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Cananea: Larrea, Cornell Green redivivo // Porfiriana: energía, prontitud, prudencia // Premio Chimoltrufia al embajador Salazar

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▲ La mina de Cananea, en conflicto desde hace 15 años.Foto Alfredo Domínguez
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rondo, con las manos ensangrentadas, el dictador Porfirio Díaz presumía que la huelga de Cananea (1906) fue reprimida con energía, prontitud y prudencia (***), lo que en castellano simple se traduce así: la energía fue una brutal represión contra los huelguistas; la prontitud, la llegada, con la venía del entonces gobernador de Sonora Rafael Izabal, de rangers gringos para acabar violentamente con el movimiento de los mineros; y la prudencia tomó cuerpo en decenas de muertos y heridos. Todo para defender los intereses del magnate estadunidense William Cornell Greene (propietario, gracias a una concesión porfirista, de la mayor mina de cobre del país, la Cananea Consolidated Copper Company), quien se negó a incrementar y equiparar salarios para los trabajadores mexicanos, porque no es rentable para la empresa.

Greene se convirtió en señor feudal de Sonora y acumuló escandalosa fortuna con la riqueza mineral mexicana, pero tras los sangrientos hechos de 1906, la caída de la dictadura, el exilio de Porfirio Díaz y el triunfo revolucionario se suponía –solo eso– que no se repetirían sucesos como los descritos.

No fue así, y 83 años después de la masacre de 1906, Carlos Salinas de Gortari artificialmente quebró la Compañía Minera Cananea, la privatizó a precio de regalo (475 millones de dólares por un consorcio que valía más de 2 mil millones, amén de que el gobierno rechazó otra oferta, de Protexa, que duplicaba la presentada por Grupo México) y limpia de cualquier pasivo (lo asumió el erario), envió al Ejército para reprimir con lujo de violencia a los mineros y, en bandeja de plata, se la entregó a Jorge Larrea (alias El Azote, papá de Germán, actual señor feudal de Cananea y otros lares), o si se prefiere a William Cornell Greene redivivo.

Pero no acabó ahí. En 2007 los mineros de Cananea estallaron la huelga en demanda de incremento salarial y de prestaciones, mayores medidas de seguridad, el reconocimiento de su representación sindical y la devolución de las cuotas retenidas por la empresa. El Azote ya había muerto, pero daba igual, porque Germán Larrea, su hijo, repitió la frase de Greene: aumentar el ingreso y mejorar las condiciones de seguridad no es rentable para la empresa, y a golpe de trucos legaloides, connivencia con el poder político, represión y reparto de muchas coimas evadió su responsabilidad (una vez más, como en Pasta de Conchos), de tal suerte que todo se mantuvo, convenientemente para el barón, en el letargo.

Tampoco quedó ahí: 104 años después de la masacre de 1906, Felipe Calderón (en su esmerado papel porfiriano de Rafael Izabal) envió a 4 mil elementos de la Policía Federal a reprimir brutalmente a cerca de mil 200 mineros de Cananea, a quienes baleó, hirió, golpeó, gaseó, persiguió, incomunicó, despojó de sus empleos y anotó en una lista negra para que jamás volvieran a laborar en la mayor mina cuprífera del país, amén de que les canceló servicios de agua, gas, médicos y hospitalarios para sus familias y educativos para sus hijos.

De ese tamaño y alcance fue la paz ahora cacareada por el esperpéntico Javier Lozano Alarcón (ex secretario calderonista del Trabajo y gato del señor feudal Germán Larrea), en una suerte de versión moderna de aquella de Porfirio Díaz, de que en Cananea se actuó con energía, prontitud y prudencia.

Y esta tétrica historia no termina, porque la huelga de Cananea (paralela a otras dos, en Taxco, Guerrero, y Sombrerete, Zacatecas) a punto está de cumplir 15 años y parece que nadie que no sean los mineros está dispuesto a solucionar.

Por cierto, ¿cómo le fue a Germán Larrea y a su consorcio en Cananea tras la paz calderoniana? Pues bien, de 2010 a 2020 el volumen de producción de cobre en Sonora se incrementó de 180 mil a 596 mil toneladas (331 por ciento) y su valor de 17 mil a 70 mil millones de pesos (412 por ciento). Y 85 por ciento, cuando menos, de esos montos terminaron en la contabilidad y en las alforjas del señor feudal dueño de Grupo México.

Las rebanadas del pastel

Por unanimidad, Ken Salazar, embajador estadunidense en México, obtuvo el premio Chimoltrufia, porque así como dice una cosa (a favor), dice otra (en contra) de la reforma eléctrica propuesta por el presidente López Obrador. Con esa congruencia llegará (o lo mandarán) muy lejos.

*** Pablo Serrano Álvarez, Porfirio Díaz y el Porfiriato. Cronología (1830-1915), Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, 2012.