Política
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Enrique Ballesté: teatro, canto y poesía
“S

oy cuando me pregunto. Soy cuando me reparo los agujeros”, o “Y de nuevo en la calle me remiendo la ilusión / Y de nuevo en la calle yo me muerdo el corazón / Y de nuevo en la calle yo me vuelvo aparador”. Desde este lugar existencial el artista mira, escribe, canta y acciona. Su canto, como su teatro y su poesía, insisten en mirar al otro lado de las caretas sociales, la historia no contada del progreso y el capital. La memoria del padre fue fundamental:

Soy hijo de un refugiado de la guerra civil española; de los últimos que estuvieron en el frente de Barcelona y con su hermano estuvieron en los campos de concentración franceses. Un día dijeron: “hay un último barco que va a salir”; pensaban que podía ir a África, pero no fue recibido y anduvo vagando, y lo recibió Cárdenas.

Así llegó Sebastián Ballesté Marquet, separatista y anarquista catalán a México, donde conoce a Margarita Gálvez Linares, de Veracruz; procrearon a Nury, Mercedes y Enrique. De España vino Mariano, el medio hermano 12 años mayor que tomó al hermanito como compañero de andanzas y lo inició en pasiones como la música, el canto, las muchachas y el futbol.

Mi hermano era muy galán, y las chavas, por ligárselo a él, me ligaban a mí; me sentaban en las rodillas y me daban besos, pero eso significó cantidad de cosas como la música, y el teatro, lo que me dio origen a mí.

Siendo niño, Enrique hacía canciones y montaba pequeñas obras teatrales que presentaba a sus primos y amiguitos en la sala de la casa familiar, junto con su hermana Meche, quien más tarde cantaría en el grupo Seguimos lo Mismo. Narra René Zúñiga:

Dice que sus primeras canciones se las enseñaba a todos; cantaba, bailaba, actuaba, menos a sus padres… porque se adormilaban en su sillón y eso a Enrique no le gustaba.

El camino del joven Enrique tuvo un viraje brusco, que lo alejó de las canchas de futbol para concentrar su atención en el teatro y la música. Pero el gusto por ese deporte nunca desapareció, al resultarle una especie de microescenario del comportamiento humano.

Yo iba a jugar futbol, era mi vocación. Jugaba en el Atlante, pero pierdo mi ojo. Pero soy un fanático del futbol; creo que reproduce una situación social en todo el mundo, que es de alguna manera ejemplo para ver cómo te comportas.

Estudia filosofía y letras, contradiciendo la expectativa familiar de estudiar química. Vio sus posibilidades en el teatro y la música.

La guitarra fue una herramienta y el teatro; ambos fueron creciendo paralelamente. Pero mi padre dijo: “te tienes que ir a estudiar a España”. Entonces vendí mi biblioteca, me fui en barco, y a los siete meses dije: “¿qué hago aquí?” Debo ir allá. Y llegué en el 68.

El viaje a Europa dejó aprendizajes, pero también una sensación de soledad. En Barcelona, con 21 años, se entera de la muerte del Che Guevara y vuelve a México, donde sus preocupaciones sociales cristalizaron durante la XIX Olimpiada Cultural.

En el 68 regresé fracasado; no conquisté Europa. Era un indiano que se había ilusionado con que en Europa estaba lo mejor del teatro, y llegando aquí se dio un parteaguas, los jóvenes nos metimos a un proceso social: “Ya no nos tienen que decir lo que tenemos que hacer. Nosotros vamos a hacer lo que queremos, lo que creamos; nuestras manos y razón nos van a dar una vida más real, más justa”.

Teatro y el canto como vía de participación política; por esos días gana el premio Celestino Gorostiza por su obra Vida y obra de Dalomismo.

El medio me abrumaba porque muchos compañeros se fueron a la guerrilla, y yo dije no, porque yo tenía una carrera que quería desarrollar. Hice Vida y obra de Dalomismo .

Galardonado como el Dramaturgo del 68, Enrique rechazaba el ambiente teatral de premios y lisonjas, ajeno al compromiso social y político.

El 68 me dio tema: “si yo soy mexicano, ¿qué estoy haciendo?”; crecer con los maestros del exilio, muy bien, te dan nivel, pero no te dan país; el 68 me lo dio. Y yo me la pasé cantando mis canciones, al estilo Serrat, al estilo Judith Reyes. Pero yo no estaba politizado y el 68 me generó una gran reflexión de qué pasaba en mi país, de qué estaba yo haciendo. Por un lado me dije: “yo tengo mi herramienta”, pero por otro lado “no he hecho mi herramienta, no la he practicado”. Entonces traté de empezar a hacer canciones hablando de los temas, incluso panfletariamente.

En la dramaturgia desarrolló propuestas técnicas, pedagógicas y metodológicas, como el “teatro inmediato” y el “teatro necesario”, al frente, por más de tres décadas, del grupo de teatro y música Zumbón y formando generaciones de dramaturgos y actores independientes.

Argelia Ek Ballesté Viveros dirige un digno y amoroso trabajo de difusión del archivo de su padre, trabajando la memoria, conservando y difundiendo su prolífica obra. Muestra de ello, la coordinación de obras como Antología dramática I y II (2017), Memoria del 68, el poemario Re-Volver (2024) y su tesis, pendiente de publicarse: Enrique Ballesté: Construcción de un archivo personal y una memoria colectiva.

* Autora de Cantar de fuego