reve y contundente fue la Rayuela del lunes: ¡Aguas con convertir el Centro Histórico en un tianguis!
Nueve palabras advirtieron sobre un proceso que ha ido creciendo en el corazón de la Ciudad de México: el del desbordamiento del comercio ambulante en calles y plazas de la capital del país.
No nada más la Rayuela se ocupó del tianguis que se acrecienta en la Alameda, el mismo día en la contraportada de La Jornada el tema salió a relucir con el título Ambulantaje sin control en la Alameda Central
, y una fotografía con varios puestos en las cercanías del Palacio de Bellas Artes. En interiores la reportera Nayelli Ramírez Bautista dio cuenta del asunto con el encabezado Comercio informal invade de nuevo la Alameda Central
(https://www.jornada.com.mx/2025/08 /04/capital/029n1cap).
Ramírez Bautista entrevistó a la lideresa de la Unión de Marchantes en Movimiento AC, Sofía Dinorah Trejo, quien lamentó que de manera indebida se han instalado en la emblemática Alameda grupos que no cuentan con antecedentes en ningún área, ni en los programas de ordenamiento de 1993, 2006 y 2007, y desde este último, el gobierno de la ciudad ha carecido de un programa de atención al comercio popular
. La dirigente señaló que los nuevos comerciantes ambulantes pagan cuotas, a los que llamó seudolíderes, de entre 200 y 300 pesos diarios.
Si bien miles de personas dedicadas al noble oficio de venta ambulante son ejemplares por la dedicación y esfuerzos con que se hacen de ingresos económicos, también es verdad que tales características son aprovechadas por liderazgos que copan los espacios para ejercer el comercio en vías públicas e imponen cuotas a quienes deseen ofrecer sus productos y servicios a los transeúntes. Es decir, el comercio ambulante es cada vez más una actividad corporativamente organizada y menos resultado de un impulso personal que no debe rendir cuentas a quienes controlan para su beneficio a los vendedores. Los liderazgos que protegen a sus afiliados negocian con autoridades de distintos niveles para que, contra la normativa de los espacios públicos, no se remueva a sus agremiados de calles, avenidas y plazas.
En la Ciudad de México proliferan tianguis de todo tipo. Los hay de fin de semana, de un solo día (los mercados sobre ruedas tan populares y benéficos que se instalan por toda la urbe) y, como en la Alameda, los que son ambulantes/permanentes. Estos últimos se han multiplicado en el Centro Histórico y, al hacerlo, alteran y problematizan la que considero debería ser la función principal de un espacio singular por su valor cultural, social y arquitectónico. Todos los productos ofrecidos por los ambulantes en la Alameda se pueden adquirir en otros tianguis que le dan vida y colorido a la ciudad, pero solamente hay un Palacio de Bellas Artes, una Alameda Central, un Palacio de Correos, un Museo Nacional de Arte, entre muchos otros, que merecen ser bien resguardados por su majestuosidad y valor histórico.
En el pequeño libro de Salvador Novo, Los paseos de la Ciudad de México, el cronista inicia por definir el significado de caminar para recorrer placenteramente un lugar: “Pasear en coche es ya un contrasentido; porque pasear es dar pasos, caminar, ‘andar a pie’, como con redundancia decimos”. Precisamente pasear en la Alameda, según la nota de Nayelli Ramírez Bautista, se ha convertido casi en un deporte extremo, debido a la obstrucción del libre tránsito a paseantes y turistas por los comerciantes informales, quienes en familia o pareja sortean lo mismo diablitos de carga, grandes sombrillas, cajas de cartón y puestos formados por rejillas sobre bancos, en los cuales se exhiben productos, como muñecos de peluche, lentes de sol, así como vendedores con parrillas que expenden elotes asados
.
Escribe Novo que la idea de crear la Alameda fue del segundo virrey de la Nueva España, Luis de Velasco, y que le correspondió a su hijo, del mismo nombre y octavo virrey, allá por 1590
realizar el proyecto que incluiría una fuente y árboles, que sirviesen de ornato a la ciudad, y de recreación a sus vecinos
. Cabe anotar que la Alameda sirvió de inspiración para desarrollar el Central Park de Nueva York.
Hoy es complicado ir a la Alameda para intentar pasear en el sentido definido por Salvador Novo, a sentarse en alguna de sus bancas para descansar del paseo y conversar, a disfrutar en solitario alguna lectura o mirar el entorno. No pudo hacerlo, por ejemplo, un hombre de la tercera edad a quien una vendedora ambulante le exigió levantarse de la que considera su
banca para poner en ella pertenencias y mercancía. Ante la negativa fue señalado de acoso, por la autora de la exigencia, con la Policía de Género. Un video que circula en redes muestra que fue acusado falsamente el hombre que nada más quería descansar (https://www.excelsior.com.mx/tren ding/ladyalameda-acusa-acoso-adulto- mayor-quedarse-banca-vender/1731 071).
No hay en toda América Latina un Centro Histórico tan monumental y admirable como el de la Ciudad de México. Que las autoridades encargadas de proteger tan valiosa riqueza cultural y arquitectónica permitan sea inundado de comercio ambulante es un atentado contra el patrimonio que da singularidad a la capital del país. No permitamos que unos cuantos privaticen para sus intereses comerciales espacios públicos que son legado que pertenece a todos.