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Calacas flacas
En el Cenart, jolgorio de catrinas, brujas y vampiros
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▲ La gente se agrupó para escuchar al Coro Acardenchado, se recitaron poesías y décimas de Durango y Coahuila, y después de funciones de teatro, música y narraciones orales, la visita nocturna al Centro Nacional de las Artes el pasado martes terminó con una gran fiesta animada con los tambores de una batucada.Foto Roberto González Ortiz
 
Periódico La Jornada
Jueves 3 de noviembre de 2022, p. 5

Al caer la noche, en el Centro Nacional de las Artes corren y gritan fantasmitas, catrinas, brujas, vampiros, un astronauta con rostro calavérico y demás personajes. Un canto fúnebre y melancólico recorrió los senderos oscuros de los jardines con los cantos cardenches a capela que nacieron del dolor en los campos del norte del país. No moriré jamás, se oyó el lamento, ya me voy. Adiós, mujer. Adiós, para siempre, adiós.

La visita nocturna el pasado martes terminó con una gran fiesta animada con tambores de una batucada. En el primer día de actividades de la Feria de las Calacas asistieron unos 15 mil asistentes, según cifras de Alas y Raíces, programa federal organizador de la fiesta que revivió el alma del espacio cultural en honor a los seres queridos que han partido al más allá. Los prados desiertos por la noche cobraron vida, entre sendas alumbradas por velas y aromas de flores.

Poco después de que oscureció y se encendieron las flamas, cayeron unas cuantas gotas de lluvia, el aire se embraveció y los truenos presagiaban una tormenta que no llegó. En cambio, apareció la procesión encabezada por el Coro Acardenchado, alumbrados por velas y regalando flores de cempasúchil. El grupo revive este canto de los viejos sabios, saber con amenazas de desaparecer.

La primera parada fue en honor de los fieles difuntos, frente a una de las ofrendas. Papá, ¿quién es ese de la foto? ¿Lo van a explicar?, preguntó un niño inquieto, mientras la gente se agrupó en círculo para oír los cantos cardenches. Después, siguió el camino entre penumbras, guiados por el brillo de las flamas, parando entre los arcos recubiertos de flores y velas. Yo ya me voy a morir al desierto. Se recitaron poesía, décimas y letras de estas canciones de los campos de Durango y Coahuila, que expresan el dolor por el corazón roto y la lejanía de seres que han partido.

Muchos niños indiferentes al canto el búho llega, anuncia la muerte, seguían rodando entre el pasto, corriendo y jugando. La gran ofrenda con Frida al centro, resguardada por cráneos que resplandecían en su interiores, acaparó mucha atención. Sobre todo las pequeñas calaquitas con instrumentos musicales que se activaron con manivelas, cordones y palancas por los pequeños curiosos. Uno no se va del todo, mientras haya alguien que repita tu nombre, seguía la procesión.

Artesanías, comida, playeras, calcomanías...

La venta de deliciosos platillos de los estados del país estaba por terminar. Aún permanecían abiertos la fila de puestos con distintas artesanías, la mayoría protagonizados por la calaca flaca: playeras, sombreros, joyería, papel picado, calcomanías, títeres y muñecos destacaron entre la gran variedad. En la entrada de la Escuela Superior de Música, alumbrada por su fachada de media luna, sonó música de banda que hacía bailar a todo el que transitaba. Pan de muerto, pinta de caritas, gráfica, eran algunos de los letreros que compartían escena.

Durante el día, el programa preparado para la festividad empezó a las 11 de la mañana. Funciones gratuitas de teatro, música, narraciones orales y talleres recibieron a los miles de visitantes, muchos vestidos para la ocasión especial, ya fueran niños, jóvenes o adultos jubilosos. Las filas para entrar a los foros demostraban el gran interés que generó el regreso de la fiesta dedicada a las calacas. Ayer continuaron las actividades, también hasta las 8 de la noche.

Un desfile con seis tambores rítmicos acapararon la procesión de danzantes. Jade, de dos años y medio, observó sonriente desde los hombros de su papá, su cadencia y alegría podría ser envidia de cualquier bailarín. La pequeña sobresalía entre la masa de cuerpos que se movían animados, las flores de cempasúchil se transformaron en maracas que retumbaron al compás de las percusiones.

Este es el tiempo de la muerte, toda luz se me oscurece entre los dedos. Indiferentes, las catrinas, fantasmas y brujitas corren entre los prados oscuros.