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FMI: tantos años de marquesa// Sufre por descontento popular// Bailleres roba a ejidatarios

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antos años de marquesa y aún dice sorprenderse con este abanico: las protestas sociales han aumentado en el mundo a los niveles más altos desde el inicio de la pandemia; la gente vuelve a las calles y existe el riesgo de que avancen los disturbios a medida que ceden los confinamientos y crece el impacto por el encarecimiento de alimentos y energéticos; van al alza las manifestaciones de descontento popular, incluso en países donde no son usuales.

He ahí la histérica reacción del Fondo Monetario Internacional (FMI) ante el cada día más caliente y complicado ambiente social en el mundo, cuyas causas pretende limitar a los tiempos pandémicos, cuando a lo largo de sus casi 80 años de existencia el organismo no ha hecho otra cosa que fomentar la desigualdad, el hambre y la deuda social, gracias a sus draconianas políticas de ajuste –siempre en beneficio de la minoría– que han destrozado los de por sí precarios niveles de bienestar de miles de millones de habitantes de este sufrido planeta.

La marquesa financiera sólo cosecha lo que a lo largo de su existencia ha sembrado, pero ahora se dice sorprendida por el creciente malestar social (descontento popular, le llama), incluso en países donde las manifestaciones de repudio no son usuales; es decir, en economías del primer mundo para las que el FMI trabaja con afán “por el bien de su bienestar. Lo ejemplifica con casos en Canadá, Austria, Países Bajos y Nueva Zelanda, pero subraya que hay manifestaciones antigubernamentales grandes y de larga duración en economías avanzadas, donde los disturbios son relativamente raros ( La Jornada, Dora Villanueva).

La porosa memoria del FMI (que funciona a conveniencia) no registra su tétrico historial en las naciones del tercer mundo. ¿No recuerda, por ejemplo, el pavoroso tiradero social que dejó en México durante el régimen neoliberal, cuando las protestas sociales –y la represión gubernamental– eran cotidianas? ¿Los destrozos en Chile, Argentina, Perú, Ecuador, Bolivia, Centroamérica y demás integrantes de la patria grande? No, ni la menor idea, pero qué tal de la pandemia, sin mencionar que esta emergencia sanitaria sólo mostró lo que el organismo financiero ha promovido durante sus casi ocho décadas de existencia: concentración de la riqueza y el ingreso, por un lado, y desigualdad y miseria por el otro. Pero ahora está aterrorizada porque la marea alcanza al primer mundo.

La información publicada por La Jornada detalla que el FMI realiza un indicador con base en las menciones de descontento ciudadano en 130 países, el cual está en su techo desde el inicio de la crisis sanitaria por el covid-19, pero por debajo de 2019, cuando una ola de protestas comenzó en Chile y se extendió a otros puntos de América Latina en octubre y noviembre, y fueron simultáneas a algunas protestas en Argelia, Irán e Irak. Las exigencias desde las calles se redujeron con la llegada de la pandemia, pero se registraron algunas ligadas al clamor de justicia racial en Estados Unidos, por conflictos interétnicos en Etiopía y antigubernamentales en Brasil, Líbano y Bielorrusia. También las hubo en Canadá, Nueva Zelanda, Austria y los Países Bajos, así como en Kazajistán y Chad. En esa coyuntura global se ejecutó un golpe de Estado en Burkina Faso, protestas regionales en Tayikistán, así como una crisis constitucional en Sudán.

Y muchas más, pero, dice con lágrimas que las protestas aún pueden aumentar e imponercostos económicos significativos para el manejo gubernamental de las economías, es decir, el motivo de su “preocupación por el veloz cre-cimiento de las protestas no es la elevadísima deuda social que ha promovido a lo largo de su existencia, sino porque representa un riesgo para la recuperación de la (hiperconcentrada) economía mundial, dado que la incertidumbre impacta en el consumo y la producción (de los países altamente industrializados). Entonces, para el FMI lo demás es lo de menos.

Las rebanadas del pastel

¿Alguien, en el gobierno federal, recuerda su obligación de poner un hasta aquí a los depredadores barones de la minería? Parece que no, porque hacen lo que se les pega la gana. Ahí está el caso de la empresa Penmont, propiedad de la familia Bailleres, que atraca a los ejidatarios de El Bajío, municipio de Caborca, Sonora. Por cierto, al servicio de ese clan marca Forbes está la otrora secretaria calderonista de Energía, Georgina Kessel.