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Reporte económico

Una ventana para la integración de América Latina

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a historia nos enseña cuán difícil es una alineación de los astros para propiciar un gran cambio, y cuánto más difícil es que tal fenómeno se empate con los ejecutores adecuados para generar la sinergia de las grandes transformaciones. Hoy los cambios en el escenario mundial están abriendo una ventana de posibilidad a la integración latinoamericana.

Más de seis décadas han transcurrido desde la fundación en 1960 de la primera Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (Alalc luego Aladi) que buscó sin éxito emular al reciente mercado común europeo. Desde entonces más de 200 tratados y acuerdos regionales, subregionales y binacionales se han firmado y negociado en América, incluyendo la propuesta de Estados Unidos en 1991 para crear el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) que no prosperó salvo con México que en 1993 firmó el TLCAN, nefasto acuerdo que desarticuló y desnacionalizó nuestra economía y nos convirtió en plataforma maquiladora y consumidor de foráneos.

En América Latina han sido bloqueados o destruidos todos los intentos de integración y fortalecimiento autónomo. Es claro que en la óptica de Washington (y Europa) no se dejará que prospere ningún acuerdo integracionista si sus empresas y capitales no se benefician. Debemos, según ellos, seguir aportando los recursos naturales, la fuerza de trabajo barata y el mercado, y ellos usufructuando la transformación, la cadena del valor agregado y la riqueza que se genera.

Hoy parecen perfilarse condiciones propicias para que América Latina relance y consolide un proceso propio de integración que supere su vergonzosa dependencia y subordinación a las metrópolis y al capital global, y libere su enorme potencial de desarrollo económico y social para sus pueblos. Ocho naciones (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, México y Perú), las de mayor peso demográfico y económico (Gráfico 1) con 84 por ciento del PIB regional (sin datos sobre las inaceptablemente excluidas Cuba y Venezuela), todas con gobiernos progresistas parecen dispuestas a crear un nuevo mecanismo de integración que supere lo existente y cohesione en firme a la región.

Para no incurrir en los mismos errores, muy conveniente sería que el nuevo esfuerzo se propusiera un replanteamiento conceptual y operativo del mecanismo de integración; a tal efecto exponemos:
• El organismo rector, al que llamaremos Aladi-2 (Asociación Latinoamericana de Integración) totalmente renovado tendrá reglas amigables y sencillas, pero eficientes y firmes para los países miembros.
• Su objetivo central será el aprovechamiento óptimo de los recursos naturales, humanos y científico-tecnológicos al alcance para el efectivo desarrollo económico y social de la región; y para una mejor inserción en la economía mundial.
• Un comercio intrarregional tan libre como sea posible pero sin atentar contra el desarrollo pleno de cada economía; un esquema que favorezca la transformación industrial y la agregación de valor en cada país sin que el libre comercio las inhiba; una industrialización propia (y desarrollo de servicios) enfocados a generar empleo productivo para toda la población (el modo primigenio de inclusión social) con métodos y tecnologías intensivas en trabajo humano aunque no sean altamente competitivas frente al esquema de automatización global. Los beneficios arancelarios que se otorguen entre los países miembros en su comercio serán para empresas con mínimo regional de 60 por ciento en su capital, mínimo de 80-90 por ciento de insumos regionales en los productos y 100 por ciento en los servicios. Con ello no se desplaza a las empresas extraregionales pero las obliga a integrarse.
• El eje de la nueva integración no sería sólo el comercio sino la integración productiva, esencialmente de bienes y servicios básicos y estratégicos en los que se buscaría autosuficiencia nacional y regional prioritaria en: alimentos, energía, medicamentos, e infraestructura esencial; producción básica para la seguridad de la región con grandes empresas multinacionales (de capital público) que garanticen a los estados miembros el abasto esencial. Inversiones más comerciales con participación privada regional complementan el proyecto.
• Un sistema financiero integrado, sólido y supervisado, con un banco central latinoamericano serán elementos imprescindibles.
• Una red de comunicaciones y movilidad.
• Un sistema fiscal homologado en particular para el ISR al ingreso personal y a las utilidades de las empresas; con exclusión de todo tipo de paraísos fiscales por la facturación apócrifa, lavado de dinero y evasión-elusión que realizan.
• Un compromiso firme con la preservación y mejora del medio ambiente.

Nota: Con o sin integración, consideramos válido para México tomar en cuenta en lo conducente estos principios.

UNIDAD TÉCNICA DE ECONOMÍA SA de CV Ciudad de México Tel 55 5135 6765 [email protected]

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