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Don Pablo y la democratización de la UNAM
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ace 53 años, el martes 6 de mayo de 1970, asumió el cargo de rector de la UNAM el doctor Pablo González Casanova, quien desde ese primer momento asumió una postura clara y de avanzada en su encomienda. Tenía 48 años, menos de la mitad de su fructífera y larga vida. Entre otras cosas, para este texto, el rector dijo categórico. Todos queremos la democratización de la enseñanza, como apertura de los estudios superiores a números más grandes de estudiantes, y también como una participación mayor en la responsabilidad y las decisiones universitarias por parte de los profesores y los estudiantes ( Gaceta UNAM, 15/5/70).

La gestión de González Casanova fue breve; sin embargo, dos años fueron suficientes para dar un paso grande en la primera dirección marcada para democratizar la institución. A través del bachillerato del Colegio de Ciencias y Humanidades (el proyecto original del CCH contemplaba ofrecer también estudios de licenciatura y posgrado; se llegó a hablar una nueva universidad), la UNAM abrió sus puertas a miles de estudiantes, atendidos por jóvenes profesores, muchos provenientes del movimiento estudiantil de 1968. El CCH, junto con el Sistema de Universidad Abierta (SUA), creado en esa época para vincular la UNAM a las clases trabajadoras, además de abrir las puertas a los jóvenes, comenzaron siendo muy críticos; tanto que las clases dominantes se opusieron desde un principio a esas medidas, y ocasionaron la caída del rector, tal como González Casanova explica en una extensa y jugosa carta ( Cuadernos Políticos, 10, 1976, pp. 94-102) que sugiero sea leída por su importancia. El sucesor de González Casanova, el médico Guillermo Soberón, dio los primeros pasos para desvirtuar el proyecto del colegio, y aunque no le fue fácil lograr su propósito, con el paso de los años, y la colaboración de los sucesivos rectores, el proyecto del CCH fue completamente deformado (disminución de turnos, control del profesorado, limitación de los derechos de los estudiantes, entre otras circunstancias) hasta quedar reducido a su mínima expresión, a lo que hoy se conoce, en el Estatuto General de la UNAM, como Escuela Nacional Preparatoria. Colegio de Ciencias y Humanidades (casi como si fuera la prepa 10). Paralelamente, también se pervirtió el SUA, reducido a clases sabatinas.

Regreso a la segunda vertiente de la democratización universitaria enunciada por don Pablo: la de la participación del profesorado y el estudiantado en la toma de las decisiones universitarias, aspecto en el cual apenas si se pudo avanzar en aquellos tiempos, aunque sí lograron gestarse algunos controvertidos proyectos, encaminados a democratizar la vida de ciertas escuelas y facultades: el movimiento de Autogobierno en Arquitectura fue el más notorio y duradero, y al lado estuvieron Economía, Ciencias Políticas y Sociales, CCH Oriente, Filosofía y Letras, y el Cogobierno en Medicina, entre otros.

Hablando de la licenciatura en medicina, y nuevamente en el terreno de la selección del estudiantado, el contraste fue grande en los dos rectorados de referencia. Mientras González Casanova, entre 1970 y 1971, favoreció que se abrieran plazas para estudiantes en la Facultad de Medicina, aumentando la matrícula, lo cual fue informado por el propio rector: Se duplicó la admisión de alumnos de primer ingreso a la carrera de médico cirujano (en 1970 ingresaron 2 mil 800 estudiantes y, en 1971, 4 mil 300; durante esa época se ampliaron las instalaciones de la Facultad de Medicina para estar en posibilidad de atender a los alumnos de primer ingreso) (informe a máquina, p. 84). El rector Soberón, por su parte, no ocultó en ningún momento su postura selectiva ante el estudiantado. Al principio de su gestión, en 1973, siguiendo la tendencia creciente de la matrícula, marcada por González Casanova, la Facultad de Medicina recibió 6 mil estudiantes; sin embargo, al año siguiente comenzó a decrecer la población estudiantil médica, según presume Soberón, hasta bajar en 1976 a 2 mil 300 plazas, repartidas en Ciudad Universitaria y los nuevos campos de Zaragoza e Iztacala ( El médico, el rector, 258 y 259). Soberón dio los primeros pasos encaminados al desastre que, con los años, se presentó en el panorama médico nacional: a partir de 1973, y después durante el neoliberalismo, se impidió sistemáticamente el primer ingreso a un número suficiente de estudiantes en la carrera de medicina, pues habitualmente los aspirantes fueron rechazados por la UNAM, y, como consecuencia, se propició la escasez de médicos que hoy aún padece el país; situación a la que con razón se refiere con insistencia el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Desde que surgió en 1945 (va para 80 años su existencia), la Junta de Gobierno de la UNAM ha recibido serios cuestionamientos entre los universitarios, incluso de personalidades de la talla de Mario de la Cueva, quien también fue rector. He de señalar que esa junta se integra por 15 personas que, cada cuatro años, durante el tiempo que lleva en funciones, con distintos integrantes, por supuesto, ha designado a los rectores que han pasado por la UNAM. Junta de Gobierno que, además, sin dar cuentas a nadie, toma las decisiones a nombre de todos los universitarios (cerca de 400 mil en la actualidad). Don Pablo no se opuso a la existencia de esa junta, que fue la que lo designó rector, y, antes, director de una facultad y un instituto. Sin embargo, González Casanova era partidario de la participación creciente de los profesores y los estudiantes en la toma de decisiones universitarias. Don Pablo, no lo dudo, estaba dispuesto a que la universidad se convirtiera en el laboratorio más cercano, donde se podría aplicar la democracia, su objeto de estudio en el libro La democracia en México. Lo cierto es que la democratización universitaria, que no alcanzó a dar frutos en aquel agitado periodo rectoral, sigue a la espera de poder practicarse.

* Profesor en la UNAM