Opinión
Ver día anteriorMartes 1º de noviembre de 2022Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
¿Pervivirá la 4T?
L

a idea de los neoliberales de erradicar el régimen de la Revolución Mexicana (RM) empezó antes de adjudicarse el poder del Estado. En el gobierno de Luis Echeverría, más aún en el de José López Portillo (JLP), ya estaban dentro de Palacio (como solía denominarse a la Presidencia, pieza maestra del poder político), capitaneados por Miguel de la Madrid (MM). Estaban ahí, agazapados en la Secretaría de Hacienda, el Banco de México, Nacional Financiera.

La tremenda crisis internacional de los años 1980, aumentada por el frenazo que Ronald Reagan imprimió a la economía mundial, fue la puntilla que enterró a la URSS. En México engendró una dura crisis de deuda externa (el efecto tequila), propiciada por el torpe manejo del gobierno de JLP en materia de producción y exportación de crudo y de gasto público, que se tradujo en un programa de ajuste estructural dictado por el FMI, muy bienvenido por MM. Las mesnadas neoliberales fueron servidas así en bandeja de plata. Había llegado su momento: la RM había caducado y era hora de transitar a la democracia liberal.

No había movimiento popular que pudiera oponerse y frenar a los neoliberales. No es extraño: tampoco lo hubo con la fuerza necesaria para oponerse al alejamiento del régimen de la RM respecto de las reivindicaciones populares, desde los gobiernos de Manuel Ávila Camacho y Miguel Alemán. Villa y Zapata, líderes populares de la RM, fueron derrotados en los campos de batalla. No figuraron, por tanto, en la creación política del Estado revolucionario. Ganaron los constitucionalistas, representantes de una nueva burguesía emergente, que incluyeron a su modo aquellas reivindicaciones. Lázaro Cárdenas las defendió, pero después fue el declive.

Ausentes las bases populares, no hubo freno: conforme las reivindicaciones del pueblo eran olvidadas, fueron creándose a sí mismas las élites políticas priístas. A la postre, no fue extraño que, con Salinas, los neoliberales entraran plenamente a Palacio (con fraude), como Pedro por su casa. Conocedores de las artes del corporativismo y la cooptación, absorbieron a las oposiciones. Dedicados al tejemaneje de la transición, todos a una con la pluralidad sumada (PRI+PAN+PRD+MC), actuaron en descampado envueltos en una corrupción desenfrenada.

Pronto, carente de densidad popular, el régimen neoliberal también cayó; duró menos que el régimen de la RM. Fue derrotado en las urnas por la insurrección electoral popular de 2018. La victoria de Morena fue posible con un programa centrado en tres ejes principales: primero los pobres, limpieza de la inenarrable corrupción neoliberal, y separación del Estado de los poderes fácticos. Lo primero ha incluido la restitución de tierras a comunidades campesinas, y ha sido central en la formulación de los presupuestos públicos; en un estado de cosas en el que los intermediarios eran parte de la corrupción, se comprende que AMLO haya decidido entregar los múltiples apoyos directamente a las personas favorecidas; aunque con esa práctica se fomenta el individualismo y se erosionan principios comunitarios, lo que no favorece el apoyo político de mediano y largo plazos a Morena: los individuos pueden ser presa fácil de las fuerzas del pasado. Lo segundo, la corrupción, ha sido visiblemente combatido, pero no hay para cuándo, no se ve el fondo; lo tercero ha consistido principalmente en combatir la corrupción del outsourcing y de la condonación de impuestos multimillonarios, sin dejar de promover los intereses empresariales que, en el gobierno de la 4T, tienen pleno reconocimiento.

La 4T tiene asegurada la transmisión del testigo presidencial para 2024, salvo que una catástrofe política de dimensión desconocida afectara severamente al tramo electoral venidero. Lo que no está asegurado es la continuidad de los programas sociales, menos aún la permanencia de largo plazo de la 4T en la Presidencia. Si para los liberales la rotación del poder entre partidos es apenas normal porque en eso consiste la democracia, en México no es tan normal: el retorno de los neoliberales equivale a la cancelación, sin miramientos, de los programas sociales y demás programas de la 4T para con los de abajo.

No hay futuro de largo plazo para la 4T si, como en los regímenes de la RM y el neoliberal, la política se reduce a la democracia de élites, no importa si las élites morenistas piensan de sí mismas que son favorables a los de abajo: lo mismo pensaban los revolucionarios desde los tiempos de Ávila Camacho y de Alemán, y todo fue de mal en peor: acabaron abriéndole la puerta a los neoliberales. Una reforma en la vida política del país es indispensable, incluyendo el tema electoral, para que los de abajo avancen. Por lo pronto, Morena tiene esa disyuntiva: las tendencias liberales predominan en su vida interna; ese pensamiento fomenta el individualismo, y refuerza los programas con esa orientación, obstaculizando su continuidad en la Presidencia en el futuro. Pero, ¿hay a quien le interese el futuro de largo plazo?