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Para una (otra) semiótica de la información
S

erá peor la ofensiva de los meses próximos, porque los escenarios electorales son caldos de cultivo para ensanchar el reino de su pandemia de engaños. Bajo la dictadura de la información-mercancía, intoxicarán paradigmas que se creyeron intocables. Veremos a la verdad presa de jaurías relativistas y de sabihondos escapistas. Secuestrarán los hechos con sus batallones de opinología mercachifle y pelearán para desfigurar la construcción colectiva de la conciencia. Todo a cambio de intereses y negocios de lenguaraces centaveros. Disfrazados como demócratas, un ejército de profesionales, especialistas en demolición de conciencias, operará con franca impunidad bajo el tutelaje de la libre empresa mediática hegemónica. Los pasarán por la tele con su ofensiva reloaded. Lo de siempre, pero peor.

En 1980 el Informe MacBride advirtió: que la concentración monopólica de medios de comunicación es una amenaza contra las democracias y, al paso de las décadas, esa profecía se cumplió a rajatabla. Esa concentración no sólo ha invadido las fuentes de información, las tecnologías y las metodologías de producción informativa, sino que ha establecido una cultura del consumo informativo que aprendió a excluir la realidad a cambio de la espectacularidad de un palabrerío mediocre, desvergonzado y retrógrado. A la vista de todos, su plan es anestesiar a los pueblos derrotados a conciencia, dispuestos a renunciar a la razón, dóciles y agradecidos. Maiceados con información deformada, deformante y tóxica. Cuidémonos de los noticiarios oligarcas, son máquinas de engaño, deformación y ocultamiento. Redactan pésimo, hablan con dificultades educativas severas, son ignorantes mercenarios, desvergonzados y mediocres hasta la ignominia. Estarán a prueba los logros de la revolución de la conciencia.

Desde las empresas mercantilizadoras de noticias o información, operará un despliegue descomunal actualizado con maquinarias de guerra ideológica orientadas por una misión indispensable para la alienación que consiste en distorsionar todo. Hoy eso es un negocio obsceno. Ese mercadeo de noticias ha instalado la idea perversa de que no es tan malo vivir engañados, que se debe respetar a mansalva el privilegio de los vendedores de noticiarios, sus cátedras, carreras, posgrados y especialidades al mejor postor. No tocar ni con el pétalo de una crítica al noticiario mercader ni al demagógico código de ética de su mercancía parida por las peores leyes del capitalismo. El costo histórico-cultural será altísimo. Ellos quieren profundizar y ensanchar su monopolio de la violencia militar, financiera y mediática.

Necesitan como el aire refregarnos su mérito de fabricantes de mercancías informativas oportunistas, planificadas para la esclavitud del pensamiento y la traición a la conciencia (individual y colectiva). Operarán contra todo sentido común para imponer el suyo mientras se humilla la inteligencia de la información sometiéndola a principios y fines empresariales cada día más mediocres, corruptos y mafiosos para, incluso, vender ayudas informativas capaces de auspiciar golpes de Estado o magnicidios. Para la tele, para la web, para la radio… basta con que cualquier payaso capaz de publicar, bajo cualquier método y medio, sus canalladas, se haga llamar periodista y promueva sus distorsiones como si fuesen la verdad. Y no faltará quien se la compre.

Ahora estamos asqueados por la impunidad con que exhiben sus canalladas los amos y sus siervos informativos; la náusea nos sacude por la obscenidad y la mendacidad de sus mercados informativos ascendidos a mariscales golpistas y magnicidas, en todo el mundo. Pero ahora se preparan para empeorarlo todo, para desplegar las acometidas más feroces de las mafias comerciales que venden información contra la verdad de los pueblos en lucha y contra sus logros más caros. No digamos que no lo sabemos.

Ellos están organizándose. Ahora que se alían las mafias mediáticas y reorganizan sus ejércitos de informadores, para bombardearnos con misiles de injurias y mentiras, nosotros debemos hacer de la producción de información un ejercicio de organización nueva, un salto de calidad organizativa para un despliegue de información riguroso en sus principios y adaptable a las condiciones más diversas y adversas. Preocuparnos y ocuparnos en suministrarnos datos y hechos comprobados y verificados comunitariamente, para darnos la dirección humanista y revolucionaria que nos hace falta con urgencia.

Organizarnos para dar la batalla por la información en combate y ganar la disputa por el sentido. Estar ahí donde abiertamente, con todas las fuerzas de la comunicación emancipadora, se requiera colaboración humanista y revolucionaria irrestricta. Estar y permanecer alertas. Ellos invertirán fortunas en sus canalladas. Nos urgen medios, modos y relaciones de producción informativa humanista, de la conciencia material y espiritual. Información como acto de amor emocional y concreto, acto de poesía y acto de comunicación que no son incompatibles. Amor como forma superior de la comunicación contra el odio de clase. El ismo de lo común. Contra la ofensiva nueva que se prepara para la usurpación de todas las riquezas que pertenecen a la especie humana, naturales y laborales… la lucha añeja por la liberación es un amor longevo, es nuestra táctica y estrategia, que no se realiza a espaldas de los pueblos y que es una necesidad en y con la lucha. En primera y última instancia, con amor revolucionario en un mundo en transición hacia un amor revolucionario permanente. Amor humanista, pues, como definición guerrera. Informémoslo bien.

* Director del Instituto de Cultura y Comunicación y Centro Sean MacBride. Universidad Nacional de Lanús