l poder político está inmovilizado. La presidenta Sheinbaum ha logrado manejar con tino y tacto la espinosa y decisiva relación con Trump y el Estados Unidos que encarna. Ha sabido tomar distancias con la política de AMLO en materia de seguridad, aunque sus logros tardarán tiempo en expresarse dado la gravedad del control criminal de territorios a través sobre todo de la extorsión. Y aunque ha implementado una política económica estabilizadora –algunos la llaman estancamiento estabilizador–, le falta el componente central: una política fiscal profunda.
Y el poder político está casi congelado.
Irreversibles. No hay nada peor que juzgar una estrategia que requiere actos repetitivos como un triunfo irreversible. No hay nada irreversible cuando se promulgan transformaciones que afectan intereses. Las reformas no son actos fundadores, sino procesos de deliberación y acuerdos. Por ello se necesitan desagregar para establecer los propósitos y construir coaliciones en cada etapa.
Fragmentación. Una profunda desigualdad está en la base de políticas públicas fallidas. Privilegios para unos cuantos impiden el imperio del estado de derecho. No se debe jugar a mayorías y minorías parlamentarias como si tuviéramos una democracia consolidada. El ámbito partidista expresa una parte de la pluralidad social. La crisis del corporativismo, el estancamiento económico, la inseguridad pública han fragmentado al cuerpo social. Se requiere un proceso de reconstrucción del poder del Estado y también de la sociedad.
Secuencia. Las reformas no son actos fundadores, como se suponían que sí eran las revoluciones. La diferencia central no es sólo es el gradualismo, sino la secuencia. Siendo procesos de larga duración importa mucho qué va primero y qué va después.
Las primeras reformas. Las reformas de los noventas suponían un funcionamiento sin obstáculos de los mercados y sin contrapesos del Estado. Nunca funcionaron así ni aún en los casos extremos de los gobiernos deReagan, Thatcher e incluso Pinochet. Se les cruzó en el camino esa sociedad que la Thatcher declaró palurdamente que no existía.
Una presencia ¿enfadosa? En efecto, la sociedad sí existe. Por ello las reformas deben ser graduales, porque por su propia naturaleza las reformas implican un proceso pedagógico. Aprenden todos: los actores sociales y los agentes gubernamentales. Así se construyen nuevas instituciones. Las reglas del juego son formales –se encuentran en las leyes y códigos–, pero también son informales a través de normas de conducta. Dado que suponen mecanismos de enseñanza y aprendizaje, el verbo central de los reformadores es el de rectificar.
Manif. Las manifestaciones son actos políticos. Siempre. Sean 10 personas que interrumpen la circulación en Paseo de la Reforma, sean mitines masivos de apoyo al gobierno o sea manifestaciones de oposición.
Antes y ahora. Yo me estrené en manifestaciones públicas en 1965, a los 18 años en una protesta contra la intervención gringa en República Dominicana. Mi bautizo fue un madrazo con una hebilla mientras corría por una calle aledaña. Ahora, casi todas las manifestaciones han sido pacíficas con intervenciones gubernamentales muy acotadas. Nos acordamos, desde luego, de la violencia contra la manifestación antiPeña Nieto en su toma de posesión.
Bloque Negro. En cambio lo que ha venido pasando desde hace al menos dos décadas es la infiltración de pandillas violentas que destruyen instalaciones y golpean a personas –en los últimos años con palizas salvajes a policías que van a las manifestaciones en calidad de ofrendas propiciatorias–, y cuyo propósito es inhibir la participación ciudadana en las calles. Después de casi 30 años de gobiernos de izquierda en la Ciudad de México es inaudito que no se sepa quiénes son y quiénes manejan a ese enjambre de pandillas de delincuentes.
¡Por el bien de todos, primero los nombres de todos los que dirigen esas bandas de vándalos!












