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Normales rurales, un siglo
Para miles de jóvenes campesinos y obreros, única oportunidad de educación
 
Periódico La Jornada
Lunes 23 de mayo de 2022, p. 2

Por décadas, las escuelas normales rurales han representado la única oportunidad de acceder a la educación superior para miles de jóvenes campesinos y obreros. Sus escuelas e internados, donde se les brinda sustento y vivienda, han sido fundamentales para su formación pedagógica y política, testimonian estudiantes y maestros egresados de estas casas de estudio.

Muchos no tenemos otra alternativa de educación que la normal rural. Estamos orgullosas de estar aquí, pero se enfrentan muchos obstáculos. No es sólo la falta de apoyo económico. Estamos satanizados, desde el norte hasta el sur, y la gente desconoce la realidad. No saben que, más allá de estudiar para dar clases, buscamos crear una conciencia en las personas, que aprendan que si las cosas están mal, hay una forma de salir adelante, dice convencida Rosa, alumna de la Escuela Normal Rural Carmen Serdán, en Teteles, Puebla.

Sus compañeras normalistas, Paulina y Karla, la secundan: las normales rurales, como hace cien años, nos abre su casa, nos brinda una vivienda, una familia. Los internados son muy importantes, porque nos organizamos, lo hacemos todo de forma colectiva y también resolvemos juntos los problemas.

Como hijas de campesinos, aseguran que hemos tenido coraje, valentía de seguir en esta lucha, de exigir lo que a una como mujer le corresponde; que no por ser mujeres somos menos. Acá en la normal nos conocemos, se forja una hermandad porque todas venimos de lugares rurales donde no tenemos oportunidades y sabemos de antemano qué es la pobreza, y que está muy extendida por todo México.

No son las únicas que hablan con esa certeza. Elva Medina, maestra con más de 50 años de servicio y egresada en 1970 de la Escuela Normal Rural Vanguardia, de Tamazulápam, Oaxaca, ubicada en el corazón de la región mixteca, recuerda con profundo cariño a su padre, campesino que, pese a su pobreza, decidió enviar a sus tres hijas a la normal.

“Fui muy afortunada de haber tenido un maravilloso padre, con todas las necesidades que había en casa, y siendo tres mujeres, nos permitió estudiar. Eso sí, era muy estricto. Nos decía: ‘van a estudiar, si reprueban no regresan, ¡a lo que van!’, y así fue, cursé mi primaria e hice examen para ingresar a la normal rural. Éramos 900 candidatas y fuimos seleccionadas 75”.

De su madre, guarda los recuerdos de la instalación de la normal rural en Tamazulápam. Nos platicaba que cuando llegó la escuela normal en 1944, por gestiones del profesor Manuel Quiroz Martínez, mixteco y director federal de Educación, preparó las condiciones, porque la escuela se cambió de San Antonio de la Cal a Tamazulápam.

Lograron que se abriera en el pueblo, narra, porque toda la comunidad apoyó. Se donaron terrenos, bancas, e incluso el presidente municipal, que era masón, acondicionó el palacio municipal para que ahí operaran las primeras aulas, el dormitorio, el comedor y la cocina. Desalojó al cabildo, que funcionó en el curato de la iglesia”. Y pasaron 17 años antes de que iniciara la construcción de su actual sede, recuerda.

La lucha organizada de campesinos y comunidades por fundar y preservar las normales rurales acompaña su historia. Alex Santiago, alumno de la Escuela Normal Rural Vasco de Quiroga, en Tiripetío, Michoacán, afirma que hablar de su centenario es reconocer un largo camino por los derechos de los oprimidos en el que, desafortunadamente, se ha derramado mucha sangre, con luchadores sociales perseguidos, y finalmente, desaparecidos, como los 43 compañeros de Ayotzinapa que seguimos buscando.

Como integrantes de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, la organización estudiantil, afirma, más antigua de América Latina, conmemorar este centenario es reconocer la capacidad de resistencia, de lucha y organización, porque hemos sufrido golpes fuertes por parte del Estado, incluso en la actualidad.

La mayoría de quienes estudiamos en Tiri, agrega, llegamos a la normal por necesidad, pero poco a poco se te va abriendo tu conciencia. Aquí, además de escuela, apoyo, alimentación y hospedaje, encuentras tu formación política, y te das cuenta que ser maestro significa mucho, para ti como persona, pero también para las comunidades, para saber luchar y defendernos.

Y ése es, quizá, el mayor legado que dejan las normales rurales, afirma el maestro rural Fernando Pacheco, presidente de la asociación Normalismo Rural, y egresado de la Escuela Normal Rural Gregorio Torres Quintero, de San Diego Tekax, Yucatán, cerrada en 1969.

Mi primera asignación como profesor, recuerda, “fue en una comunidad que estaba a día y medio de camino, donde atendí a 12 niños. Egresábamos con una filosofía propia de compromiso social, porque era una época en la que, como hoy, no hay un estado que diga ‘ya no se necesitan maestros rurales’”.

A cien años de su creación, las normales rurales, destaca la maestra Minerva González, presidenta de la Federación Nacional de Egresados Normalistas Rurales, no sólo siguen vigentes, es urgente fortalecerlas y garantizar que vivan cien años más porque, como dice nuestro lema, mientras la pobreza exista, las normales rurales tendrán razón de ser.