Festival de Danzas Negras muestra las expresiones que han sido marginadas de los grandes teatros

Lunes 11 de agosto de 2025, p. 5
El Palacio de Bellas Artes abrió sus puertas para la inauguración del primer Festival de Danzas Negras: Reflexiones Afroindígenas, que honra tradición, resistencia y creación contemporánea en un diálogo inédito entre comunidades afrodescendientes e indígenas del Sur global. El encuentro reúne a 37 compañías y más de 300 artistas.
El sábado, en la sala principal del máximo recinto artístico del país, se dieron cita artistas, académicos, activistas, familias enteras y un público que, desde el primer toque de tambor, respondió con aplausos y admiración para reconocer las expresiones históricamente marginadas de los grandes escenarios.
La apertura estuvo encabezada por la directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), Alejandra de la Paz Nájera, y el coordinador nacional de Danza, Alonso Alarcón Mujica.
La funcionaria enfatizó que el festival es un acto artístico y un compromiso con la memoria y el reconocimiento constitucional de las comunidades afromexicanas, inscrito desde 2019: “Hoy inauguramos un relato danzado que desafía las narrativas que han blanqueado nuestras concepciones estéticas del cuerpo, de lo coreográfico y de las bellas artes”, dijo al declarar formalmente inaugurado el festival.
En tanto, Alarcón Mujica destacó que el festival representa la apertura de un portal simbólico para que las danzas negras encuentren un lugar permanente en México.
Una inauguración con cuerpo, voz y raíz
El arranque estuvo marcado por la energía de la compañía Memorias Danza Teatro (Colombia), que presentó Tierra fértil: Homenaje danzado a Manuel Zapata Olivella. Mediante una fusión de danza contemporánea y ritmos afrocolombianos, la pieza trazó un mapa de la vida y el pensamiento del escritor y defensor de la identidad afrodescendiente.
La segunda pieza de la noche, Raíz que no muere, de la Escuela Nacional de Danza Folklórica del Inbal, dirigida por Isaías Ángel, puso en el escenario la intensidad de la Danza de Diablos de la Costa Chica, con músicos de Llano Grande y Cuajinicuilapa, Guerrero.
Se trató de un ritual colectivo en el que el público se vio envuelto por el sonido de los zapateos y el impacto de las máscaras de los diablos, que danzaban con una energía ancestral, entre giros veloces y pasos firmes. Cada golpe sobre la tarima parecía convocar a las memorias de la Costa Chica, mientras los músicos, con tambores y sones tradicionales, marcaban un pulso.
En tanto ayer, en el segundo día del festival, se ofreció un viaje entre la música y la danza del Caribe colombiano y las tradiciones afromexicanas de Guerrero. En el Teatro de la Danza Guillermina Bravo del Centro Cultural del Bosque, la agrupación Colombia Negra, encabezada por Penélope Vargas, celebró con cumbia, currulao, mapalé y sexteto palenquero, en una fiesta de cayenas en el pelo, maracas y tambores.
En paralelo, el Grupo Nahual realizó, en el Pabellón del Jardín Escénico, el Fandango Tlixtleco, con zapateados vigorosos sobre la tarima, símbolo de la mezcla afrodescendiente, indígena y española.
El jueves y el viernes se desplegará un mosaico de propuestas: del virtuosismo afrocubano de Obini Bata al son jarocho afroveracruzano de Jóvenes Zapateadores (24 de agosto), además de talleres de maracatú brasileño, conferencias sobre memoria y fotografía en comunidades afromexicanas, y estrenos como Marik Folclórik, de Otredanza (Colombia).
La programación completa está disponible en danza.inba.gob.mx y en las redes sociales de la Coordinación Nacional de Danza del Inbal.