Verano, 2016. Luego de 17 años de ausencia, Mikey Davies (Simon Rex) regresa a su pueblo natal, Texas City para intentar hacer las paces con Lexi (Bree Elrod), la esposa que abandonó, y con su suegra Lil (Brenda Deiss), quien hasta ahora ha sido la única compañía de su mujer. En realidad, Mikey no tiene un centavo, sólo busca un albergue temporal y la manera de rehacer su vida a sus 45 años.
El historial laboral que presenta a sus posibles contratadores muestra un vacío de casi dos décadas de inactividad fuera de la que él presume sin empacho: bajo el seudónimo de Mikey Saber, el hombre fue una estrella del video porno (“gugléenme”, exclama orgulloso), ganador en Los Ángeles de varios premios AVN (equivalente de los Óscar en el entretenimiento para adultos), pero ahora se le ve muy venido a menos. Simpático, jovial, bastante ingenuo y burdo, el personaje tiene la habilidad suficiente para congraciarse pronto con la esposa y la suegra, y luego con algunos lugareños en ese poblado de 50 mil almas que lo habían ya casi olvidado.
En Red Rocket (2021), la nueva cinta del notable cronista de marginalidades urbanas Sean Baker ( Tangerine, 2015; The Florida Project , 2017), la trama se desarrolla en un pueblo fantasma en un año mediáticamente dominado por la campaña electoral de Donald Trump a la que se le presta escasa atención y sobre la cual nadie opina nada. El aura de celebridad, por desvencijada que sea, con la que se presenta Mikey Davies es en sí un acontecimiento inesperado y una curiosa distracción en ese clima de tedio.
Una a una van cayendo las primeras reticencias en su contra: Leondria (Judy Hill), una matriarca afroestadunidense, traficante de mariguana, lo emplea en sus faenas diarias; un vecino, Loonie (Ethan Darbone), ingenuamente seducido por el carisma del veterano semental hollywoodense, le sirve de chofer y cómplice en su tráfico de drogas; y finalmente, una suerte de Lolita texana, la pelirroja pecosa de 17 años Raylee (Suzanne Son), tampoco escapa al extraño encanto de este has-been cuarentón, cuyo talento único en la vida ha sido la destreza (algo ya gastada, aunque reanimada hoy por el Viagra) en el manejo de ese instrumental suyo, muy de talla, por debajo de la cintura.
Como en sus películas anteriores, el director combina aquí los talentos de actores profesionales con la espontaneidad de principiantes. El caso del protagonista Mikey Davies es revelador, pues quien lo interpreta, Simon Rex, un seductor comediante y presentador televisivo, ocasionalmente modelo y actor en la saga de Una película de miedo ( Scary movie , 2000-2013), encarna a la perfección una imagen híbrida de tonto de pueblo y depredador sexual narcisista. Con esa estrategia abusiva procura asegurar su posible retorno al Hollywood de Boogie Nights (P.T. Anderson, 1997), para recobrar el prestigio perdido.
El director Sean Baker, experimentado observador de las conductas femeninas, elige ahora concentrarse en la compleja personalidad de Mikey Davies y su rapido tránsito de una celebridad socialmente impresentable y efímera a una condición final de perdedor nato incapaz de capitalizar ventajosamente sus atributos y encantos, dejándose engatuzar por un círculo de mujeres revanchistas, quienes sí sacan el mayor provecho al manejar a su antojo las vulnerabilidades de este varón domado. Algunos comentadores estadunidenses han visto en Mikey una encarnación agraciada del patético misógino Donald Trump, quien recurrentemente aparece en los carteles y noticieros en la película. La comparación es arriesgada, por decir lo menos.
Esta comedia negra sobre las vicisitudes, tropiezos y desgracias de un fetiche sexual ya casi exhausto es uno más de los análisis lúcidos y desencantados a los que se libra Sean Baker en ficciones que bordean el documental.
Se exhibe en la sala 2 de la Cineteca Nacional, a las 15 y 20 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1