El museo Bundeskunsthalle le dedica una retrospectiva con motivo de su aniversario
Jueves 14 de agosto de 2025, p. 6
Düsseldorf. Cuando nació Wim Wenders, a su alrededor sólo había escombros. Pocos días antes se habían lanzado dos bombas atómicas sobre Japón. En su ciudad natal, Düsseldorf, la guerra ya había terminado, pero gran parte de la ciudad alemana estaba destruida.
Quizás fue entonces cuando empezó a desarrollar su capacidad para observar, para encontrar belleza en lugares impensados. Al pequeño Wim le encantaban esas ruinas en las que otros sólo veían la guerra. “Cuando tenía dos o tres años, me la pasaba en los sótanos y entre montones de escombros”, cuenta a Dpa, explicando que era un niño pequeño y no conocía otra cosa. “Para mí eran parques de diversiones.
“A los niños no se nos permitía entrar, pero aun así nos colábamos”, recuerda. “Al principio, fue un shock darme cuenta de que había sitios más bonitos”, añade.
Hoy, Wim Wenders cumple 80 años y es un director de cine de fama mundial. En sus películas, los lugares desempeñan un papel significativo. Ni siquiera es necesario haberlas visto, basta con leer sus títulos para saberlo, como con París, Texas o El cielo sobre Berlín. El alcance de la obra de Wenders se puede apreciar actualmente en Bonn, ya que el museo Bundeskunsthalle le dedica una gran exposición con motivo de su cumpleaños.
A algunos artistas sólo se les concede este tipo de reconocimiento tras su muerte. Wenders, en cambio, sigue en plena actividad: en 2026 podría estrenarse su próxima película, un documental en tercera dimensión sobre el arquitecto Peter Zumthor. El año pasado volvió a ser nominado al Oscar por Perfect Days.
Recientemente se estrenó el cortometraje Schlüssel der Freiheit (La llave de la libertad), que rodó para el Ministerio de Asuntos Exteriores. En realidad, Wenders quería ser pintor. Nació en 1945 y, en 1949, su familia se mudó primero de Düsseldorf a Boppard y luego a Oberhausen. Las primeras imágenes que vio fueron reproducciones de Vincent van Gogh y Camille Corot. Pronto empezó a dibujar él mismo. En la exposición de Bonn se puede ver un dibujo infantil suyo en el que aparece un caballero luchando contra un dragón. Él mismo no sabe quién lo guardó, aunque duda que fuera su madre: “Ella tendía más bien a deshacerse sin piedad de todo lo que encontraba”, dice. Al principio, sus padres no estaban muy entusiasmados con sus ambiciones artísticas. “Mi madre siguió esperando durante mucho tiempo en secreto que yo llegara a ser ‘alguien’ en la vida”, señala Wenders.

Desde el punto de vista de su madre, al principio las cosas no pintaban nada mal. Wenders estudió medicina y filosofía. Sin embargo, en 1966 dejó estos estudios y se fue a París para convertirse en pintor. El lugar más importante para él allí fue la Cinémathèque Française, un instituto cinematográfico en el que se proyectaban clásicos del cine desde las 14 horas hasta bien entrada la noche. Allí, Wenders vio más de mil películas en un año.
El cine se convirtió así en su expresión artística. A partir de 1967, formó parte de la primera promoción de la Escuela Superior de Cine y Televisión (HFF) de Múnich. Con la adaptación cinematográfica de la novela de Peter Handke El miedo del portero ante el penalti (1972), se convirtió en el abanderado del “nuevo cine alemán”. La melancólica París, Texas (1984) fue considerada pronto una obra maestra y ganó la Palma de Oro en Cannes. El cielo sobre Berlín (1987), en tanto, es una meditación icónica sobre la ciudad, entonces aún dividida.
Sin embargo, si hay un género con el que se le sigue asociando hoy día, ese es sin duda la road movie: en las obras de Wilhelm Ernst Wenders (su nombre real), las personas suelen encontrarse a sí mismas durante los viajes. Este mecanismo también se aplica a él mismo. Ya desde niño quiso salir y conocer otros lugares. “‘Estar en otro lugar’ se convirtió en mi tema”, explica. “Y fue también un tema en mi cine”, añade.
Tampoco suele rodar ateniéndose estrictamente a los guiones. “No volví a mirar la mayoría de los guiones desde el primer día de rodaje. Tampoco tenía por qué volver a mirarlos”, asegura. “Rodar según un guion es más una reproducción que una producción. Por eso, muchas películas parecen productos de fábrica. Y eso no me divierte”, explica.
El movimiento es esencial para él. Quizás por eso frunce el ceño cuando se le pregunta por los nuevos medios de comunicación. “Creo que es muy importante que los jóvenes se expongan a cosas nuevas. En Internet también puedo exponerme, pero es una forma completamente diferente, es virtual y no real”, destaca Wenders. Para él, siempre es mejor un parque de diversiones.