Opinión
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De encrucijadas y pantanos
E

n un esclarecedor artículo de Jeremy Cliffe, editor internacional de The New Statesman, sobre la perspectiva abierta por la nueva coalición alemana del semáforo, podemos ver nuestra propia realidad política a través del espejo. Allá se preparan para gobernar juntos los verdes, los liberales y los socialdemócratas, detrás de la convocatoria común atreverse con el progreso que recuerda aquella célebre invitación de Willy Brandt: atreverse con la democracia. Acá, desde el púlpito republicano, se convoca a cerrar filas, a no ceder ni titubear ante las dificultades o la adversidad en un frente hermético donde no caben ni el equivalente de los verdes ni la ilusión liberal en una economía dinámica e innovadora.

Avanzar sin tranzar reclamaban a cohortes juveniles, quienes se veían a sí mismas como vanguardia revolucionaria después del criminal desenlace del 68. Pa-ra después repetirlo y, desde un ilusorio flanco de pureza comunista y radical, tratar de estigmatizar las invitaciones a formar partidos representativos, de amplio espectro e inspirados en convicciones nacionales y populares que después de la tragedia hacían dirigentes como Heberto Castillo y Demetrio Vallejo.

Don Rafael Galván, los electricistas democráticos y los dirigentes auténticos del 68 buscaban imágenes y perspectivas de organización social y política de genuina inspiración de reivindicación proletaria, entendidas como continuidad natural, orgánica, por así decir, del reclamo democrático enarbolado hasta la prisión o la represión por aquel movimiento cuyo legado recorría todo el espectro político de aspiración e inspiración democrática y justiciera, que los estudiantes habían buscado declinar hasta volverlo discurso liberador.

Así pasaron los años, y las cosas del querer y del poder buscaron nuevos acomodos sin lograrlo del todo. Ni discurso ecologista actualizado ni socialdemocracia comprometida con el progreso social y el avance económico ofrecen los hoy partidos gobernantes, mientras que un supuesto liberalismo innovador parece optar por el sueño de los justos, a la espera de que la pesadilla o más bien su pesadilla, desaparezca. Estamos pues en un pantano y al parecer sin alternativas.

De esto y más se han ocupado muchos en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. En mesas de debate y presentaciones de libros, sobre el posible mundo posneoliberal o la encrucijada de México entre el neoliberalismo, el populismo y la democracia, analizada por Héctor Raúl Solís en un bien construido pequeño gran libro, se deshojaron varias margaritas y emergieron vías de salida constructivas e innovadoras, por lo menos en lo político. Falta hacer el inventario de las varias ideas que abordaron el duro y rudo escenario económico que nos han dejado la pandemia y su secuela de caídas productivas y de empleos.

Por lo pronto digamos y reiteremos que la FIL, acosada y estigmatizada hasta la vergüenza por los poderes públicos, quedó a flote y deja un genuino mensaje de aliento. La Universidad de Guadalajara puede sentirse orgullosa, y quienes la gozamos festejamos que se haya dado un salto hacia la relación presencial que el diálogo tanto requiere. Conversaciones que necesitamos y las vamos a seguir necesitando porque los nudos de los problemas se han reforzado, indicando días complicados, difíciles.

Mucho diálogo y más consenso vamos a necesitar para distender los ánimos, a lo que poco ayuda la rispidez mostrada por el Presidente y su gobierno cuando de dialogar se trata. Acorralar a periodistas críticos, probados en su profesionalismo como Carmen Aristegui no augura relaciones tersas.

Con todo, hay que seguir insistiendo: no es el pleito ni la absurda simplificación, nunca lo han sido, lo que nos va a sacar del pantano: solamente la paciente y cotidiana construcción de conversaciones es lo que puede guiarnos a través de la bruma.