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Ciudad perdida

Las clases medias, el reto de Ebrard

P

ase lo que pase, Marcelo Ebrard no dará por muerta su carrera política y formará una coalición de clases medias como parte del proyecto que tiene en mente desde hace tiempo.

Con mucha seguridad, en una conversación en la que se dio la posibilidad de preguntarle sobre su futuro político y ya asomaba el reclamo sobre las reglas para decidir al ganador, Marcelo Ebrard no tuvo empacho en explicar que no estaría en la idea de formar otro partido político, que no se veía liderando a Morena, ni lo he pensado, dijo, y advirtió que no estaba en la búsqueda de ningún cargo.

Pero hay algo que Ebrard ha venido cocinando: una coalición de clases medias que enfrente, dice él, el embate que va a venir desde la derecha, y que no tiene que darse necesariamente desde Morena, pero siempre dentro de la coalición de izquierda.

Aunque se aceptaron todas las condiciones que propuso Ebrard para que se efectuara la o las encuestas, él sabe que la unidad a toda costa no es, o no debe ser en Morena el valor supremo a proteger.

Y ahora, cuando se le pregunta por qué aceptó ir a la contienda si estaban a la vista las anomalías, responde: porque la otra era romper desde el principio y no participar. Se aceptaron una serie de condiciones que yo propuse y salirse de la contienda era como rechazar el ejercicio de la política. Por eso tiene la absoluta seguridad de que cualquiera que sea su decisión inmediata no dará por muerta su carrera política.

Aunque en el Partido del Trabajo y en el Verde no se quiere decir mucho sobre los contactos que, para hablar del proyecto, han tenido con Ebrard, algunos líderes aceptan, cuando menos, que conocen de las ideas y la labor sobre las clases medias que expone el también ex jefe de Gobierno de la Ciudad de México.

La moneda está en el aire, dirían los clásicos, ahora lo que se tiene que cuidar es no dividir el voto de izquierda, aunque hacer que las llamadas clases medias se unieran para votar a favor de la organización que encabeza Morena sería sin duda un muy importante logro.

Marcelo sabía que ir a otro partido fuera del grupo de izquierda más que ganarse el calificativo de traidor, que podría golpear su credibilidad y que sin duda sería usado en su contra, está la contradicción de su forma de pensar. Desviarse a la derecha no es opción para Marcelo, que de todas formas tendrá que cuidar las fugas de votos y, por el contrario, sumar a quienes no parecen estar convencidos de la 4T.

Lo que debe quedar claro es que Ebrard no defeccionará y que, al final de cuentas, irá a pelear las clases medias que se dicen abandonadas por el proyecto actual para sumarlas a la transformación.

Donde debe haber mucha preocupación es en las filas de la derecha, que por más coqueteos que se hicieron, no lograron convencer a Ebrard de separarse del grupo de izquierda; por el contrario, se convirtió, desde ya, en un polo de atracción de mucha, mucha gente que no encuentra en la señora X su representación. Ya veremos qué pasa.

De pasadita

Clarita Brugada, quien de 2009 a 2012 fue delegada de Iztapalapa gracias a una maniobra política, y que desde 2018 es alcaldesa en aquella demarcación, ha convocado a tres diferentes mítines –entre ellos su reciente informe de gobierno– para decir que ella quiere –sin responsabilidad de por medio– competir por la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, y frente a la muy segura postulación de García Harfuch, ejerce un derecho al pataleo en actos a los que, igual que Xóchitl Gálvez, sólo asisten sus cuates, con los que quiere mostrar un músculo político del que carece y que resulta muy, muy priísta.

Hace no mucho, el 25 de junio, fue a Chapultepec a un acto sin resonancia en medios más allá de los contratados; después, el 6 de septiembre, con la misma suerte del primero, y el domingo pasado, durante su informe de gobierno, se lanzó una vez más sobre el punto, pero pese a los invitados, volvió a naufragar. La cosa es: ¿cuánto gastó Clarita en su tres de tres? Y como se dice en el Zócalo: ¿quién pompó?