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El banco central
D

e un modo rápido y expedito se ha hecho el cambio de un miembro de la junta de gobierno del Banco de México, ante la salida del gobernador Díaz de León el 31 de diciembre próximo. El Senado aprobó hace unos días la propuesta del presidente López Obrador para designar a Victoria Rodríguez Ceja como integrante de la junta. Hasta ahora era la subsecretaria de Egresos de la SHCP.

En todo caso, la Ley del Banco de México vigente, en sus artículos 38 y 39 es explícita con respecto a los procedimientos y los requisitos para formar parte de la junta de gobierno y, sobre todo, para ocupar el puesto de gobernador. El precepto legal deberá cumplirse de manera íntegra.

Implementar medidas particulares de la gestión de la política fiscal es una tarea técnica y administrativa de muy distinta naturaleza que la política monetaria.

El dinero puede verse como una tecnología que se ocupa para varias funciones económicas y sociales. Sirve para hacer transacciones relativas al consumo, la producción o el pago de impuestos; para sufragar gastos inesperados; para especular y, también, atesorar, o sea, sacarlo de la circulación.

Las operaciones financieras se desarrollan mediante una serie progresiva de innovaciones que ocurren desde la antigüedad. Sus repercusiones en los mercados no son neutrales. Los tipos de instrumentos y de transacciones financieras son incontables y pueden ser de una gran complejidad.

El banco central emite la moneda nacional, pero una gran parte del dinero que circula en la economía la crean los bancos comerciales mediante la concesión de créditos. El asunto se asocia con la regulación del sistema financiero, donde el banco central cumple algunas de las funciones.

El banco central es el responsable de la gestión de la política monetaria. Aunque sea obvio señalarlo, es un banco: realiza diversas transacciones, gestiona una tesorería, tiene un balance. Cumple funciones bien definidas, entre ellas: regular y emitir la moneda nacional; ser el banco del gobierno; custodiar las reservas liquidas del sistema y, también, las reservas internacionales. Se asocian con el objetivo de conseguir la estabilidad financiera. En este sentido, no es precisa la noción de que las reservas internacionales son del pueblo; no lo son en términos operativos, técnicos ni políticos.

Un aspecto esencial del dinero y las finanzas es que forman parte de la administración económica del tiempo y del riesgo. Los contratos financieros conjuntan a aquellos que quieren trasladar valor al presente y quienes quieren trasladarlo al futuro. El caso de las hipotecas es ilustrativo. El motivo básico para trasladar valor al presente es usarlo para consumir y producir, esto último equivale a un consumo diferido.

Las finanzas, como forma de crear y usar el dinero, reasignan el valor económico a través del tiempo; reasignan los riesgos y el capital, todo eso mediante diversas medidas, instrumentos y el ambiente de certidumbre –siempre incompleto– que prevalece. Ese es el entorno en el que se puede generar riqueza, una fuente necesaria para el incremento real de las condiciones de bienestar de la población.

En ese escenario dinámico se generan las crisis y las formas de intervención de las autoridades monetarias para contenerlas. Esto no es inocuo, tiene consecuencias productivas y distributivas. Los equilibrios son inestables, los desajustes pueden ser muy severos como bien se sabe.

Otro aspecto relevante del entramado social en cuanto al vínculo del dinero y el tiempo, tiene que ver con la dinámica poblacional y la interrelación de los estratos de edad. Esto ocurre con las pensiones, cuando la proporción de los que producen y los que consumen se reduce. Por eso, el crecimiento productivo, del empleo y el ingreso es necesario. En el caso de México el problema es manifiesto.

La política monetaria tiene como principio crear y sostener las condiciones necesarias para la estabilidad de la moneda. La inflación merma el valor real del dinero, su capacidad de compra, perjudica más a los que reciben ingresos fijos o muy bajos y esporádicos. La depreciación del peso frente al dólar es otra fuente de inestabilidad.

La ley del país establece, en el artículo 28 de la Constitución que el Estado tendrá un banco central autónomo y su objetivo es procurar la estabilidad del poder adquisitivo del peso y así fortalecer la rectoría del desarrollo que corresponde al Estado.

Así como el Presidente ha sido muy conservador en materia fiscal, de lo que se precia como uno de sus principales logros, su gobierno debería hacer lo mismo en materia monetaria y evitar desajustes mayores en la inflación, el tipo de cambio y la confianza en el banco central. El objetivo de sustentar la estabilidad macroeconómica debe ubicarse en las condiciones actuales de escaso crecimiento productivo, presiones inflacionarias, alta subocupación e informalidad laboral, deterioro significativo del ingreso y patrimonio familiar y situación de pobreza de muchos hogares, a lo que se suma la gran inseguridad pública.

El banco central tiene que ser fuente de expectativas favorables; se requiere de la credibilidad en la autoridad monetaria y esa no se crea por voluntad. La ley fija los objetivos y la junta de gobierno actúa con un margen de discrecionalidad en un contexto de información incompleta. Lo hace con un instrumento básico que es la tasa de interés de referencia. Tiene un papel institucional en el ámbito interno y en las relaciones económicas con el exterior, no actúa de modo aislado. Hoy, no es momento de debilitar esa institucionalidad.