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Cuando un Ángel se va
L

a madrugada del pasado viernes, murió en la Ciudad de México el periodista, editor y politólogo de origen cubano Ángel Guerra Cabrera. Desde muy joven, participó en el Movimiento 26 de Julio, que luchó en contra la dictadura de Fulgencio Batista, lo que lo orilló a vivir en el exilio, en New York.

Después del triunfo de la revolución cubana, desempeñó algunas tareas en las Milicias Nacionales Revolucionarias, particularmente, organizando las unidades que defendieron los focos contrarrevolucionarios que se suscitaron en la isla, posteriormente, al triunfo de la revolución. También fue director de las revistas Juventud Rebelde (1968-1971) y Bohemia (1971-1980), además de ejercer la docencia en la Universidad de La Habana y en el Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología, de Cuba.

Ángel, ejerció el periodismo militante. Su labor profesional, la ofrendó a la defensa y la promoción de la emancipación humana, el desarrollo de los pueblos del mundo y los intereses de los más desvalidos. De ahí que, Guerrita, como lo llamaban cariñosamente sus amigos, haya sido uno de los principales promotores de los triunfos de la revolución cubana, en medio de la guerra económica, mediática e ideológica desatada por Estados Unidos sobre la isla.

Conjuntamente, fue un promotor entusiasta de la difusión del legado emancipatorio de los pueblos asiáticos, árabes y africanos, a los cuales dedicó gran parte de su atención intelectual.

En México, Ángel Guerra Cabrera fue articulista de los diarios Excélsior y, principalmente, La Jornada; casa editorial a la que le tenía un profundo cariño y devoción. También, fue el coordinador del Foro México y el Mundo Actual, el cual se realizaba –antes de la pandemia– todos los lunes en Casa Lamm; lugar que coadyuvó a desarrollar la conciencia política de numerosos capitalinos, además ser la fuente de inspiración de posteriores foros de discusión.

Fue también profesor de la famosa asignatura, Reflexión del mundo contemporáneo, también en esta institución, a la cual asistían entusiastas sus numerosos alumnos.

Contrario a la tradición de la izquierda, Guerrita jamás se enemistó con los actores del movimiento popular. Por el contrario, siguiendo las enseñanzas de Fidel Castro, siempre se preocupó por abogar por la interlocución y el entendimiento entre los diversos representantes de los movimientos sociales y la llamada izquierda electoral. Tampoco se involucró en exacerbar las diferencias ni mucho menos las vanidades, y trabajó inalcanzablemente por consolidar la unidad de los pueblos latinoamericanos, sin que ello implicara la cancelación o la homogenización de las diferencias.

Por lo anterior, Ángel Guerra gozó de la simpatía, la confianza y la amistad de numerosos colectivos, ex guerrilleros, líderes sindicales independientes e intelectuales; pero también de congresistas, gobernadores y funcionarios públicos, tanto de la Cuarta Transformación, como de los gobiernos antineoliberales y soberanistas de América Latina y el Caribe.

Era sorprendente el silencio que se suscitaba cuando tomaba la palabra. Parecía que en su alocución uno presenciaba el acontecer de algo importante; era como estar en medio del torbellino de la historia.

En las últimas charlas que tuve con él, luego de las convalecencias de sus dos intervenciones quirúrgicas a las que fue sometido, Ángel no dejaba de expresar su admiración por la valentía, la firmeza y, al mismo tiempo, la delicadeza, con la que el jefe del Ejectivo federal Andrés Manuel López Obrador, defendía el derecho de Cuba y Venezuela a ejercer sus singulares proyectos de gobierno.

Decenas de cosas se extrañarán de él en el círculo de intelectuales progresistas: su contagioso optimismo, su abnegada devoción por el trabajo; su responsabilidad por consolidar la unidad y su incomparable generosidad.

Pero lo que quizá extrañaré con mayor fuerza, serán sus maratónicas llamadas telefónicas por la madrugada, para hablar de la situación actual de México y el mundo; esto sin olvidar nuestra compartida afición por las cafeterías y las maratónicas caminatas por las calles de la colonia Roma y sus alrededores en la capital. Con tu ejemplo, brindaste entusiasmo, optimismo y certezas ¡Te vamos a extrañar mucho, Ángel!

¡Hasta la victoria siempre!

* Investigador del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México