Opinión
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Swallow
L

ejos del cielo. En la acaudalada familia de los Conrad todo debe manejarse a la perfección, desde la carrera del hijo primogénito Richie (Austin Stowell), quien deberá ocuparse del próspero negocio paterno, hasta la impecable salud de su pareja Hunter (Haley Bennett), encargada de dar a luz, sin contratiempos, al futuro heredero del patrimonio familiar. Swallow (2019), primer largometraje de ficción del realizador neoyorkino Carlo Mirabella-Davis, describe el pesado clima doméstico al que se enfrenta la joven cónyuge inexperta y sumisa en su intento por encajar mínimamente en una familia que desconfía de ella y le reserva un trato desdeñoso como si Hunter fuera, como esposa, poco más que un vientre alquilado para prolongar una dinastía.

Según testimonio del cineasta y guionista, la historia de Swallow está inspirada en el caso de su propia abuela, quien hacia los años cincuenta padeció un duro hostigamiento por parte de la familia de su esposo por no cumplir con los reclamos de una estricta moral patriarcal. Como consecuencia de ese maltrato, la mujer pronto respondió con un desorden mental compulsivo, clínicamente conocido como pica, consistente en la necesidad de tragar todo tipo de material no comestible –cubos de hielo, tierra, objetos diversos, incluso punzocortantes– a manera de autocastigo. Tratándose de una época en que la siquiatría mostraba escasa disposición o paciencia para las terapias no agresivas, la paciente fue sometida a una serie de electrochoques y finalmente a una lobotomía.

En Swallow el director no procede en absoluto a la transcripción puntual de aquellas atrocidades terapéuticas. Hunter, su protagonista, revela paulatinamente la severidad de su trastorno compulsivo para consternación de su esposo y familia extendida, preocupados menos por la suerte de esa futura madre que por el peligro que la ingesta de objetos peligrosos (una canica, una tuerca, un alfiler y objetos más dañinos), pudiera representar para el feto en gestación. Por su parte, la esposa vive su padecimiento con una desenvoltura soprendente: recupera en el inodoro los objetos tragados, los limpia y colecciona en una repisa, para luego retomar el ritual maniático. Hay en estos actos un deseo de autoflagelación, pero asimismo una gratificación sustituta no exenta de sensualidad narcisista. También la urgencia de Hunter por volverse visible y afirmar una identidad propia en el medio social que la deshumaniza e ignora. Cuando esta situación patológica llega a agravarse, interviene el personal médico para reparar en lo posible los daños corporales. La familia decide entonces someter a la esposa a una reclusión domiciliaria con un guardián de tiempo completo, el refugiado sirio Luay (Laith Nakli), única figura que muestra empatía con la mujer cautiva e impotente. Ese hombre singular que ha atravesado por experiencias especialmente dolorosas, aporta algo de sensatez a un drama doméstico encaminado al delirio. En su opinión desencantada, no hay tiempo para los problemas mentales cuando en una guerra está uno siempre ocupado en esquivar las balas.

Swallow no es la película de horror que insinúa la publicidad o el rumor mediático. Su director y guionista evita cuidadosamente algunas de las tentaciones y facilidades de ese género, en especial el tremendismo gore. Frente a la evidente voluntad ajena de decidir y administrar, en su lugar, las funciones de su cuerpo, Hunter responde –de modo ciertamente perturbador– con una conducta errática y enfermiza que en los hechos la mantiene al margen de ese control instaurado por la autoridad doméstica. Algo similar sucede con esa preñez suya que jamás asume gozosamente y que le es impuesta como un ineludible deber conyugal. Hay algo de incorrección política en la patología rebelde de Hunter, intención que no desmiente el director Mirabella-Davis cuando declara: Quise hacer una película feminista que explorara las expectativas de género y del patriarcado. Aunque estas palabras suenan un tanto panfletarias, la cinta maneja un tono dramático más complejo y sugerente. Un entorno doméstico de diseño minimalista e impecable se ha vuelto hoy tan opresivo como aquel ideal de impoluto sueño americano que evocó Todd Haynes en Lejos del cielo (2002) o en la miniserie Mildred Pierce (2012). Un espejismo de confort familiar tan perfecto suele engendrar monstruos y anomalías mentales. Swallow se ocupa, con destreza maliciosa, tan sólo de una de ellas.

Se exhibe en Cine Tonalá, Cinemanía, Casa del Cine y en la plataforma MUBI.