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La UNAM y la nueva alternancia política
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urante los años recientes, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)vivió importantes retos derivados de la nueva alternancia política nacional. El periodo que abarca el declive del priísmo –expresado en la figura de Peña Nieto– y el ascenso del Movimiento de Regeneración Nacional, que llevó a la Presidencia a Andrés Manuel López Obrador, constituyó un escenario en el que la UNAM enfrentaría desafíos internos y externos. La primera designación del rector Enrique Graue (2015-2019 y 2019-2023) generó sorpresa, pues se trataba del tercer médico que alcanzaba el rectorado de manera consecutiva. No obstante, merced a la pluralidad de su propuesta, pronto se despejaron las incógnitas acerca de quien en 2019 volvería a ser designado para un segundo periodo.

La primera gestión del rector Graue, ubicada mayormente en el último tramo del peñanietismo, transcurrió en un ambiente de fortalecimiento y creación de espacios y propuestas académicas en la propia UNAM, en el país e incluso en el extranjero. Sin embargo, en el entorno político nacional se multiplicaron los reclamos sociales –básicamente relacionados con la corrupción y la creciente inseguridad– así como el progresivo deterioro de las estrategias del gobierno nacional. En ese marco, el rector llegó a sumarse a los cuestionamientos a la propuesta de reforma educativa: Es un primer paso, pero no es una reforma educativa. Hasta este momento es una reforma en la forma de contratación de los profesores y evaluación de ellos, esperamos ver la verdadera reforma educativa pronto ( El País, 10/12/15). Debe reconocerse, no obstante, que Graue ha sido un rector que se expresa sin estridencias y que logró construir un discurso académico fundamentado.

En esa línea y en el marco del proceso electoral 2017-2018, la UNAM organizó una serie de foros en los cuales diversos especialistas debatieron sobre grandes temas: democracia, igualdad y derechos humanos, seguridad, migración y repatriación, política exterior, ciencia y tecnología, cultura y, por supuesto, educación ( La UNAM y los desafíos de la nación, UNAM, 2018). Todo ello ratificaba un compromiso central de los universitarios: contribuir, a través del saber, a la interpretación y superación de los grandes problemas de México.

La segunda designación del rector Graue, cargo aún vigente, inició en noviembre de 2019, un año después del ascenso del presidente López Obrador. Nuevamente, a la par de diversos esfuerzos para el fortalecimiento institucional, la problemática universitaria alcanzaría, esta vez, niveles inesperados. En la institución comenzó a manifestarse, cada vez con mayor fuerza, el reclamo de diversos grupos de universitarias que, denunciando las profundas asimetrías de género, reclamaban un esquema institucional justo y sin violencia hacia las mujeres. Ello implicaría movilizaciones y paros estudiantiles que expresaban una preocupación con hondas raíces en la sociedad mexicana, pero también con una dimensión institucional que no podía ser ignorada. Merece ser mencionado que la UNAM promovió, a partir de entonces, una serie de transformaciones normativas, orgánicas y académicas para atender las legítimas reivindicaciones de las universitarias. Además, tampoco podían ser omitidas las demandas de un sector del profesorado de asignatura para la mejora de sus condiciones laborales y salariales.

Sin embargo, el tema que modificó de manera radical la vida institucional –y de todo el mundo– fue el relativo al covid-19, que devino en una pandemia y con ella el confinamiento de millones de estudiantes de todo el planeta. En México, el forzado cierre de las instalaciones universitarias y la multiplicación de modalidades de enseñanza remota por cerca de dos años significó un fuerte desafío para la Universidad Nacional y el replanteamiento de muchas de sus actividades y programas de docencia, investigación y vinculación social. Durante los años de la pandemia, la institución logró construir un andamiaje en favor de su comunidad y de la sociedad en su conjunto.

Puede afirmarse, sin temor a equivocarse, que la relación entre la Universidad Nacional Autónoma de México y el gobierno ha sido positiva. En un contexto de disciplina financiera, el presupuesto federal a la UNAM ha sido sostenido de forma razonable. Asimismo, los factores esenciales de la autonomía han sido reconocidos y respetados e incluso, a través de diversos especialistas, la institución ha participado en el diseño de la nueva Ley General de Educación Superior y en iniciativas como el Espacio Común de Educación Superior y el Sistema Nacional de Información de la Educación Superior.

Las diferencias –que las ha habido– han sido superadas y aun en los momentos más críticos no ha dejado de apreciarse el tono conciliador de las partes. La autonomía universitaria continúa siendo el factor que regula dicha relación y sigue estando muy claro que no es un privilegio para unos cuantos, sino que constituye un beneficio para la sociedad toda: se trata de la condición básica para que los universitarios podamos cumplir nuestras responsabilidades ante un país que mucho lo demanda.