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De la presencia ideológica del protestantismo a la presencia física
E

l deceso de uno y la llegada del otro sucedieron con pocas semanas de diferencia. José Joaquín Fernández de Lizardi murió el 21/6/1827. El escocés James Thomson se instala en la Ciudad de México el 17 de mayo del mismo año. Lizardi argumentó reiteradamente en favor de la libertad de creencias, en tanto que Thomson era promotor del sistema educativo lancasteriano y la libre lectura de la Biblia.

Fernández de Lizardi, El Pensador Mexicano, escribe en 1813 una severa crítica sobre la Inquisición, a la que llama tribunal “odioso en sus principios, criminal en sus procedimientos y aborrecible en sus fines […]. Un tribunal que siempre fue injusto, ilegal, inútil en la Iglesia y pernicioso en las sociedades”. El escrito le valió tener que hacer frente a un juicio inquisitorial. En 1823 aboga por la instalación de un gobierno republicano, ya que bajo tal sistema la religión [católica] del país debe ser no la única, sino la dominante, sin exclusión de ninguna otra. Comenta que, ante lo que llama el tolerantismo religioso, “solo en México se espantan de él, lo mismo que de los masones. Pero, ¿quiénes se espantan? Los muy ignorantes, los fanáticos, que afectan mucho celo por su religión que ni observan ni conocen, los supersticiosos y los hipócritas de costumbres más relajadas […] ningún eclesiástico, clérigo o fraile, si es sabio y no alucinado, si es liberal y no maromero, si es virtuoso y no hipócrita, no aborrece la república, el tolerantismo ni las reformas eclesiásticas”.

En la Decimotercia conversación del Payo y el Sacristán (abril de 1825), Lizardi denunció el caso de un protestante ultimado, cuando un asesino intolerante mató al pobre inglés en las Escalerillas [hoy calle República de Guatemala], a pretexto de que no se quiso hincar en la puerta para adorar el Sacramento del Altar. El episodio tuvo lugar en agosto de 1824, y el asesinado, documentó Hans-Jürgen Prien, un protestante estadunidense (no inglés, como afirmó Lizardi), avecindado en México y de oficio zapatero, a quien durante una procesión católica, un mexicano fanático le exigió que se arrodillara; al negarse él a hacer tal cosa, aquél lo atravesó con su espada.

Entre 1813 y 1827 Lizardi se distinguió en el país como el más combativo crítico del clericalismo. En 1822, por defender a los francmasones, fue excomulgado. Al año siguiente recibió el perdón. Volvió a la carga y publicó una segunda defensa de la francmasonería, y sus críticas contra los abusos del clero se volvieron más virulentas, subraya la investigadora Rosa María Palazón. En el que llamó su testamento y despedida (27/4/1827), Lizardi sentenció: Dejo a mi patria independiente de España y de toda testa coronada, menos de Roma.

En el trienio 1827-30 que James Thomson (de confesión bautista) desarrolla la tarea de distribuidor de materiales bíblicos como enviado de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera (SBBE) viajó por varias entidades del país, hizo conexiones clave con personajes de la vida política y cultural. Al salir dejó tras de sí miles de biblias, nuevos testamentos y evangelios en manos de personas que los leyeron y comenzaron a descubrir un cristianismo distinto al que tres siglos de Colonia española impuso en México. Simpatizó con Thomson y su causa, la que defendió por escrito, José María Luis Mora, figura emblemática del primer liberalismo mexicano.

Mientras las leyes del país prohibían el ejercicio de cualquier otra religión distinta a la católica romana (hecho que lamentaba Fernández de Lizardi), y que los extranjeros que desearan avecindarse en el país debían ser católicos, en realidad pequeños resquicios permitían que residieran en México algunos protestantes (comerciantes, diplomáticos y sus familiares) y hubo lugar para la práctica privada de un culto distinto al protegido por las leyes. Thomson informaba en una misiva a la SBBE (2/3/1829) que se apuntó como miembro de la sociedad un caballero inglés que reside en esta ciudad [de México], John Stanley. Lo más probable es que Stanley era integrante de alguna confesión protestante.

Thomson consignó que en 1829 y 1830, cuando yo residía en la Ciudad de México, varios de nosotros nos reuníamos para adorar todos los domingos en una de las principales calles de la ciudad (calle de Plateros), donde tuvimos nuestros servicios protestantes, los cuales acompañamos con cantos. A veces teníamos mexicanos presentes con nosotros, y nuestra reunión era bien conocida por muchos, pero nunca nos molestaron. Plateros desembocaba en la principal plaza de la capital, el Zócalo. Hoy corresponde al tramo de Francisco I. Madero, que comienza en su cruce con Isabel la Católica.

El espacio aludido por Thomson estaba muy cerca del portal de Mercaderes, donde Lizardi tuvo el que llamaba su cajoncito, allí ejerció el oficio de escritor y agudo analista de las transformaciones acontecidas en la Ciudad de México.