Opinión
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No sólo de pan

De una revolución personal y masiva

E

volución y revoluciones son la historia del universo, de nuestra Tierra y de la humanidad. Pero también hay involuciones en la historia de los hombres, cuando destruyen lo alcanzado, porque su entendimiento está montado sobre una soberbia que supera la Creación y al Creado por nosotros o que nos ha creado.

La bifurcación de nuestra historia hasta la polarización de humanos por un lado y subhumanos del otro, comenzó hace algunos milenios, cuando los segundos vivían en armonía con Natura todo el año, aprovechándola porque la comprendían y estimulaban sus leyes en beneficio de la gente, mientras los primeros se debatían contra estaciones hostiles hasta que fueron superaron sus dificultades con base en técnicas ingeniosas que terminaron por dominar y someter a la naturaleza circundante, haciéndolos sentirse dioses. De este modo, quienes maximizaron las virtudes del sentido natural de su entorno, los pueblos que vivieron con base en los policultivos del arroz, el maíz y los tubérculos farináceos, conservaron la humildad humana; mientras que la minoría de la población de la Tierra, ubicada en el hemisferio norte por encima del Trópico de Cáncer, en occidente, y de los 30ºN en oriente, afrontaron las exigencias del cultivo de las gramíneas de la familia Triticum, inventando los monocultivos, con sus inconvenientes para la biodiversidad y que en la práctica condujo a la concentración de tierras y la maximización de beneficios en detrimento de otros pueblos, dando así origen a la acumulación de capital y la lógica de la guerra con el sometimiento de pueblos que por tal hecho se consideraron inferiores.

Es importante reflexionar sobre esto porque México pertenece a una parte de la humanidad donde puede empezar una revolución contra la evolución equivocada de la humanidad, en primer lugar tomando conciencia para poner en práctica todas las acciones que vayan en el sentido de recuperar la biodiversidad (ojo: no con ecologismo mediático), sino mediante la reproducción inteligente de flora y fauna y de nosotros mismos, respetando la diversidad cultural (alimenticia) de nuestros pueblos. (Y rechazando la reproducción preferente, en cuyo extremo aberrante está hoy restablecer la prohibición del aborto incluso en caso de violación, al haber bajado la reproducción de los blancos, mientras se masacran o abandonan mestizos y negros en las fronteras y litorales del mundo ario.)

México tiene hoy la oportunidad de recuperar nuestra soberanía alimentaria, junto con la energética y, por supuesto, la política, si ganamos el terreno a los monocultivos productivistas y destructores de la naturaleza y de la salud humana, con base en la recuperación de la milpa mesoamericana en México y Centroamérica. Pero primero hay que comprender qué es ésta, o de lo contrario, los programas del Presidente mexicano no dejarán de ser buenas intenciones confiadas a jóvenes creativos pero ignorantes de este importantísimo problema nacional. Sí, escuchemos todos a los especialistas independientes y conscientes, como Alonso Valiente, del Instituto de Ecología de la UNAM, sobre el desastre provocado por el monocultivo de magueyes para la exportación de tequila y el peligro que corre hoy día el mezcal. Pero, sobre todo, escuchemos a nuestros campesinos del sureste y a los guatemaltecos opinar sobre la milpa prehispánica que nunca necesitaron del método salvaje español llamado tumba-roza-y-quema, ni de arados y surcos, ni de fertilizantes, insecticidas y herbicidas, ni subsidios para semillas , para que, en vez de recomponer los desaguisados españoles que impusieron las tecnologías del cultivo de trigos, y mandar genios urbanos con bolsas de plástico negro para cultivar la milpa ahorrando agua, aprendan ellos mismos cómo nuestros ancestros impedían con sus milpas los deslaves. Seamos serios y respetuosos: informémonos y consultemos, entre otros sobrevivientes de las buenas prácticas ancestrales a campesinos como los Guerreros Verdes, en cuyo canal de YouTube se puede ver Por una comida sana: Materia orgánica, microorganismos y minerales, y sobre todo Morir sembrando vida, en la misma aplicación. Porque los técnicos de hoy parecen ignorar que las milpas prehispánicas siempre estuvieron rodeadas de árboles y arbustos o cactáceas frutales, para protegerlas de los animales y enriquecer la dieta. Eliminemos nuestra soberbia tecnológica para escuchar a productores experimentados en vez de tratarlos como niños ignorantes en páginas web irrespetuosas con su identidad y conocimientos.