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El compañero Guillermo
E

l corazón le falló a Guillermo López Mayo. El pasado 21 de enero, pereció el, por casi 50 años, destacado académico, sindicalista universitario e incansable militante de la izquierda socialista.

Apenas unos días antes, siendo secretario general del Sindicato Unitario de Trabajadores de la Universidad Autónoma de Puebla (Suntuap), y como resultado de una larga lucha de los miembros del gremio, había recibido la toma de nota por parte de las autoridades laborales federales.

El doctor fue un dirigente muy querido. Uno tras otro, sus compañeros organizaron homenajes y reconocimientos, tanto en Puebla como a escala nacional. En ellos se resaltó su trayectoria democrática y compromiso ideológico.

A Guillermo lo conocimos en la Universidad Autónoma de Puebla –hoy BUAP– en 1973, como profesor en la preparatoria nocturna Benito Juárez, en una asamblea de estudiantes y profesores, a la cual llegó un grupo de trabajadores ferrocarrileros para solicitar apoyo a su movimiento por la democracia sindical. Él fue uno de los primeros en tomar la palabra y llamar a la formación de un comité de universitarios, para integrarnos, de manera organizada, responsable y duradera al trabajo que realizaba el Movimiento Sindical Ferrocarrilero desde 1970, cuando Demetrio Vallejo –su dirigente nacional– salió de la cárcel.

Para los que nos integramos al comité de apoyo, bastó ese primer evento para darnos cuenta de que el compañero Guillermo traía experiencia y escuela. Conocía lo que todo revolucionario debe saber acerca del importante papel que la clase obrera desempeña, en las batallas y combates que cotidianamente sostienen las masas populares, contra el capitalismo y de sus aparatos políticos e ideológicos de control. De ahí que a él no sólo lo hayamos visto apoyando a los trabajadores ferrocarrileros, sino también, a lo largo de su tiempo, a los de la industria eléctrica, a los obreros de la construcción, a los telefonistas, a los habitantes de las colonias populares, a los vendedores ambulantes y, por supuesto, a los universitarios.

Desde aquel primer momento nos dimos cuenta de que él manejaba, con toda claridad, las distintas formas de lucha, tácticas y estrategias que se requieren para enfrentar con éxito las trampas y obstáculos que pone en operación el sistema para impedir que el movimiento avance. Sin embargo, también fue claro que estaba dotado de fuertes principios ético-morales, que aplicó permanentemente en su quehacer político. Siempre recomendó a los militantes de izquierda obrar con honestidad.

López Mayo se forjó como militante desde la década de 1960, en luchas populares y estudiantiles que perseguían una sociedad y un mundo mejor. Siempre habló del socialismo y de la necesidad de construirlo desde la vida cotidiana, tomando como guía teórica la obra original de Marx y Engels.

Guillermo participó activamente en la histórica manifestación del 10 de junio de 1971, emboscada en Rivera de San Cosme, por los halcones de Echeverría. Él logró escapar, aunque recibió un balazo en el hombro. A pesar de ello y de que fue recluido en el Palacio Negro de Lecumberri, por el delito de disolución social, nunca abandonó sus ideales.

Desde Puebla, Miguel Ángel Rosas Burgess y Bulmaro Vega, en ese entonces estudiante de física (ya fallecido), fueron en 1970 a la Ciudad de México para tomar la embajada de El Salvador. Era la primera ocasión en la que se llevaba a cabo una ocupación pacífica de una embajada extranjera en el país. La razón de la toma era tan sencilla como dramática. De dos estudiantes mexicanos recién egresados de la Facultad de Ciencias de la UNAM, que habían ido a trabajar a la Universidad de El Salvador, uno fue asesinado por la ultraderecha, que lo consideraba persona no grata por ser de la izquierda. El otro se encontraba desaparecido. Ese desaparecido era Guillermo.

En realidad, López Mayo no había sido desaparecido. Para protegerlo, compañeros de izquierda lo llevaron a una casa de seguridad. En la toma de la embajada, se le exigió al embajador garantías de seguridad para que Guillermo pudiera regresar al país y que se devolviera el cadáver del compañero que había sido asesinado. Días después, fueron al aeropuerto a recibir el cadáver del joven asesinado y a Guillermo.

En Lecumberri, López Mayo fue formado por otro preso político de aquel entonces: el intelectual de izquierda Víctor Rico Galán. Allí, Guillermo acabó de sellar su compromiso ideológico con la izquierda y se convenció de que únicamente con firmeza, disciplina, sin claudicaciones y con mucha consistencia, es posible alcanzar los objetivos de libertad, democracia y emancipación social. Así lo demostró durante los más de 20 años que luchó por la toma de nota del Suntuap y que, por ironías de la historia, o de la sicología, una vez que la consiguió –con ayuda de sus compañeros, presentes unos, y otros, como él, físicamente ausentes– falleció.

Su mensaje a los sindicalistas universitarios poblanos fue claro: Los cimientos legales están recuperados, el resto de la obra es tarea de todos ustedes.

* Profesor investigador de la Facultad de Sicología de la BUAP.

**Miembro del Centro de Investigación en Biodiversidad, Alimentación y Cambio Climático de la BUAP.