Lunes 11 de agosto de 2025, p. 10
Reconocer el valor de los pueblos originarios implica mucho más que admirar su folclor o preservar sus artesanías; significa abrir un espacio “real” para que su voz tenga peso en las decisiones que afectan sus territorios, su medio ambiente y su forma de vivir, afirmó la Iglesia católica.
En el Día Internacional de los Pueblos Indígenas (9 de agosto), la Arquidiócesis Primada de México, en el editorial Desde la Fe, señaló que estos poblados “interpelan con una fuerza silenciosa, pero firme”, en un mundo que avanza a ritmo vertiginoso, donde las culturas tienden a homogeneizarse y la memoria se diluye.
Estas comunidades, afirma, demuestran que el progreso no puede medirse sólo en cifras económicas, sino en la capacidad de vivir en equilibrio y en paz con lo que los rodea. Su modo de entender la vida, aseguró, no es un vestigio del pasado, es una fuente de sabiduría para el presente y una brújula para el futuro.
“Son guardianes de valores esenciales: el respeto por la naturaleza, la centralidad de la familia y la comunidad, la gratitud por los dones recibidos y la conciencia de que la vida es un regalo que se cuida en cada etapa”, consideró.
Valorarlos, precisó, es asumir que sin ellos y sin su aporte comunitario, el mundo pierde un pilar de su identidad, puesto que custodian lenguas, ritos, símbolos y saberes que son fruto de siglos de relación armoniosa entre comunidades.