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Gerardo Tamez: mi obra tiene sentido; es una parte necesaria de nuestra cultura

El compositor habló con La Jornada a propósito del Premio Nacional de Artes y Literatura 2024 // Lo recibo con mucho agrado ahora que cumplo 60 años de trayectoria, apuntó

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▲ Gerardo Tamez Domínguez fue distinguido en la categoría de Bellas Artes; la ceremonia de entrega será 22 de julio en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.Foto María Luisa Severiano
 
Periódico La Jornada
Sábado 19 de julio de 2025, p. 2

La pregunta parece tomarlo por sorpresa. Resopla y se hace un silencio. El único de la charla. Son algunos segundos en los que, analítico, mira dentro de sí, hasta que responde con una ligera sonrisa: ¿Que si ha valido la pena dedicar mi vida a la música? ¡Claro que lo ha valido¡ Quizá suene un poco cursi, pero considero que mi obra y lo que he hecho tienen sentido. Siento que son una parte necesaria de la sociedad, de nuestra cultura.

De esa manera concluye la entrevista de casi una hora que Gerardo Tamez Domínguez concedió a La Jornada con motivo de la recepción del Premio Nacional de Artes y Literatura 2024, en la categoría de Bellas Artes, cuya ceremonia –según se le dijo– tendrá lugar el 22 de julio en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

El compositor, guitarrista, arreglista y docente nacido en 1948 en Chicago, Estados Unidos, asume este galardón –la más alta distinción que otorga el Estado mexicano a sus creadores– con mucho agrado, sorpresa y agradecimiento; además, se da ahora que cumplo 60 años de trayectoria. Entonces, viene en un buen momento. Estoy feliz.

Es un triunfo de la música de raíces, sostiene, ya que mediante su persona se reconoce nuevamente a una vertiente muy específica del vasto universo musical mexicano: aquella donde convergen lo académico y lo popular.

Antes, rememora, se hizo lo propio con sus colegas compositores Arturo Márquez, en 2009; Gabriela Ortiz, en 2016, y en 2013 con Javier Álvarez, fallecido en 2023, de quien poco se sabe que también era jaranero.

Lo que he hecho es un granito de arena, pero siento que tiene sentido. Puedo decir que mi trabajo ha sido bien recibido y ha tenido buena respuesta; aunque, de igual forma, ha habido épocas en que quizá no. Pero, en lo general, me ha ido bastante bien.

Rechaza así que en él aplique esa idea romántica del artista incomprendido: “Quizás en algún momento sí haya sido mi caso; de repente, sí sentí que no era el camino, porque lo que hacía no encajaba en esa corriente en la que estaban muchos de mis contemporáneos: la música de vanguardia. Pero, cuando yo la hacía, no me sentía natural, tampoco bien.

No quiere decir que no me guste. ¡Claro que me gusta lo que otros han hecho!, pero mi lenguaje no podía ni puede ser así; tiene que ser el mío. En algún momento, entonces, sí llegué a pensar que yo no estaba bien y que no debería dedicarme a la música. Por fortuna fue una etapa muy breve.

Arraigo en el folclor

La atracción y el arraigo de Gerardo Tamez por la música tradicional y popular le vienen de cuna. No es casualidad que a mediados de la década de 1960, siendo aún menor de edad, haya participado en la fundación de Los Folkloristas, legendaria agrupación dedicada a la investigación, ejecución y difusión de música tradicional latinoamericana.

Su abuela materna, que era esposa del cónsul general de México en Chicago, le dio en la infancia sus primeras enseñanzas musicales, en el piano, además de adentrarlo en la cultura de nuestro país.

A la par de las sonatas de Beethoven o Bach, escuché desde siempre mucha música folclórica. Aunque vivía fuera del país, me embebí de su cultura. Mi mamá (Rosa Elena Domínguez) también se dedicó al canto, lo mismo que mi tía Milla Domínguez, quien prácticamente fue fundadora de Los Folkloristas. Cuando empecé con ese grupo, tenía 17 años. Por eso digo que son seis décadas de carrera. Antes, estudiaba guitarra clásica, pero el folclor siempre ha sido muy importante para mí.

Incluso, admite que lo que ha buscado y encontrado en esa vertiente sonora es una forma de arraigo: “Nací en Estados Unidos, viví allí, cambié constantemente de residencia; además, mi familia se separó y tuve que vivir una época con mi papá, otra con mi mamá, luego con mis tíos o abuelos; fui a varias escuelas, algunas privadas, otras religiosas.

Ahora me doy cuenta: lo que siempre he buscado es, en el fondo, el sentido de identidad y pertenencia. Eso es lo que la música folclórica representa para mí. No quiere decir que no me gusten el jazz, el rock u otro tipo de géneros, pero, desde el ámbito social, aquella música es una afluente muy importante en mi vida y en mi escritura.

El compositor y concertista niega que ese transitar entre la música académica y la popular le genere conflicto, como tampoco ocurre con fusionarlas en una sola propuesta.

Al final, son parte de lo mismo. Por un lado, absorbemos de las raíces, y muchas de ellas son campiranas, campesinas, pero, por otro, somos urbanos, contemporáneos, estamos expuestos al Internet, a las redes sociales, al mundo moderno.

Describe su formación como anfibia: con un pie en el rigor académico del conservatorio y otro en la tradición oral de la música folclórica. Critica el menosprecio al que esta última ha estado sujeta durante años en los centros de enseñanza musical, si bien reconoce que algunas escuelas comienzan a incluirla, quizá no como materia obligatoria, dice, pero es un avance.

Si los jóvenes van para pianistas o violinistas en la música clásica, tiene mucho sentido exponerlos también a la popular y tradicional. Son expresiones de las que han abrevado muchos de los grandes compositores.

Gerardo Tamez celebra que en México se vive actualmente gran libertad y apertura en términos musicales, y como parte de ello, que la música tradicional y popular ocupe un lugar relevante entre las nuevas generaciones de artistas y estudiantes de la especialidad.

Los jóvenes que se preparan hoy en los conservatorios tienen interés genuino y sensibilidad especial hacia esta música. Ahora sí ya se permite, tiene ya anuencia en la academia. Es algo maravilloso lo que está sucediendo en la música mexicana, subraya.

Desde luego, veo que sigue siendo una educación muy europeizada, pero también hay una apertura a la música que tiene que ver más con lo nuestro. Las raíces ya se toman de forma más seria.

–¿Observa entonces un cambio positivo en la enseñanza musical en el país?

–En cuanto a la academia, sí, porque el cartabón europeo ya no pesa tanto, ya no es un molde. De hecho, muchos se están saliendo de él, y en una forma muy sana. Pero, claro, dándole todo el crédito a la teoría musical, los compositores y los docentes europeos que nos dieron muy buenas bases. Al final, somos portadores y creadores de música occidental, porque esa es nuestra cultura. También veo interés en expresiones de otros lugares; vivimos en una sociedad mejor comunicada y nos enteramos de todo lo que pasa en el mundo.

Fundador asimismo del Terceto de Guitarras de la Ciudad de México y del Ensamble Tierra Mestiza, que este 2025 celebra su vigésimo aniversario, el autor de obras emblemáticas en el repertorio nacional, como Tierra mestiza, aclara que aunque su música está más dentro de la vertiente tradicional, eso no implica que desconozca lenguajes contemporáneos y que no los haya empleado en su quehacer.

Es cuestión de ser genuino, de buscar autenticidad. Cuando compongo es como tomar una fotografía de lo que estoy viviendo en el momento. Mi obra es, entonces, algo autobiográfica.

La charla prosigue y, entre otros aspectos, el maestro habla del tímido coqueteo en su juventud temprana con el rock, de su paso por la carrera de actuaría y del ejercicio temporal de esa profesión, así como de su ópera inédita, Dos mundos, escrita en 1992 con motivo de la conmemoración del 500 aniversario de la llegada europea a América.