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Ciudad perdida

Que todos paguen, empeño de la 4T

E

l que no paga impuestos, le roba a la gente, al país: es un ladrón.

La sentencia no parece hacer justicia a lo que se nos ha hecho pensar, no siempre sin razón, sobre el destino de las obligaciones pecuniarias. A fin de cuentas, aquello de ladrón que roba a ladrón…, explicaba el porqué del recelo ciudadano a cumplir con una ley que en el papel debería beneficiar a todos.

Y es que durante muchos años, los dineros que recababa el gobierno no tenían otro destino que no fuera el de beneficiar a los políticos encumbrados o a los amigos de ellos que construían empresas exitosas que les llenaban los bolsillos con los oros de la gente.

Entonces, no pagar impuestos era, hasta cierto punto, un acto de justicia. Los datos duros y puros nos confían la verdad: México está en uno de los lugares más bajos en recaudación de impuestos como porcentaje del producto interno bruto (PIB), entre los países de la OCDE. Aunque ha logrado, desde el sexenio pasado, aumentar el porcentaje de los que sí cumplen con la obligación, aún se halla en los lugares más bajos en la tabla que mide lo recaudado.

Lo que mejor se ha logrado, con números hasta 2023, es obtener 17.7 por ciento del PIB, muy por debajo del 33.9 por ciento del promedio que recaudan los países miembros de la OCDE. Si la comparación se hace con los países de la región, tampoco logra un buen lugar. En América Latina, el porcentaje de recaudación respecto del PIB es de 21.3 por ciento, también lejos de lo logrado por México.

Según Forbes, la empresa que mide la riqueza de la gente, después de Brasil, que cuenta con 65 multimillonarios, está México, con 13, arriba de Chile, Argentina o Colombia, entre otros. No queremos decir que todos los multimillonarios mexicanos tengan entre sus arcas dineros que no pagaron al fisco, pero es muy probable que alguno de ellos atesore en sus cuentas una buena cantidad de millones que no están disponibles para utilizarse en obras para el beneficio de todos.

Robar no es hacer negocios, robar es arrebatar con engaños, con acciones corruptas lo que es de todos para el beneficio de uno, eso es lo que se trata de combatir y en eso es en lo que está empeñada la 4T.

Sí, tal vez esa sea la parte medular de la transformación, cambiar la idea del gobierno enemigo de la gente, ladrón, por un gobierno en el que se pueda tener confianza porque sus hechos están aquí, son palpables, transparentes, no huyeron a Madrid a refugiarse en la sombra de la democracia de los súbditos.

Y no es cosa de que el cambio se dé de la noche a la mañana, no hay varita mágica que enderece más de tres décadas de corrupción de un día para otro. Seguramente pasarán muchos años para que las cosas cambien, pero el esfuerzo se está haciendo, aunque siempre se cuelen traidores que sirvan de pretexto para darle armas a quienes se niegan al cambio. Nada más.

De pasadita

Lo que sí debe quedar claro es que las leyes mexicanas no pueden ni deben, en bien, por ejemplo, de la libertad de expresión, permitir que el traidor busque menoscabar la credibilidad del gobierno, en este caso de Claudia Sheinbaum, impunemente.

Es necesario hacer un juicio popular en contra de Ernesto Zedillo, ese que pactó (negoció) la Presidencia de la República con el gobierno gringo, con los resultados que todos conocemos y que nos mostraron de qué es capaz el PAN en el gobierno.

No, no se trata de poner la picota en el centro del Zócalo, se trata de que quien no quiere ser mexicano, que renuncie o que le cancelen la nacionalidad para que diga y haga desde el rincón que quiera, pero no en nombre de México.