pesos de la cabeza”, relata antes de entrar a su parcela, donde hay más de 27 especies conviviendo a la par del café y la mayoría se puede comercializar, asegura. “El detalle es que se necesita un mercado”, dice García, una idea que con otras palabras repiten otros productores.

Partida Sedas reitera que “la regiones cafetaleras en México son las más biodiversas que hay en el país”. Por ello, la importancia del café “no es sólo el grano en sí, sino lo que representa como un ecosistema muy complejo”, que implica captura de agua, carbono, servicios ambientales, pero también cuestiones sociales y culturales. De ahí que “una política cafetalera debe ser más integral”.

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