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Regresemos por fin a lo central
L

uego de que en 15 ocasiones consecutivas la Junta de Gobierno del Banco de México (BdeM) aumentara las tasas de interés, desde un piso de 4 por ciento anual en febrero de 2021 hasta llegar a su pico de 11.25 en marzo pasado, en su reunión del 18 de mayo resolvieron pausar los aumentos dejando la tasa en el mismo nivel. En su argumentación de esta decisión señalan que la economía mexicana entró en una fase de desinflación pero que, como permanecen los riesgos al alza, será necesario que las tasas se mantengan en ese 11.25 por un periodo prolongado.

Cuando la Junta de Gobierno del BdeM decide aumentar la tasa de interés, de inmediato estos aumentos se registran en el costo de los Cetes que se colocan cada semana entre los bancos y otras instituciones financieras. Al aumentar la tasa de los Cetes, todos los instrumentos que usan los bancos también incrementan su costo. Aumenta el costo del crédito y también lo que los bancos pagan a sus ahorradores. Pero no se elevan en la misma medida: mientras el costo de la tarjeta de crédito, por ejemplo, puede llegar a 100 por ciento, lo que pagan los bancos por los ahorros de sus clientes difícilmente alcanzará la tasa de Cetes, es decir, 11.25 por ciento.

Por supuesto, esta diferencia entre lo que cobran los bancos y lo que pagan siempre existe. Dicha diferencia es la base del margen financiero: la diferencia entre los ingresos por las operaciones de crédito menos el costo de todos los instrumentos de captación. Lo interesante es que si hay una situación en la que las tasas que decide el banco central se reducen, entonces se achica el margen financiero y cuando aumentan las tasas el margen financiero se ensancha más que proporcionalmente. Por eso, el año pasado y este primer trimestre los bancos en México han tenido utilidades brutas extraordinarias.

Pero si comparamos estas utilidades brutas de BBVA, Citibanamex, Santander, Scotiabank y HSBC con las que obtienen otras filiales de estos bancos en otros países y con las respectivas matrices resulta que, aunque las mexicanas son ciertamente muy rentables, hay otras filiales en el mundo con mayores niveles de rentabilidad. Lo notable es que cuando comparamos las utilidades netas, es decir, después del pago de impuestos, tanto BBVA México como Santander, nos encontramos con que las entidades bancarias que operan en México son las más rentables del mundo.

Este es un dato, por supuesto, vigente desde que estos bancos extranjeros llegaron a operar aquí. El dato novedoso es que estas instituciones se han beneficiado de la postura monetaria del Banco de México, de los incrementos a las tasas de interés que decidió esa institución para frenar la inflación. Al mismo tiempo, los usuarios de crédito, quienes pensaban solicitarlo y, por supuesto, el gobierno federal, se han visto perjudicados. Las decisiones del BdeM han generado ganadores y perdedores, evitarlo debiera haber sido una responsabilidad de un gobierno comprometido con la gente.

La decisión de pausar los aumentos deja a la tasa de interés en un nivel alto que sigue lastimando la actividad económica y la creación de empleos. El anuncio de que se mantendrá en ese nivel bastante tiempo, señala que las afectaciones persistirán: seguirán ganando los bancos y perdiendo los usuarios de crédito. Por esto, es claro que lo que hace falta no es pausar, sino iniciar una etapa de relajación monetaria, es decir, de reducciones de la tasa de interés, que necesariamente tendrían que ser cuidadosamente decididas evitando generar efectos contraproducentes.

Una estrategia de este tipo se fundamenta en la apreciación de que hemos entrado a un momento de desinflación a escala global, lo que se confirma nacionalmente. Esto ha ocurrido porque se han restablecido las cadenas de abastecimiento y se han resuelto los cuellos de botella en ciertas áreas productivas. Se ha comprobado, con ello, que la inflación se debió a problemas del lado de la oferta, no de la demanda. La postura monetaria que decretaron prácticamente todos los bancos centrales incrementando en el mundo entero las tasas de referencia no sirvió para detener los crecimientos de los precios.

Si la inflación cedió, debieran reducirse las tasas de interés en el mundo y en México. Debiéramos cambiar el enfoque: pasar de concentrar la atención en los precios, para concentrarnos en lo que es verdaderamente decisivo: la creación de empleos. Esto es lo central. Luego de cuatro años de una administración que se autodefine como no neoliberal, la situación del mercado de trabajo permanece como la dejaron casi 40 años de neoliberalismo. Una tasa de informalidad laboral que, de acuerdo con el Coneval, es de 55.7 por ciento. Informalidad laboral que la política económica y social de este gobierno no sólo no la ha reducido, sino que ha aumentado.