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De la otra ciudad

La cooperativa familiar también hace labor social

Cultivar fresa, la opción en Milpa Alta por el bajo precio de otros productos

Es cara y requiere más cuidados, pero se le gana mejor

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▲ Joaquín Llanos y su esposa, Carmen Santos, productores de fresa en San Pablo Oztotepec, alcaldía Milpa Alta, con la pasión por el campo.Foto n María Luisa Severiano
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▲ Joaquín Llanos y su esposa, Carmen Santos, productores de fresa en San Pablo Oztotepec, alcaldía Milpa Alta, con la pasión por el campo.Foto n María Luisa Severiano
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▲ Joaquín Llanos y su esposa, Carmen Santos, productores de fresa en San Pablo Oztotepec, alcaldía Milpa Alta, con la pasión por el campo.Foto n María Luisa Severiano
 
Periódico La Jornada
Domingo 24 de julio de 2022, p. 29

Ante las exiguas ganancias en los plantíos de maíz, avena, haba y forraje, la familia Llanos Santos empezó la conversión de sus campos para el cultivo de fresas, actividad que complementa con una labor social entre jóvenes con adicciones y mujeres que sufren de violencia familiar.

En el paraje Tetzompa, perteneciente a San Pablo Oztotepec, uno de los 12 pueblos de la alcaldía Milpa Alta, don Joaquín y su esposa Carmen detallaron que la producción de la fruta es 60 por ciento más cara y requiere de mayores cuidados, pero es más rentable que los sembradíos tradicionales, que en la mayoría de las veces sólo alcanzan para el autoconsumo.

No es la primera vez que buscan innovar, pues antes empezaron con el cultivo de jitomate, también inusual en esta comunidad, pero el alto costo de los insumos y la inestabilidad en los precios del producto los desanimó y los llevó a buscar otro giro.

El precio del kilo a veces estaba a seis pesos, hacíamos cuentas, y pues no salía ni la inversión, contó don Joaquín, quien relató que se animaron a cambiar cuando llegó una helada y quemó todas las plantas e iniciaron la conformación de una cooperativa, con el apoyo de la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo.

Nos ayudaron a constituirnos y nos dieron una primer ayuda de 118 mil pesos que estamos invirtiendo en la renovación del invernadero, los plásticos ya estaban muy viejos y en el nuevo sistema de riego, todo se va a reparar hasta donde nos alcance, porque los insumos son muy caros.

Destacó que su familia es la única en el pueblo dedicada a la siembra de la fresa, porque a diferencia del maíz, que prácticamente crece solo, para esta fruta se requieren más cuidados. Hay que estar podando las plantas constantemente y a las plagas es a lo primero que debes estar atento, ya sea la araña roja, la palomilla o la gallina ciega porque arrasan con las plantas.

La cosecha aún es incipiente, pues apenas llegan a los 25 kilogramos, dos veces a la semana, que se vende entre los propios habitantes del poblado. Nos hacen pedidos y a veces no nos alcanza, por eso estamos buscando con nuestros propios recursos otro invernadero de medio uso para ampliar la producción y poder ir a ferias.

En sus terrenos también tienen árboles frutales como manzanas y duraznos, pero no se olvidan de los sembradíos tradicionales como el maíz rojo, que si no vende en elote lo transforman en pinole, así como el chícharo y las habas.

Refugio y rehabilitación

Las ganancias no es lo único que impulsa a esta cooperativa familiar conocida como Movimiento Femenil, Escuela de Capacitación y Rehabilitación, que debe su nombre al trabajo social que realizan.

La señora Carmen Santos, quien señala que en el poblado permea el machismo y la violencia en las familias es una constante, comenzó a apoyar a mujeres maltratadas y jóvenes con alguna adicción, a quienes invitó a que tomaran clases como auxiliares de enfermería.

Con estudios de esa carrera por la UNAM, buscó a maestros del Conalep y fundó una escuela que se habilitó con donaciones. Tenemos un laboratorio, un salón de clases, un desayunador y un espacio común. Los jóvenes en lugar de andar vagando comenzaron a llegar y las mujeres también, pero con ellas ha sido más difícil, a medio curso y se van porque regresaron con sus esposos. Hay otras que sólo vienen a tener un rato en paz.

Durante el curso –que tiene una duración de nueve meses, uno de ellos de práctica en el hospital Belisario Domínguez– apoyan en los trabajos del campo de la cooperativa. Nos ayudan a desyerbar, hacer cajetes para las manzanas o a la cosecha. Les pagamos poco porque no nos alcanza para mucho, pero cuando terminan y encuentran trabajo para mí es una gran satisfacción. A la fecha, 600 jóvenes y mujeres han egresado como auxiliares de enfermería de esta escuela.