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Ciencia, transformación y esperanza

Ningún hombre es una isla, algo completo en sí mismo; cada hombre es un fragmento del continente, una parte del conjunto
John Donne (1572-1631)

L

as científicas y los científicos, cuyo quehacer consiste en generar conocimiento, son, ante todo, personas inmersas en su circunstancia social. No construyen conocimiento nuevo desde un templo inmaculado del saber; en contraste, orientan sus actividades cotidianas a satisfacer sus necesidades y para ello actúan en función de valores que han heredado del grupo social al que pertenecen, buscando siempre el equilibrio entre su razón y sus sentimientos. La coherencia entre lo que se piensa, se dice y se hace, es mayor cuando se vive como se desea y se degrada cuando la realidad impone exigencias que contradicen lo deseado. En su actuación y trabajo científico se manifiesta la herencia de lo construido por su propia familia. A través de sus contribuciones científicas hablan sus antepasados.

El credo neoliberal debilitó en México la resistencia social, promovió la división e hizo de la crisis permanente una política perversa de control social, guiada por la religión del consumo y del lucro. ¿Quién puede negar la catástrofe que el neoliberalismo engendró en nuestro querido país y en todo el mundo? Por ejemplo: la ceguera neoliberal a las miles de evidencias científicas del cambio climático nos colocan hoy ante un momento crítico en la lucha de la humanidad por la vida. Esto es producto de que también una parte importante del sistema científico global fue cooptado por intereses corporativos, por encima del interés general y de los principios mismos del conocimiento. Mercantilización de la ciencia, tecnologías que pueden ser insuficientes o riesgosas, o accesibles sólo para quien paga, son algunas consecuencias del orden neoliberal. Baste mencionar la falta de vacunas anti-Covid en países pobres o en desarrollo, con excepción de aquellos cuyos gobiernos, como el nuestro, priorizaron el bienestar de su población.

La mayoría de las y los científicos nacionales han sido víctimas de la degradación social que promovió el régimen neoliberal, sufriendo la incertidumbre económica, excesos burocráticos y merma de recursos, que incitaron al clasismo, al individualismo, a la competencia a ultranza y a la simulación. Se promovió la desarticulación de los esfuerzos creativos dentro de las comunidades científicas, y entre éstos y las necesidades de la sociedad, así como el enquistamiento de intermediarios guiados por el afán de autopromoción.

En el régimen actual se coloca al interés general en el centro del actuar del Estado en ciencia y tecnología. El Plan Nacional de Desarrollo, por primera vez, mandata al Consejo a establecer y coordinar la política de innovación. Para ello, se ha colocado a la ciencia de frontera, pilar de nuestra soberanía, en el lugar prioritario. Éste le fue arrebatado por las administraciones neoliberales para ser ocupado por una falsa innovación, hasta dejar a la ciencia básica sin un peso de apoyo en 2017 y 2018. No hubo protestas. Tal vez porque quienes ostentaban el control y el poder se servían de mecanismos de comunicación manipulativa concertada con medios poderosos, nutridos con recursos cuantiosos, que ahora enfilan para seguir confundiendo.

De 2019 a 2021 se ha asignando un monto histórico de 3 mil millones de pesos sólo a ciencia de frontera y ciencia básica, promoviendo la colaboración entre colegas e instituciones. A la UNAM, el IPN, la UAM, el Cinvestav, la BUAP, la UANL, la UASLP, el Cicese y a otras importantes instituciones ha ido casi la mitad del apoyo en este rubro para ejercer en hasta tres años, dándoles certeza como nunca antes. Además, la comunidad de estas instituciones ha respondido con entusiasmo a la convocatoria de generar propuestas colaborativas, apoyar a instituciones rezagadas para, en conjunto, fortalecer la ciencia de manera más equitativa. Los procesos de evaluación han sido rigurosos, respetando la libertad de investigación con planes austeros, eficientes y transparentes.

En otro eje programático, se ha invitado a los investigadores a contribuir a la resolución de problemáticas nacionales en torno a 10 agendas para promover el bienestar general. Después de un arduo trabajo de gestación de propuestas, en los siguientes tres años miles de colegas y becarios de múltiples instituciones estarán coordinados en más de 70 grandes agendas de investigación e incidencia en todo México. Se renueva y articula un esfuerzo nacional científico con impacto social y ambiental. A la vez, se asegura la renovación de talentos en estas agendas donde se desempeñan los casi 100 mil becarios al año que apoya el Conacyt desde 2019.

Los nuevos programas nacionales estratégicos del Conacyt fueron concebidos como un andamiaje institucional que organiza y optimiza la inversión en los esfuerzos de investigación. Doy solo un ejemplo: dentro del Programa de Salud, se encuentra el Proyecto Nacional de Investigación e Incidencia en Leucemia (cáncer de sangre), principal causa de muerte infantil por enfermedad en México, éste reúne a 50 investigadores, 16 clínicos en hematología y oncología, 20 instituciones de investigación nacional y nueve internacional, así como a 10 hospitales, dos laboratorios clínicos y dos sociedades académicas. Este proyecto proveerá a la sociedad con conocimiento y herramientas imprescindibles para lograr estrategias públicas de prevención y atención de este sensible problema. Esto ilustra la orientación actual del Consejo: articular el esfuerzo nacional en ciencia, tecnología e innovación con una guía humanística, social, de cuidado ambiental y ética, congruente con los sentimientos y principios de la gran mayoría de quienes integran las comunidades científicas de nuestro querido México.

* Directora General del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Bióloga,

Premio Nacional de Ciencias. Nivel III en el Sistema Nacional de Investigadores (estímulo económico en pausa desde el 1º de diciembre de 2018). Profesora investigadora titular C de la UNAM con comisión.