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77 Festival de Cannes
Una película prohibida para concluir
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añosamente, el festival se guardó para el último día de la competencia su carta más fuerte en términos de relevancia periodística. Según se sabe, el cineasta iraní Mohammad Rasoulof tuvo que escapar clandestinamente de su país para asistir a Cannes y presentar su película La semilla del higo sagrado. Eso después de ser condenado a ocho años de prisión, latigazos y la incautación de sus propiedades, por el tribunal revolucionario.

Uno entiende dicha persecución al ver la película. Lo filmado por Rasoulof es una crítica abierta a la política draconiana e intolerante que rige en Irán. Y lo hace a través de una familia cuyo padre, Imán (Missag Sareh) ha sido recién nombrado investigador del tribunal revolucionario, precisamente, para beneplácito de su esposa (Soheila Golestani), aunque es tan secreto que no se lo puede decir a sus hijas adolescentes (Mahsa Rostami, Setareh Maleki).

Ellas participan de una actitud contraria al régimen –son puras mentiras, dicen cuando ven los noticieros de la tv oficial– y ayudan a una amiga que ha sido brutalmente herida por la represión policiaca durante manifestaciones estudiantiles. Sin embargo, la trama da un giro cuando Imán pierde su pistola, falta que le podría acarrear tres años de prisión.

El asunto pasa de lo general a lo particular. El hombre se pone paranoico y, en un viaje a su casa en provincia, acaba sometiendo a sus familiares a un interrogatorio propio de su metodología profesional. En un final metafórico, Rasoulof confía en que serán las nuevas generaciones quienes acabarán sepultando al viejo régimen.

Rasoulof se toma su tiempo –casi tres horas de duración– en una narrativa a veces reiterativa. Pero consigue lo más importante con elocuencia. No me sorprendería que el jurado le otorgara algún premio significativo –incluso la Palma de Oro–, dado además el drama personal del realizador.

Por su parte, la última concursante oficial fue La plus précieuse des marchandises ( La más valiosa de las mercancías), del mamarracho consentido del festival, el francés Michel Hazanavicius. Conocido por sus pastiches, el director ha intentado ahora el cine de animación con una fábula sobre una bebé rescatada por la esposa de un leñador en el bosque, después de ser arrojada por su padre de un tren que transporta judíos a un campo de exterminio.

El tipo de animación es estilizado si bien estéticamente no es la gran cosa. Cuando se trata de ilustrar el campo nazi, recurre a dibujos expresionistas para ilustrar el horror. El mayor mérito le corresponde al compositor Alexandre Desplat, por su expresiva partitura.

Ya se han otorgado algunos premios extraoficiales. En la Semana de la Crítica la ganadora fue la argentina Simón de la montaña, de Federico Luis. Obviamente causó júbilo entre la prensa argentina presente, pues contradice las medidas del presidente Milei para desmantelar a la industria cinematográfica de su país. Mientras que, en la Quincena de Cineastas, la española Volveréis, de Jonás Trueba, obtuvo el premio a Mejor Película Europea y el de Mejor Película de toda la sección. Y finalmente, en Una Cierta Mirada, ganó la china Gou zhen ( Perro negro), de Guan Hu, superior a muchas de las películas en concurso.

En esta ocasión no haré pronósticos del Palmarés porque la caballada estuvo demasiado flaca. Me limitaré a mencionar las tres películas que me parecieron notables: Emilia Pérez, del francés Jacques Audiard, Grand Tour, del portugués Miguel Gomes y La semilla del higo sagrado, de Mohammad Rasoulof. Si ganan algún premio me daré por bien servido.

X: walyder