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Madres buscadoras: deber de justicia
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l 10 de mayo es una de las conmemoraciones más importantes para la sociedad mexicana, en la que se revive y celebra la centralidad de la figura materna no sólo en el seno familiar, sino en todo el tejido social. Sin embargo, a la óptica conservadora y machista con que tradicionalmente se ha ensalzado a las madres, desde hace años se suma un elemento trágico para empañar esta fecha: el de las decenas de miles de mujeres que no saben dónde están sus hijos, hijas, hermanos, nietos, cónyuges, desaparecidos por uniformados, grupos paramilitares, miembros del crimen organizado o las confusas mezclas y alianzas entre estos actores.

Por ello, miles de madres salieron a manifestarse ayer a fin de recordar que a ellas se les ha dejado sin nada que festejar y con mucho que exigir. En primera instancia, esclarecimiento: el reclamo, que hacen todos los días desde todos los espacios, de que las autoridades de los tres niveles de gobierno busquen y localicen a sus seres queridos; tanto a quienes han estado desaparecidos por décadas –en especial, las víctimas de la guerra sucia– como a los que fueron sustraídos en los recientes años, meses, semanas o ayer mismo. Claman también por justicia: no sólo porque en la inmensa mayoría de los casos se han negligido las tareas necesarias para dar con los responsables, sino porque, incluso cuando éstos se encuentran identificados por las víctimas y su entorno, prevalece una impunidad generalizada.

Se reconoce que ha habido avances en el tratamiento oficial de esta tragedia, tanto en los gestos como en lo práctico. Por ejemplo, mientras los altos funcionarios del calderonato amenazaban a las madres con judicializarlas si emprendían por su cuenta la búsqueda de sus seres queridos, hoy se les escucha en Bucareli, y sus opiniones y conocimientos se integran a las reformas legales propuestas por el Ejecutivo a fin de reforzar y crear instituciones encargadas de dar con el paradero de los desaparecidos. Sin embargo, está claro que estos cambios son insuficientes, pues el grueso de las tareas de búsqueda sigue recayendo en las víctimas indirectas y las personas siguen siendo desaparecidas en gran parte del territorio nacional.

Como expresó ayer nuestra compañera Blanche Petrich, al buscar a los suyos, las madres buscadoras hacen suyos a todos los demás. Hay en su labor una entrega, una abnegación que siempre se han identificado con la feminidad y con la maternidad; muchas veces, para mantener a las mujeres sometidas a dictados patriarcales y excluidas de la esfera pública. Una abnegación que no debería pedirse a nadie y que multiplica en ellas el dolor de esta tragedia que nadie debe padecer. Por ello, la mejor manera de agradecer a las madres mexicanas consiste en movilizar todas las capacidades del Estado para encontrar a los desaparecidos, presentar a los responsables ante la justicia y erradicar este delito que atenta contra toda la sociedad.