Ciudad de México
lunes 30 de mayo de 2022
19°C - muy nublado
Ciudad de México, CDMX
19°C - muy nublado
Anuncio
Anuncio

Cultura

2022-05-28 06:00

La ceremonia del adiós del sabio helénico Vangelis

Vangelis era feliz en su estudio: un mar de sintetizadores, cablerío, dispositivos electrónicos vintage...
Vangelis era feliz en su estudio: un mar de sintetizadores, cablerío, dispositivos electrónicos vintage... Foto tomada del sitio Elsewhere. The Independent Vangelis Website
Periódico La Jornada
sábado 28 de mayo de 2022 , p. 12a

El último disco de Vangelis, Juno to Jupiter, es una obra maestra plena de poesía, mensajes trascendentales y esplende en belleza. Es uno de los álbumes más hermosos que se han grabado en mucho tiempo. Es también una bella, sabia, consciente despedida.

Evángelos Odysséas Papathanassíou pasó a la historia como Vangelis. Abandonó el cuerpo físico el 17 de mayo, hace 11 días, como consecuencia del covid-19, a los 79 años.

Su álbum Juno to Jupiter es su grandioso testamento.

Lo grabó hace un año, contiene todas las características por las que amamos la música de Vangelis: grandiosa elocuencia, limpidez, claridad de discurso, suspense, condición de gran sinfonista. Y belleza, mucha belleza.

Como una premonición, esa forma de conciencia que acude a las personas próximas a trascender, el final de esta obra es un bellísimo pasaje a lo Arvo Pärt, con campanas y serenidad, precisamente titulado In Serenitatem. Es como el final de la sinfonía de Gustav Mahler titulada Das Lied von der Erde: culmina en un moto perpetuo, un sonido sinfín, con una palabra repetida y suspendida en el espacio: ewig… ewig… Ewig (ibig: eternamente) y ese movimiento final de Gustav Mahler se titula Der Abschied (La despedida).

Papathanassíou era un sabio, uno de esos eremitas como Pascal Quignard que decidieron alejarse del mundo (otra vez Mahler: Ich bin der Welt abhanden gekommen = Me he convertido en un ser apartado del planeta), o como João Gilberto o como Glenn Gould, lobos esteparios que desde un ámbito íntimo observaron el devenir.

Al igual que los héroes antes nombrados, Odysséas no concedía entrevistas, no iba a cocteles ni a fiestas, no le gustaban los reflectores. Era feliz en su estudio: un mar de sintetizadores, cablerío, dispositivos electrónicos vintage: una orquesta que construyó igual que lo hizo Conlon Nancarrow en su casa de la colonia Las Águilas, en la Ciudad de México, y que tuve el privilegio de conocer.

De manera que, sin drama, podemos decir que Vangelis se lleva a la tumba su música. No tiene intérpretes. Él era su propio intérprete. Nos hereda, eso sí, más de medio centenar de discos, todos ellos obras maestras.

La idea original de este Disquero era rendir homenaje a Papathanassíou mediante una revisión de toda su discografía. Al escuchar una y otra vez desde hace muchos días su disco Juno to Jupiter, la decisión cambió: este disco amerita una revisión por separado. Concentrarse en reseñarlo significa reseñarlos todos, porque contiene todos los atributos, cualidades y maravillas de todos sus álbumes. Me atrevo: es su mejor disco, el más completo, el más redondo (literalmente), el que sintetiza todo su pensamiento, sus anhelos, donde concretiza todas sus búsquedas, donde hallamos todos sus hallazgos.

Entre los elementos alrededor de los cuales giró la vida de Vangelis, destaquemos tres: la mitología de la antigua Grecia, esa cultura fundadora, la ciencia y el espacio sideral.

Añadamos dos, fundamentales: la poesía y la belleza.

El hilo conductor entre esos elementos es la poesía. Su poesía. Porque pocas músicas merecen ser nombradas por su condición mayor: su poética.

La música de Vangelis constituye una poética.

Desde su bellísima pieza titulada a lo Debussy: La petite fille de la mer (La hija menor del mar), contenida en el disco con el que se abrió el camino a la eternidad: L’apocalypse des animaux (El apocalipsis de los animales), Vangelis ha construido un mundo de sueños, ensueños, ensoñaciones.

La melodía infinita a lo Wagner (el inventor de ese recurso técnico conocido desde entonces como melodía infinita) que anima esa obra, La petite fille de la mer, es un estado del alma, un beso de hada, un ángel que sonríe.

Al igual que todos los filósofos en la historia, la gran pregunta que movió la creación artística de Vangelis fue: ¿Cuál es el sentido de la existencia? La respuesta está en el cosmos, dijo desde niño, y es por eso que prácticamente toda su música tiene como protagonista el espacio, lo espacial, los viajes espaciales, la indagación del universo.

Por eso su obra cumbre, el disco Juno to Jupiter, se llama así, porque Juno es la sonda espacial encargada del estudio del planeta Júpiter, para desentrañar los misterios de la evolución del sistema solar. Fue lanzada en 2011 desde el Centro Espacial Kennedy de la NASA y llegó a la órbita de Júpiter en julio de 2016; en ese momento, cuando la nave frenó en Júpiter, Vangelis se puso a vaciar en música las ideas que incubó por años.

Los títulos de los distintos pasajes del disco, 18 en total, denotan las certezas de Vangelis: el cosmos es un ser vivo y en constante evolución. Y por eso Vangelis dota de vida propia a la sonda espacial Juno y le da la capacidad de experimentar emociones, introspecciones, pensamiento propio (ahí te hablan, Hal) y la nombra así, en el track 13: Hera / Queen of the Gods.

Hay momentos del álum que hacen llorar de tan hermosos, como el track 9: Juno’s Tender Call, donde la soprano griega Angela Gheorghiu, máxima figura de la ópera mundial (su par es Anna Netrebko), musita pasajes de ternura infinita, en una atmósfera operística que corona momentos sencillamente sublimes. Canto sin palabras.

Hay episodios que demuestran el genio de Vangelis, comparable a los compositores que sí son reconocidos como gigantes de la música, como el track 15: Jupiter Rex, impresionante pieza sinfónico coral que recuerda las obras monumentales de Gyorgy Ligeti, el compositor favorito de Stanley Kubrick, otro autor interesado en el espacio sideral y sus significados y connotaciones de misterio y sabiduría para la vida de los humanos.

En una entrevista que concedió Vangelis a mi colega y tocayo Pavlos Papadopoulos en 2016, cuando llegó Juno a Júpiter y comenzó entonces Vangelis a componer el disco que hoy nos ocupa, pone de manifiesto sus preocupaciones.

La primera de ellas es un problema que data de milenios, cuando ocurrió la destrucción de lo que Vangelis denomina El Intelecto Griego y la música fue separada de las matemáticas, así como del Partenón fueron separadas sus esculturas. “¿Por qué lo hicieron?”, se pregunta Vangelis ante Pavlos. Porque al separar la música de las matemáticas, argumentó Papathanassíou, la ciencia pudo materializar su sueño: formar una teoría general del universo. Se trata, lamentaba el músico, “de una suerte de castración que perdura hasta nuestros días”.

La música, definió Vangelis ante Pavlos, “es la única fuerza que puede llegar a la verdad, pero al ser una herramienta intelectual, opera de manera absolutamente deductiva. Y la verdad siempre es objetiva”.

Hubo una vez, caviló Vangelis frente a Pavlos, “que este lugar llamado Grecia era el epítome de las artes, la ciencia y la filosofía. Hoy día, todo este conocimiento, que aún se enseña en las escuelas y en las universidades, ha sido quirúrgicamente extirpado a través de los años de nuestros libros y de nuestras conciencias, y eso tiene un impacto muy negativo en la humanidad”.

A pesar de todo, Evángelos Odysséas Papathanassíou nunca perdió la esperanza: “El conocimiento cultivado en la antigua Grecia perdurará por siempre. Los bienes intelectuales que Grecia dio a la humanidad no se han terminado aún y eso ocurre porque mis ancestros siempre tuvieron a la madre naturaleza como la unidad de toda medida. Fue de esa manera como descubrieron las verdades inalterables y objetivas”.

Y así es: Vangelis desarrolló una corriente de pensamiento única y personal, asentada en tres verdades inalterables y objetivas: la cultura del helenismo, la ciencia y la conciencia del espacio sideral. Fue así como creó un sonido. Es por eso que uno escucha tres acordes, solamente tres primeros acordes, y dice de inmediato: “¡Vangelis!”, de manera semejante a cuando uno escucha los primeros cinco compases de la Quinta Sinfonía y exclama: “¡Beethoven!”, de la misma manera como uno escucha las primeras notas del segundo movimiento del Concierto 21 para Piano y dice de inmediato: “¡Mozart!”

Last but not least: Vangelis construyó estudios que fueron sus casas: por ejemplo el Studio Nemo, en Londres, y el Epsilon Studio, en París, con decenas de sintetizadores, principalmente análogos, de los cuales su favorito era el Yamaha CS 80; pero tenía sintetizadores Moog, un Prophet Five (el favorito de Philip Glass), arpas digitales que eran secciones enteras de cuerdas de orquesta sinfónica, secuenciadores, sintetizadores digitales, pianos eléctricos, órganos, instrumentos acústicos, sampleadores, unidades de efectos de sonido, vocoders (distorsionadores de voz humana), computadoras que eran combos de percusiones, módulos…

Pero su herramienta principal fue la poesía. Su poética.

Con todas esas armas, y con su enorme corazón y su espíritu guerrero digno de ser narrado por el ciego Homero en sus gestas helénicas, Evángelos Odysséas Papathanassíou creó belleza. Mucha belleza.

Gracias, amado Vangelis, por tanta belleza.

Te veo flotar junto al planeta que lleva tu nombre junto a los cuerpos celestes para los que hiciste música y ahora eres parte de esa música.

Brillas como la luz eterna.

Anuncio
Anuncio
Anuncio
Anuncio
Anuncio
Las más leídas
Foto Cuartoscuro / Archivo
07:32
Escucha el artículo Tiempo de lectura: 4 min.
135 Reproducciones

El ex presidente invirtió más de $11 millones para obtener la ‘‘golden visa’’, asegura el diario ‘El País’. Detalla que en 2020 compró un local comercial.

Anuncio
Anuncio
La Jornada
La Jornada
lunes 30 de mayo de 2022
Ciudad de México
lunes 30 de mayo de 2022
19°C - muy nublado
Ciudad de México, CDMX
19°C - muy nublado
Anuncio
Anuncio