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La galería Juan Martín siempre fue una casa de la amistad

Malú Block y Graciela Toledo charlan con La Jornada sobre el cierre de este espacio y de su transformación digital después de seis décadas de existencia

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▲ Malú Block y Graciela Toledo calculan que en dos meses quedará lista la plataforma virtual de la galería.Foto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Lunes 5 de julio de 2021, p. 8

La galería Juan Martín ha sido, a lo largo de sus seis décadas de existencia, una casa de la amistad, coinciden sus directoras Malú Block y Graciela Toledo, entrevistadas por La Jornada a raíz del cierre del recinto en Polanco, en vista de abrir una nueva sede, aún por anunciar. Mientras tanto, la galería funcionará de forma virtual y estará a cargo de Toledo e Ignacio del Real Pozo, restaurador y sobrino de Block.

El pasado 14 de junio, la Juan Martín dio a conocer el término de una época por medio de un comunicado dirigido a amigos y clientes. Block habla de las razones: “Una, mi edad. Tengo 88 años; entonces, era tiempo de decir: ‘ya basta’, porque he estado aquí 54 años. Ya no quiero levantarme pensando si voy a vender y si voy a cobrar.

Otra razón fue la pandemia. Antes de ella tuvimos problemas porque las ventas estaban bajas. La pasamos mal, y con la pandemia, peor. Tomé la decisión de vender porque necesitábamos liquidez. Ya vendimos el edificio. Teníamos una fecha para entregar: el primero de julio. Por fortuna, logramos empacar y entregar antes de tiempo, el 18 de junio, día que cerramos.

Block hace hincapié en que nunca pensamos en que la galería se acabara, sino en un cambio de sede. En la medida en que “me independizo, pensamos en la galería con Graciela y mi nieto –actualmente, trabaja en el Museo de Arte Moderno–, a quien le gusta mucho el arte”. Además, ya se necesitaba una renovación (de artistas), porque hay que tener en cuenta a los emergentes. Se necesita sangre nueva.

Es de imaginar que Block no se desentenderá de los asuntos de la galería, porque necesitamos de su mirada. En un principio estaríamos los tres para conjuntar nuestras visiones e intereses, apunta Toledo. Mientras tanto, las directoras están en el proceso de abrir el incontable número de cajas de material que sacaron del local, hacer una selección y poner orden, agrega.

Contar con una plataforma virtual y vender por Internet será una experiencia nueva. Nos importaba que las personas se acercaran al cuadro, vieran la materia y la línea. No se platicaba el cuadro para que el cliente se convenciera de que debía de comprarlo, dice Toledo.

El contacto con el cliente era importante, ver su reacción frente a la vibración de un cuadro, si le decía algo. Nunca forzamos a nadie a comprar nada, retoma Block, quien añade: “Cuando entré a trabajar en la galería, en 1967, una de las primeras lecciones que me dio Juan Martín fue esa: jamás se le insiste a una persona que compre un cuadro, porque al día siguiente te lo puede regresar diciendo: ‘ya lo pensé mejor. Aquí está’”.

Doña Malú, hija del impresor de origen estadunidense Harry Block, conoció a Martín por medio de sus padres; con el paso de los años la invitó a trabajar en la galería cuando ésta se encontraba en la calle de Amberes, en la Zona Rosa. Describe a Martín como adorable neuras, inteligente y talentoso, con un “charm muy particular. No era guapo, pero tenía un encanto especial”.

En cierto momento, Martín decidió que podía trabajar mejor si tenía sólo nueve artistas. Seleccionó a Fernando García Ponce, Lilia Carrillo, Arnaldo Coen, Alberto Gironella, Vicente Rojo, Gabriel Ramírez, Manuel Felguérez, Felipe Orlando y Roger von Gunten. Después ingresaron Kasuya Sakai y Francisco Toledo. Block introdujo a Sebastián y a Susana Sierra. Poco después ingresó Manuel Álvarez Bravo.

La Juan Martín abrió sus puertas, primero, en la cerrada de Hamburgo. En agosto de 1966 se cambió a un edificio en la calle de Amberes; Martín dejó la galería en 1973. Block explica: Se cansó. También quería hacer otra cosa en la vida. Ya tenía otra compañera y a su hijo José Luis. Ya no quería tener el peso de la galería. Aunque es un negocio apasionante, es un peso de todos modos. Fue una decisión muy pensada. Me la traspasó y, para finales de 1973, agarré las riendas.

Respecto del cambio a la calle de Dickens, la entrevistada señala que “Juan quería usar el edificio –era de su propiedad– para otra cosa o venderlo. Pedí un traspaso y con ello pude comprar una casa en Polanco. Tardé dos años en reformarla; inauguramos en junio de 1988”. En ese año entró Graciela Toledo.

Block calcula que tardarán dos meses en organizar la nueva plataforma de la galería, y queda una tarea pendiente: publicar un libro con la historia de la galería Juan Martín.